Mucho ha pasado ya, concretamente siete años, desde el lanzamiento de Assassin’s Creed, un título que daría comienzo a la saga homónima y que iniciaría una franquicia millonaria para Ubisoft. Desde entonces la saga de asesinos se ha convertido en la gallina de los huevos de oro para la editora gala, habiendo publicado antes de comienzos de este mes de noviembre un total de seis juegos de la franquicia para consolas de sobremesa (siete si consideramos la remasterización de Assassin’s Creed Liberation para consolas de séptima generación). Además tenemos otros tantos spin-offs, juegos menores lanzados en plataformas como Facebook, Nintendo DS, PlayStation Portatil o los diferentes sistemas de dispositivos móviles como tabletas o smartphones, por no hablar de contenidos descargables como Grito de Libertad para Assassin’s Creed IV: Black Flag, que nos presenta una nueva campaña con un nuevo protagonista.
Entre el primer título y el segundo de la saga, en consolas de sobremesa, hubo que esperar dos años para que llegase a nosotros un Assassin’s Creed II considerado por muchos como el juego más perfecto de la franquicia por el momento, con el permiso de Assassin’s Creed IV: Black Flag, que aunque también está considerado un grandísimo título, muchos lo consideran más un juego de piratas que un Assassin’s Creed. Desde el lanzamiento de la segunda entrega de la saga Ubisoft nos ha bombardeado con una entrega anual de la franquicia. Así hemos podido vivir la vida entera de Ezio Auditore, protagonista de Assassin’s Creed II y que seguíamos siendo testigos de sus andanzas en Assassin’s Creed Brotherhood y en Assassin’s Creed Revelations; vivíamos los acontecimientos más trascendentes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos en el papel de Connor Kennway, o navegábamos a lo largo y ancho del mar Caribe de la mano del abuelo de Connor, Edward Kennway, en una gran aventura de piratas.
Pero ahora, en 2014, con dos generaciones de consolas conviviendo aún en el mercado, Ubisoft ha decidido que es la hora de lanzar no sólo un título de la franquicia, sino dos. Uno exclusivo para consolas de octava generación y el otro para las consolas de séptima generación (aunque sólo el tiempo dirá si de verdad es exclusivo de la séptima generación o acabará engrosando el catálogo de Xbox One y competencia). Hablamos por supuesto de Assassin’s Creed Unity y Assassin’s Creed Rsogue, siendo el primero de los dos el que nos interesa en esta ocasión.
Assassin’s Creed Unity nos transporta esta vez al París de finales del siglo XVIII, o lo que es lo mismo, nos sumerge en el corazón de la Revolución francesa, algo que muchos llevábamos años soñando y pidiendo (yo personalmente desde que me enteré de que Assassin’s Creed II iba a ser en el Renacimiento italiano, dije «el siguiente en la Revolución francesa»). El resultado ha sido una vuelta a lo que fue Assassin’s Creed II. Assasin’s Creed Unity devuelve la aventura a un entorno urbano, con una ciudad abierta con mucho por hacer y sin grandes zonas desiertas sin nada que hacer.
¡Allons enfants de la Patrie!
París, finales del siglo XVIII. La Revolución francesa se gesta en las calles de París mientras Arno Dorian vive en Versalles (la aldea, no el palacio) bajo el amparo de su mentor, François de la Serre tras el misterioso asesinato de su padre, Charles Dorian. Pronto la tragedia vuelve a sacudir la vida de Arno, un evento del que nuestro protagonista se siente responsable al igual que de la muerte de su padre, lo cual hará que se una a la Hermandad de Asesinos buscando redención.
La tragedia llega a la vida de Arno
La historia de Assassin’s Creed Unity recuerda mucho a la de Assassin’s Creed II. En ambas nos encontramos a los mandos de un joven asesino que ha visto como su figura paterna muere (en el caso de Arno, dos figuras paternas), y que tras ello inicia un camino de búsqueda y asesinato de los responsables de la muerte de sus seres queridos. Aunque mientras la de Ezio era la simple venganza, a Arno lo mueve más el sentimiento de culpa y la búsqueda de redención. Tal vez un eufemismo con el que autoconvencerse de que su cruzada contra los Templarios está más que justificada.
