A estas alturas, más de mes y medio después del lanzamiento de la doble de ración de juegos de la franquicia Assassin’s Creed, sigue pareciendo que el único juego de la saga que ha llegado a nuestras consolas este año es el duramente (y desde el punto de vista de un servidor, hasta injustamente) criticado Assassin’s Creed Unity. Y eso que si contamos la remasterización para consolas de sobremesa de Assassin’s Creed III: Liberation, este sería el año más prolífico para la franquicia. Desgraciadamente, la salida en exclusiva de Assassin’s Creed Rogue en consolas de séptima generación, junto a la exclusividad que tenían las de octava con Assassin’s Creed Unity, sumadas a la polémica generada en torno al último, han hecho que Assassin’s Creed Rogue pase sin pena ni gloria tanto entre los foros y los medios especializados. Incluso conozco gente que no teniendo consola de nueva generación, había oído hablar de la aventura parisina de la franquicia pero no del primer juego de la saga que nos presenta a un protagonista templario.
Y tengo que decirlo: esta situación me indigna profundamente. Los medios y los usuarios se han centrado tanto en la polémica sobre Assassin’s Creed Unity, que han creado una cortina de humo tan densa que ha eclipsado completamente a Assassin’s Creed Rogue (y no sólo a éste, sino a otros títulos de Ubisoft como Far Cry 4 o The Crew, de los que se ha hablado más bien poco entre los usuarios). Aunque hay que tener en cuenta que Ubisoft también tiene parte de la culpa (y no estoy hablando de Ubisoft como responsable de la calidad técnica de Unity). Haber planteado Assassin’s Creed Rogue como un juego exclusivo para las consolas de séptima generación cuando tanto la industria como la mayor parte de los usuarios ya se han olvidado de ella, y teniendo en cuenta que Assassin’s Creed IV: Black Flag, un juego del que beben casi todos los aspectos de Rogue, ya fue multigeneracional, desde un punto de vista comercial es un fallo garrafal sin lugar a duda. Aunque, también sin lugar a duda, dentro de poco anunciarán una versión para consolas de octava generación, tal y como se viene comentado desde que se anunció el juego y como terminó pasando con el ya mencionado Assassin’s Creed III: Liberation.
Antes era uno de ellos, ahora les doy caza
Por primera vez en la saga es más importante uno de los aspectos del argumento del título que el emplazamiento del mismo. Hasta ahora siempre nos habían vendido los juegos de la franquicia con cosas como «sé un assassin en las cruzadas», «vive las intrigas del Renacimiento italiano», «rebélate y lucha en la Guerra de independencia americana», «siente la intensidad de la vida de un pirata en el mar Caribe» o «sé testigo de la dureza de la Revolución francesa». Por primera vez parece que el pretexto para contarnos una historia no es llevarnos a un momento importante de la historia de la humanidad, sino, valga la redundancia, contarnos la historia del protagonista, un assassin que se pasa al bando de los templarios. De hecho el marco histórico de la Guerra de los siete años apenas tiene trascendencia en la historia de Assassin’s Creed Rogue, mientras que el entorno elegido, Nueva York, River Valley y el Atlántico Norte, sirve para poco más que seguir con la mecánica de batallas navales de Assassin’s Creed IV: Black Flag. Si no fuese por los fuertes lazos argumentales que guarda con otros juegos de la franquicia, el título se podría haber desarrollado en otro punto, tanto del tiempo como del espacio.
Sin embargo es un acierto que hayan elegido la Guerra de los siete años. Si bien la historia de Shay Cormac se podría haber contado perfectamente eligiendo otros antiguos compañeros a los que eliminar, haber elegido el periodo entre Assassin’s Creed IV: Black Flag y Assassin’s Creed III nos permite ser el centro de la purga llevada a cabo por los templarios que ya se mencionaba en Assassin’s Creed III (siempre es interesante vivir episodios mencionados en otros juegos), así como reencontrarnos con personajes que ya habíamos conocido en los anteriores juegos, de manera que podemos ver a un Haytham Kenway y un Aquiles Davenport rejuvenecidos, a un ya casi anciano Adéwalé y a alguna que otra sorpresa. De todos estos elementos nace uno de los guiones más interesantes de la saga, aunque no la más profunda. Si bien es cierto que la historia es bastante corta, se agradece bastante al ir más al grano, y en ella se mezclan el ya clásico esquema de tener que matar a una lista de objetivos, la novedad de que esta vez nuestras víctimas serán assassins, la aparición estelar de viejos conocidos (aunque algunos de ellos sean más jóvenes), las aventuras por mar y el siempre atrayente misticismo que envuelve a todo lo relacionado con la Primera Civilización, sus artefactos y sus templos.
