Desde que Ashen fuera presentado oficialmente hace ya unos cuantos años, este juego desarollado por Aurora 44 se convirtió en uno de los lanzamientos independientes más llamativos del momento gracias a su sobrecogedora ambientación de tonos oscuros y cenicientos. Conforme el título iba desgranando parte de su jugabilidad, vimos que su apuesta RPG de estilo ‘souls’ cobraba una personalidad muy definida gracias a las limitaciones contextuales que encontramos a la hora de encarar la aventura junto a otros jugadores y adentrarnos en sus oscuras mazmorras llenas de secretos y peligros.
Porque sí, puede que algunos jugadores no hayan caído en el detalle de que Ashen, aparte de ser una aventura de rol tradicional, tiene un componente multijugador cooperativo y es uno de los aspectos más evocadores de este juego editado por Annapurna Interactive.
Perdidos en la oscuridad
Ashen nos lleva de la mano a un mundo desolado lleno de misticismo y mitología que nos presenta un típico contexto de luz contra oscuridad, pero lo hace desde una aproximación sin florituras ni grandilocuencia, todo lo contrario.
Con un recorrido por el inicio de los tiempos crea un contexto donde la luz, representada por un ave luminosa, va creciendo junto al árbol de la vida. En las tres etapas de su esplendor, la luz permite nacer a todas las formas de vida que pueblan la existencia. Y es en esa tercera edad cuando surge la raza humana, que se ve envuelta en la búsqueda del Ashen para preservar el futuro de la existencia frente a la oscuridad.
Ese esa evocadora propuesta de la supervivencia de los primeros hombres lo que le da a este juego ese ambiente tan personal y único en el que no encontraremos grandes civilizaciones ni herramientas modernas, sino un mundo primitivo de tribus y magia antigua que nos guía en un difícil viaje de descubrimiento, donde la forja de relaciones es la clave para el futuro de la humanidad.
Precisamente, la construcción de nuestra comunidad es uno de los pilares base de la propuesta de Ashen. No solo se trata de tener un campamento al que volver de vez en cuando en busca de provisiones o descanso, si no que se traduce en un centro neurálgico que evoluciona con cada viaje y agrupa diferentes personajes que nos brindan apoyo, servicios y progresión en nuestra aventura.
Para ello, de forma progresiva en la aventura, vamos conociendo diferentes personajes que tiene un pasado y trasfondo personal que deberemos ir descubriendo poco a poco, lo que nos despliega en la comunidad nuevas opciones. Este hecho, el de realmente sentir que se trata de una comunidad viva lo vemos cada vez al volver de un viaje y observar que nuestro enclave aumenta en construcciones, decoración y servicios.
Un «souls» de corte independiente
Ashen nos presenta una aventura de acción de un marcado corte RPG que bebe directamente de otros maestros del género como Dark Souls, en el que se inspira a todas luces para moldear su propuesta. Esto se traduce en un sistema de combate muy exigente basado en el vigor, donde cada movimiento cuenta y un paso en falso puede hacernos caer de bruces ante un enemigo poderoso al que, de forma realista, no le harán falta muchos golpes para acabar con nosotros.
Tan solo con dos armas a nuestra disposición, un arma ligera con el apoyo de un escudo o un arma pesada a dos manos, nos deja a nuestra suerte en un escenario lleno de peligros donde el único lugar seguro es nuestro enclave. De nuevo, como en la obra de From Software, pequeños altares nos sirven de punto de control y viaje rápido (cuando logremos desbloquearlo), a los que volveremos tras morir. Al caer a manos de un enemigo, no perderemos nuestro equipo, pero si dejaremos en su lugar la escoria que hayamos ido recogiendo por el camino y deberemos rehacer nuestros pasos para volver a conseguirla.
La escoria funciona a modo de moneda de cambio que nos permitirá progresar durante el viaje comprando mejoras, consumibles y creando nuevos artefactos, por lo que nos obliga a planear detenidamente cada incursión y enfrentamiento de forma minuciosa para no vernos perdidos en el exterior sin recurso alguno.
Su oscura propuesta de tonos pastel apagados y cenicientos no solo nos embarca en un viaje de un solo camino, sino que la exploración se hace imprescindible para descubrir los secretos de su escenario en los que encontraremos las armas y objetos más únicos del juego esperando a ser encontrados en rincones inaccesibles del decorado o intrincadas mazmorras oscuras, donde no se ve dos palmos más allá de nuestro farol.
Es aquí donde entra en juego el factor social de Ashen. Por defecto, el juego nos brinda la posibilidad de que, al dejar el campamento, uno de nuestros compañeros se una a nuestro viaje controlado por la IA del juego. Esto nos presenta una situación agridulce en la que la inteligencia artificial se muestra torpe en el combate y el seguimiento, y más que una ayuda acaba resultando en una distracción. En ese momento en el que nos encontramos perdidos en las llanuras, es cuando el multijugador dinámico de carácter pasivo entra en juego y nos enlaza con otros jugadores que estén en nuestra localización.
Sin ser apenas perceptible, nos encontramos compartiendo aventura con otro jugador con el que no podemos comunicarnos de forma oral o escrita. De hecho, durante todo el viaje sorprende que ningún personaje tenga cara, pues la identidad no es importante, solo cuenta la cooperación. De esta manera nos vemos haciendo señas y gestos para coordinarnos a la hora de acabar con distintos jefes finales, grupos de enemigos o simplemente para superar un obstáculo con el que poder acceder a cualquier secreto.
Un mundo sin luz
La evocadora presentación de gente sin cara y escenarios desolados con una dirección artística a caballo entre la pintura y la animación 3D, a la que no sabría ponerle nombre, es lo que entra por los ojos a primera vista y te hace enamorarte del acabado visual de Ashen. Si encima lo bañamos con un acompañamiento sonoro de piezas ambientales de una factura sobresaliente, se convierte en un título de luces y sombras que enamora y hiela la sangre por igual.
No es un lanzamiento impecable tampoco, ya que encontramos algunas caídas de rendimiento durante los viajes, quizá debido al emparejamiento del multijugador dinámico, pero la gracia y la sutileza de los movimientos nos devuelven una respuesta precisa a los mandos tan necesaria a la hora de encarar su exigente combate.
Uno de esos detalles que demuestran el mimo de sus creadores lo vemos en que todas las armas, aunque sean del mismo rango, cuentan con animaciones diferentes, resultando una diferencia táctica a la hora de encarar los enfrentamientos. De igual manera pasa con las diferentes armaduras y sus penalizaciones en el vigor de nuestro personaje.
Conclusiones
Ashen es una de esas joyas independientes que nos llegan de vez en cuando para poner en valor un segmento de la industria de los videojuegos que vive desde hace unos años su particular edad de oro.
Su evocadora presentación visual y, sobretodo, su profundidad jugable de mecánicas roleras y combate exigente son suficientes alegatos para que Ashen pueda ser uno de los referentes del género en el terreno independiente y uno de los mejores juegos que nos ha deparado esta recta final de 2018.