Además, al igual que la época del Renacimiento italiano, la Revolución francesa supone un marco ideal para las tramas de conspiraciones entre Asesinos y Templarios, y Travis Stout, guionista de esta entrega, ha sabido aprovechar los oscuros acontecimientos que marcaron el devenir de la nación francesa para mostrarnos las complicadas maniobras de la Orden de los Templarios y la Hermandad de Asesinos en el gran tablero de ajedrez en el que se convirtió París durante la revolución que derrocaría al antiguo régimen.
Assassin’s Creed Unity, al igual que las entregas anteriores, está plagado de personajes históricos que hacen las veces de estrella invitada y que tienen su papel en la búsqueda de Arno. Personajes tales como Maximilen de Robespierre, el Marqués de Sade o Napoleón Bonaparte se cruzan en nuestro camino. Además, un detalle muy curioso que de hecho parece pasar inadvertido para Arno, es que en su primer encuentro con Napoléon, éste está buscando algo y cuando lo encuentra, si estamos atentos podemos percibir que se trata de un Fragmento del Edén, lo cual podría explicar su futuro rápido ascenso en la jerarquía del ejército. Eso sin tener en cuenta que en los enigmas de los glifos de Assassin’s Creed II ya se revelaba que Napoléon había poseido (y utilizado) un Fragmento del Edén.
Napoleón encuentra lo que busca
El contrapunto a la estupenda trama de Assassin’s Creed Unity lo pone lo que hasta ahora ha sido el conector entre los juegos de la franquicia: la historia en la actualidad. Tras los sucesos de Assassin’s Creed en la actualidad, esta parte de la historia tomó un nuevo rumbo en varios aspectos. Primero dejamos de controlar a Desmond Miles para tomar el control de un usuario de Helix, la versión comercial del Animus que Abstergo Entertainment ha lanzado al mercado en forma de videojuego (un sujeto de pruebas en Black Flag, y un usuario corriente en Unity). Por otro lado la trama se centra ahora en evitar o retrasar el objetivo de la Orden Templaria de conseguir cartografiar el genoma de los precursores para poder comprenderlos y, empleando ingeniería inversa, poder manufacturar algún día sus propios Fragmentos del Edén sin tener que buscarlos. Su mejor baza para avanzar en ello es encontrar a los Sabios, portadores de grandes cantidades de ADN de los precursores, y nuestra labor evitar que los encuentren.
El problema es que toda esta nueva trama tanto en Assassin’s Creed IV: Black Flag se toca de puntillas. Lo principal se explica durante la historia del juego, pero lo necesario para entender en profundidad esta trama está oculto en el juego y hay que desbloquearlo, y por lo general leerlo e incluso terminar deduciéndolo. Seguramente los aficionados empedernidos de la saga buscarán toda la información posible dentro del juego y no pararán hasta descubrir todos los secretos y comprobar lo rica que es la trama de la saga Assassin’s Creed: Pero a aquellos que jueguen sólo por pasarse la campaña y poco más no les llegará toda esta información y no verán Assassin’s Creed como algo fascinante, lo cual supone un grandísimo error por parte de Ubisoft, ya que de esta manera ahuyentan a potenciales aficionados y compradores.
Parkour, partout
Una buena historia como la de Assassin’s Creed Unity hay que respaldarla con las misiones, y estas tienen que ser lo más variadas y emocionantes posibles. Los chicos de Ubisoft Montreal han conseguido darle al juego una variedad más que aceptable, hablando únicamente de las misiones de la historia principal. Como viene siendo habitual en la franquicia, destacan por encima de las demás los recuerdos de asesinato, sobre todo por su importancia en la trama, que vienen a ser la culminación de la mayoría de las doce secuencias del juego. Aunque entre las demás hay misiones de todo tipo, desde el típico recuerdo de seguir a un alto rango templario para descubrir la localización de nuestro objetivo final, hasta investigar el asesinato de un personaje importante, pasando por perseguir un globo por los tejados de París. Además se han añadido tres misiones en las que Arno abandona la etapa revolucionaria de París y viaja, dentro de Helix, a otras épocas como la Belle Epoque donde tendremos que recorrer los túneles del metro de París y nos encontraremos con una réplica de la Estatua de la Libertad; el París ocupado por los alemanes en el que tendremos que escalar una Tour Eiffel engalanada con enseñas nazis (y que supone la culminación a una secuencia sublime); o finalmente visitaremos el pasado de la capital francesa y tras recorrer las cuevas medievales de las afueras de París, nos encontraremos a las afueras de la ciudad que está siendo asediada en el marco de la Guerra de los Cien Años.