Por otra parte, en el presente Abstergo Entertainment sigue intentando lidiar con las consecuencias del ataque informático que sufrieron un año atrás a manos de Shaun Hastings y Rebecca Crane, y buscan en la historia de Shay Cormac algo con lo que atemorizar a los asesinos, mostrándoles lo que pueden llegar a hacer los templarios en caso de ser necesario.
¡Izad velas y al abordaje!
La primera sensación que te da Assassin’s Creed Rogue cuando tomas el control de Shay es que es prácticamente idéntico a Assassin’s Creed IV: Black Flag. Y lo es. Tanto, que teniendo en cuenta su corta duración si lo comparamos con otros juegos de la franquicia (seis secuencias frente a las doce o trece secuencias de los otros juegos), bien podría haberse tratado de un contenido descargable para Black Flag, incluso teniendo en cuenta las mejoras que trae el juego jugablemente, como nuevos tipos de armas y nuevas funciones jugables, ya que tenemos que tener en cuenta que Freedom Cry, el único contenido descargable con historia de Assassin’s Creed IV: Black Flag también incorporaba nuevas mecánicas, por no hablar de otro protagonista, otro barco y nuevas localizaciones. Sin embargo la historia de Assassin’s Creed Rogue es mucho más larga y relevante que la de Freedom Cry, así como los escenarios por los que nos movemos y todas las actividades que tenemos para hacer. Por ello, a pesar de ser un evidente reciclado de muchos elementos de Black Flag, éste título se merece completamente ser un juego a parte y no un contenido descargable para uno de sus predecesores.
Meternos en la piel de un templario se tiene que notar en algo más que en la historia, y los chicos de Ubisoft Sofia han sabido ver la oportunidad de introducir nuevas mecánicas relacionadas con la condición templaria del protagonista, aunque tal vez la deberían haber aprovechado todavía más. Gracias a su pasado como assassin disponemos del y clásico arsenal de habilidades relacionadas con los asesinos, como la vista de águila, las hojas ocultas, el salto de fe, técnicas de distracción (a diferencia de Assassin’s Creed Unity, podemos silbar cuando estamos escondidos para atraer a nuestra presa), etc. Dado que los templarios a lo largo de la historia no han sido muy dados a tener agentes dedicados de manera activa al asesinato, algo más propio de los asesinos, parece que la Orden del Temple no tiene técnicas ni habilidades propias, pero ser un templario, y más un antiguo assassin, un traidor, nos pone directamente en el punto de mira de la Hermandad. Esto se traduce en que seremos acosados por los assassins, que enviarán agentes a matarnos, se esconderán en lugares en los que habitualmente lo haríamos nosotros y esperarán a que nos acerquemos imprudentemente para asestarnos un golpe mortal. Por suerte estaremos prevenidos. Aquí el juego bebe del multijugador, e incorpora los susurros y la brújula del modo que se introdujo con Assassin’s Creed Brotherhood. De esta manera cuando empecemos a oír susurros, activamos la vista de águila y nos aparecerá una brújula que nos indica la dirección y la distancia a la que está el assassin que nos acecha. Sólo tendremos que acercarnos con la vista de águila activa, buscar desde cierta distancia y cuando esté localizado, acercarnos un poco más para provocar el ataque y sorprenderle con un contraataque mortal.
Por lo demás tiene características muy similares a Black Flag. Podremos buscar tesoros enterrados que llevan hasta una armadura templaria del siglo XI, así como pilares indios que tras solucionar un puzzle nos darán un totem que, una vez reunidos todos, podremos desbloquear una armadura india, o recoger piezas de una espada vikinga que apuntan a los restos de una vieja expedición en los que encontraremos una armadura nórdica. Podemos mejorar poco a poco nuestro barco, el Morrigan, para enfrentarnos a barcos cada vez más grandes y que ofrecen mejores recompensas porque, sí, vuelven los combates navales, esos con los que te puedes pasar horas y horas hundiendo barcos como un tonto. Desgraciadamente no podemos dotar al Morrigan con una campana para sumergirnos en las gélidas aguas del Atlántico Norte (y precisamente igual porque son gélidas) en busca de tesoros hundidos. Y por supuesto, vuelven los superbarcos, y si os pareció difícil la batalla contra dos superbarcos de Black Flag, esperad a tener que luchar contra tres o toda una flota…
Hay que mencionar, tras haber jugado a Assassin’s Creed Unity, que Assassin’s Creed Rogue no incluye el sistema de sigilo que estrenamos en la aventura francesa, y que a pesar de ser una novedad de este año, es algo que ya se echa de menos. En más de una ocasión se echa en falta la posibilidad de ponerse a cubierto agachado tras un objeto bajo a fin de que el enemigo no te vea. En esas ocasiones, desgraciadamente, la única opción que te queda es buscar un sitio más alto tras el que esconderte. Sin embargo, como ya se ha mencionado, se han mantenido mecánicas como la de silbar, o poder esconder cuerpos. Esperemos que en las próximas entregas combinen todo esto para darle al juego una jugabilidad de sigilo todavía mejor.