A los recuerdos de la historia principal hay que añadirles las Historias de París, que básicamente son misiones secundarias y que vienen en gran cantidad y variedad. Desde infiltrarnos en una sociedad secreta, has recuperar el trabajo de Nicolas Flamel (supuesto descubridor de la Piedra Filosofal), pasando por investigar unas apariciones demoniacas misteriosas o ayudar al marqués de Sade a hacerse con el control de un burdel, son muchos, muchísimos, los recuerdos que Arno puede protagonizar por las calles de París y que sin duda le dan al juego mucha más vida. Además también están las investigaciones de asesinatos sin resolver. En ellas tendremos que investigar uno o varios asesinatos empleando la Vista de Águila, ir siguiendo el rastro, reunir pistas y declaraciones, y al final acusar a uno de los sospechosos para así recibir una recompensa en forma de equipo. Si acertamos a la primera, además tendremos una bonificación económica. Y eso por no hablar de los enigmas de Nostradamus, que nos tendrán resolviendo acertijos y dando vueltas por todo París con el fin de conseguir la poderosa armadura de Thomas de Carneillon.
Y la cosa no acaba ahí. Al igual que en anteriores entregas, nuestro Assassin tiene una base de operaciones en la que poder caerse muerto al terminar la jornada de asesinatos y saltos por los tejados. Se trata del Café Théâtre, una especie de café con escenario en el que los revolucionarios dan rienda suelta a su retórica revolucionaria, un café en cuyo alrededor se han construido una serie de anexos en forma de cocinas, comedores, dormitorios, salas de trofeos, salón de entrenamiento, salas de armaduras… La cuestión es que Arno puede abrir sucursales del Café Théâtre en varios puntos de París. Estos, además de engrosar la cantidad de ingresos que van llegando periódicamente al cofre de nuestra base de operaciones, desbloquean dos o tres misiones secundarias más, que por lo general consisten en eliminar ciertos objetivos con el fin de reducir la presencia de fanáticos revolucionarios (los cuales son contratados por los templarios) de los barrios de París. Y así, poco a poco, vamos liberando la capital de Francia del control templario.
Las vistas desde el Café Théâtre
Con una ciudad del tamaño del París recreado en Assassin’s Creed Unity, poder desplazarse fácilmente de un lado resulta algo esencial, y obviamente, tratándose de un Assassin’s Creed, el parkour es la clave y no podía faltar. Desde que se inició la saga en 2007 han sido varios los intentos de mejorar este sistema, aunque hasta ahora siempre habían sido mejoras menores como el doble salto introducido en Assassin’s Creed II o el correr por los árboles de Assassin’s Creed III. Sin embargo para esta ocasión los desarrolladores de Ubisoft Montreal han querido modificar el sistema de una forma más profunda. Ahora es un sistema más dinámico, que implica más «esfuerzo» por parte del jugador. Hasta ahora al presionar el gatillo derecho el personaje hacía parkour casi de forma automática, aunque estaba limitado a ir en horizontal o hacia arriba. Con la nueva fórmula presionar simplemente el gatillo derecho sólo servirá para que Arno haga parkour horizontalmente, es decir, saltar de un elemento a otro, siempre que estén más o menos a la misma altura. Si queremos ascender tendremos que añadir a la combinación el botón A. Por otro lado, y lo que tal vez mejor funcione del nuevo sistema, es el parkour descendente. Hasta ahora la mejor manera de bajar era hacer un salto de fe, si era posible, o bajar con cuidad. Sin embargo, en Assassin’s Creed Unity si en lugar de combinar RT+A, combinamos RT+B, el parkour se vuelve descendente y Arno baja por las paredes de los edificios con la misma facilidad con la que subían sus antecesores. Además si vamos corriendo por la calle, esta combinación nos servirá para deslizarnos por encima o debajo de obstáculos, tales como mesas o cajas.