La visión de un templario
Si lo comparamos con Assassin’s Creed IV: Black Flag, con su versión de séptima generación, Assassin’s Creed Rogue no supone ningún salto gráfico, aunque habría que ver si las consolas de séptima generación están para soportar gráficos mucho mejores que los de la entrega caribeña. Aun así el juego luce muy bien gráficamente y es todo un espectáculo visual combatir de noche en plena ventisca en medio del océano ártico rodeado de icebergs. Por supuesto gráficamente podría dar mucho más de sí en consolas de octava generación, pero por el momento nos tendremos que conformar con esta versión. Por suerte a diferencia de su «hermano mayor», Assassin’s Creed Unity, Rogue no sufre de una cantidad ingente de bugs (ni siquiera de una pequeña cantidad de ellos) ni de una caída de framerate, que es lo que parece lastrar al título de la Revolución francesa. En ese aspecto Assassin’s Creed Rogue cumple de sobra.
Eso sí, no esperéis que icebergs y aguas congeladas vayan a ser todo lo que visitéis si finalmente os decidís por darle una oportunidad a éste título. En total nos encontramos con tres grandes zonas bien diferenciadas. En el Atlántico Norte libraremos la mayoría de las batallas navales y nos encontraremos con un mapa más o menos diverso aunque mayormente helado. Aquí abundan los icebergs y cuanto más al norte viajemos más blanco se volverá todo. En River Valley encontraremos un clima más apacible, mientras que las aguas de esta zona son un entramado de ríos navegables entre bosques y acantilados. Para quien le guste la naturaleza, es una zona visualmente hermosa y con muchos detalles para descubrir. Por último tenemos Nueva York, ciudad que ya visitamos en Assassin’s Creed III. En esta ocasión tendremos la oportunidad de visitarla unos años antes de que Ratonhnhaké:ton correteara por sus calles.
Desgraciadamente la falta de potencia de las consolas de séptima generación parece que no permite a los desarrolladores crear interiores como los vistos en Unity, y mucho menos pasar de exteriores a interiores sin tiempos de carga. Afortunadamente el diseño de los exteriores es de sobra suficiente para la historia y las pretensiones del juego.
Me suena esa canción
Como viene siendo habitual en la franquicia, la banda sonora parece reciclada de otras entregas, o por lo menos el leitmotiv del juego que es el mismo que en Assassin’s Creed IV: Black Flag. Esto por desgracia empaña un apartado artístico bastante impecable y da la sensación de dejadez, incluso si la banda sonora de las misiones está compuesta desde cero. Al final en lo que recala el jugador es en el tema que más se repite a lo largo del juego, o en los menus, y si es el mismo que en otras entregas uno se queda con la sensación de que no se han molestado en crear nuevos temas.
Por otra parte el juego viene doblado completamente al castellano en los diálogos, mientras que los soldados ingleses hablan inglés y los franceses francés, tal y como viene siendo habitual en la franquicia. Así mismo, si un combate naval en medio de una tormenta de ventisca ya es algo visualmente espectacular, la sensación de peligro aumenta exponencialmente gracias a los efectos sonoros, en los que puedes oír como cruje hasta la última tabla del barco debido a la torsión ejercida por el viento, las olas y el timonel que se empeña en virar a vabor cuando el viento sopla en dirección opuesta.
Concluyendo, Assassin’s Creed Rogue desgraciadamente puede llegar a convertirse en uno de los tapados de 2014 incluso perteneciendo a una franquicia millonaria como Assassin’s Creed. El lastre de la polémica de Unity ha podido con él, pero los jugadores deben ser inteligentes y ver que se trata de dos juegos diferentes desarrollados por estudios diferentes. Porque, si lo hacen, descubrirán que se están perdiendo muchas horas de diversión (por corta que sea la historia, hay tanto para hacer en el juego que pocas horas no se van a invertir en él) y sobre todo, una de las historias más interesantes de la saga.
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Lo bueno
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- La historia desde el prisma de un templario
- Los combates navales
- Ver a viejos conocidos
- Cantidad de cosas por hacer
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Lo malo
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- La historia es un tanto corta
- Le falta el sistema de sigilo de Unity
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