Sin embargo el sistema no es perfecto. Si ya en anteriores entregas a menudo daba la sensación de que las piezas metálicas del equipo del personaje se veían irremediablemente atraídas por imanes ocultos en el escenario, haciendo que saltásemos a menudo a lugares no deseados, por alguna razón en Assassin’s Creed Unity esto parece acentuarse. Tal vez el haber vuelto más compleja la manera de hacer parkour exija una mayor precisión que las entregas anteriores, algo que sobre todo notarían los habituales de la franquicia que estén cómodamente acostumbrados a la simplicidad del sistema clásico. Pero aun así no son pocas las veces que esto hace que los movimientos de Arno den la sensación de ser poco fluidos (aunque por suerte ya no da la sensación de que el personaje pesa tonelada y media, como pasaba en la demo disponible en la Madrid Games Week).
Arno desciende rápidamente de Notre Dame
Completamente nuevo es el modo sigilo, gracias al cual podremos tomar como cobertura casi cualquier superficie vertical (paredes, muebles, cajas, etc.) o acercarnos a hurtadillas por la espalda a un enemigo para clavarle el frío acero de nuestra hoja oculta. Es un gran añadido a la jugabilidad de la franquicia y que ojalá aparezca en las futuras entregas de la saga, pero aún le queda mucho por pulir. Mientras que es posible cambiar de una cobertura a otra que esté próxima simplemente con apretar un botón, no se nos permite girar esquinas, para lo cual hay que abandonar la cobertura, girar y volver a cubrirse. Y ello genera un riesgo innecesario de que nos descubran. Es curioso, porque el mismo estudio tiene otro título reciente, Watch Dogs, que emplea un sistema de coberturas que funciona de manera muy similar y sí nos permite girar una esquina a cubierto, algo que se daba por hecho que en Assassin’s Creed Unity sería idéntico. Incluso para lanzar una bomba de humo o una de las herramientas similares nos vemos obligados a «abandonar» la cobertura, con lo cual nos arriesgamos una vez más a ser descubiertos.
Pero si por un lado han añadido este modo sigilo, inexplicablemente hay elementos relacionados con él, algunos de ellos que acompañan a la saga desde el segundo título, que han desaparecido y que afectan (o deberían afectar) mucho a la jugabilidad. Desde hace algunas entregas, cuando estábamos escondidos en un carro de heno o cualquier otro tipo de escondite o cobertura, podíamos silbar para llamar la atención del pobre guardia de turno, atraerlo a nosotros (alejándolo a su vez de las indiscretas miradas de sus compañeros) y eliminarlo. Esta opción ha desaparecido, por lo que las únicas opciones que nos quedan son escondernos (si es posible) cerca del recorrido de un guardia que esté patrullando, o si el guardia al que queremos eliminar permanece estático en un punto (como la inmensa mayoría de ellos) intentar atraerlo con una bomba señuelo. El problema de éstas es que tenemos un número limitado y por lo general atraen a más enemigos de los deseados, y por lo tanto la táctica se vuelve bastante ineficaz. También han eliminado el ancestral truco de esconder los cuerpos. O eliminas a un guardia desde un escondrijo o en una zona apartada a la vista, o el próximo guardia que pase por allí se enterará de que algo ha pasado. Claro que tampoco supone un gran problema, porque aunque muestran preocupación por la muerte de su compañero de armas, pronto se olvidarán de lo ocurrido y seguirán a lo suyo sin dar la voz de alarma (vale que no parezcan muy inteligentes, pero es que encima tienen memoria de pez). Y esa es otra, porque en todo el juego no hay ni una sola desincronización por ser detectado. El paraíso de aquellos a los que les gusta más ir a saco que el sigilo.
¡A las armas!
Y hablando de ir a saco. El combate ha vuelto a sufrir una nueva reforma. Este apartado es un poco como el sistema educativo en España, que cada legislatura cambia y nunca consiguen hacer algo bien. Bueno, tal vez en esta ocasión, en Assassin’s Creed Unity, hayan conseguido un sistema de combate a gusto de todos. X atacar, A rodar para esquivar y B para bloquear. Por fin no es suficiente con apretar un único botón constantemente. La B sólo sirve para bloquear, y si quieres devolver el golpe tras un bloqueo habrá que pulsar la X, mientras que atacar y atacar con la X sin preocuparte de bloquear o esquivar los ataques enemigos es prácticamente un suicidio, al menos con los enemigos de nivel igual o superior al de Arno. Además algunos movimientos de combate hay que desbloquearlos, lo cual poco a poco va ampliando el repertorio de movimientos de Arno.
Otro apartado nuevo en la franquicia, entre comillas. Ya desde Assassin’s Creed II podíamos ir mejorando la armadura del protagonista comprando cada vez piezas de mejor calidad, así como elegir el arma que queríamos llevar o comprar tintes para la ropa del personaje. Assassin’s Creed Unity lo que hace es darle una vuelta de tuerca al sistema y en lugar de tener una única opción por pieza de armadura y nivel (lo que a la larga hacía que sólo tuviésemos una armadura de cada nivel), ahora podemos elegir entre varias piezas de un mismo nivel, cada una con sus características, e ir combinándolas para conseguir mejoras en sigilo, salud, combate cuerpo a cuerpo o distancia, según nuestras preferencias. Además, dado que cada pieza es estéticamente distinta a las demás, de esa manera personalizamos la apariencia de nuestro personaje. También podemos, como se ha comentado antes, personalizar las habilidades de Arno, de manera que podemos enforcar nuestro asesino más hacia el sigilo, el combate, la resistencia o el combate a distancia.
Nada es verdad, todo está… conectado
Assassin’s Creed Brotherhood trajo a la franquicia el multijugador de Assassin’s Creed, presentando una variedad de modos enfocados a asesinar a nuestros objetivos de la manera más sigilosa posible a la vez que debíamos evitar que nuestros perseguidores diesen con nosotros y nos diesen caza, escondiéndonos entre la multitud. La verdad es que suponía un soplo de aire fresco entre tanto multijugador de disparos, ya que aunque era posible jugar a lo loco, las recompensas eran mayores si uno se lo tomaba con cierta calma e intentaba un enfoque más sigiloso. Sin embargo, y a pesar de las alabanzas recibidas, muchos fueron los detractores de un modo multijugador que con el tiempo fue añadiendo nuevos modos de juego tanto individuales como de cooperación por equipos. Hasta 2014. Ninguno de los dos juegos que han salido este año, Assassin’s Creed Rogue y Assassin’s Creed Unity, incluyen el modo multijugador competitivo (aunque Ubisoft dejó abierta la puerta a incluirlo en Assassin’s Creed Rogue en un futuro mediante descarga). Por su parte Assassin’s Creed Unity incluye por primera vez en la franquicia misiones de historia cooperativas (aunque no de la historia principal).
Estas suponen una extensión a las misiones secundarias antes mencionadas, sólo que se nos permite jugarlas con hasta tres jugadores más, son algo más complejas que las Historias de París y las recompensas son, por lo general, bastante mayores. Son un gran añadido sin lugar a duda, sobre todo desde que cada asesino es diferente y mientras que uno puede tener más desarrolladas habilidades de asesinato, otro puede ser más hábil abriendo cerraduras que permiten nuevas vías por las que seguir avanzando. Aun así este modo de juego sufre la lacra de cualquier multijugador cooperativo, y es que la experiencia es mucho más divertida si juegas con amigos con los que puedes comunicarte para diseñar estrategias, tomarlo con cierta calma y no ir a lo loco. Pero sin lugar a duda es un gran punto a favor de Assassin’s Creed Unity.
La Companion App
Además del cooperativo, si bien no es un multijugador, Assassin’s Creed Unity tiene más facetas en línea. Una de ellas es Assassin’s Creed Unity Companion, una aplicación para teléfonos inteligentes y tabletas de los sistemas Android e iOs. En ella podemos gestionar nuestra hermandad de asesinos que operan por la capital gala, del mismo modo que podíamos hacer en anteriores entregas enviando a nuestros asesinos a realizar misiones por el continente. Tras completar cierta cantidad de misiones iremos desbloqueando cofres (los azules) para que Arno o uno de los asesinos de la Hermandad vaya a recogerlo, aunque no queda muy claro como se establece quien lo recoge. Además también podremos desbloquear misiones de asesinato para Arno, así como artefactos que luego podremos recoger en las misiones de la Belle Epoque, el París ocupado o el asedio durante la Guerra de los Cien Años. Lo malo de esta aplicación es que no está también integrada en el juego, como lo estaba la de Assassin’s Creed IV: Black Flag, donde podías enviar barcos a hacer misiones tanto desde el juego como desde la aplicación. Y ojo, porque la aplicación consume batería que da miedo.
Y por otra parte está Initiates, que es un programa de Ubisoft para recompensar a los fans más fieles de la saga. El problema está en que para subir de nivel en Initiates tienes que ganar puntos experiencia, los cuales se consiguen poseyendo los distintos títulos de la saga. De manera que si quieres desbloquear los cofres que hay repartidos por el mapa de París y que dependen del nivel que tengas en Initiates, tienes que haber pasado por caja previamente. Es un sistema que castiga a quienes se hayan saltado una entrega de la saga. Y sólo a ellos en principio, porque el sistema funciona mal y no reconoce los juegos a los que uno a jugado, así que es imposible abrir dichos cofres. Dicho esto, parece que Ubisoft tiene algunos problemas con la sincronización de sus servidores, puesto que jugar a la Companión App desbloquea el atuendo de Ezio Auditore para que lo vista Arno, cosa que no sucede por alguna razón por más tiempo que juegues a la aplicación.
Fallo de simulación del Animus
París, 1789. Mientras la aristocracia vive en la opulencia en suntuosos palacios como el de Versalles, el pueblo muere de hambre en las insalubres calles de la ciudad. Todos hemos oído hablar de la Revolución francesa, pero Assassin’s Creed Unity nos hace vivirla. Es difícil (por no decir imposible) encontrar un juego de mundo abierto con tanta vida como este nuevo título de la franquicia Assassin’s Creed. La cantidad de parisinos por las calles llevando a cabo mil y un actividades distintas es abrumadora. Girar una esquina y encontrarte una muchedumbre entre la que te tienes que abrir paso no tiene precio, y la cosa mejora cuando empiezas a fijarte en cada uno de ellos y ves como algunos llevan cadáveres, otros discuten entre ellos, otro da un discurso subido a una caja mientras dos amantes se besan apretujados contra el muro de un callejón (que para algo es París, la ciudad del amor). Detalles como este los hay a patadas, como el del hombre subido a un tejado mirando por un telescopio. Perros, gatos e incluso gallinas y otros animales completan un elenco con el que se llenarían varios estadios. Y todo ello aderezado con un ciclo de noche y día que hace que la ciudad se transforme. Y lástima que entre el arsenal de Arno no haya un paraguas, porque de vez en cuando no le vendría mal.
París es una ciudad inmensa
Lamentablemente esta maravilla tecnológica se ha visto empañada por la polémica de los 900p de resolución y los 30 cuadros por segundo que descienden fácilmente a cotas bastante inferiores. Sin embargo en el caso de la bajada de cuadros por segundo no es algo tan notable como se ha estado comentando, y por lo general no se dan más que en los interiores de iglesias en los que las transparencias de las vidrieras parecen generar algún tipo de sobrecarga en las máquinas. Pero ni mucho menos por ello el juego es injugable, habiendo otros que pegan tirones mucho más bruscos y más a menudo, teniendo mucha menos repercusión. Lo que si es algo prácticamente constante es el popping, muy frecuente en las texturas de la ropa de los habitantes de París y otros elementos del entorno como ramas de árboles y pequeños objetos.
Por otra parte está el tema de los bugs, que parece haberlos para todos los gustos. Desde caras que desaparecen y dejan ver el interior de los ojos y la boca, a Arnos voladores o personajes que atraviesan paredes, parece que el juego está plagadito de ellos, aunque en la mayoría de casos son cosas ínfimas que no afectan para nada a la jugabilidad, mientras que los casos graves (y el tema de las caras), parecen ser temas aislados. Personalmente yo no he sufrido prácticamente ninguno, aunque como siempre, es cuestión de suerte.
París, la ciudad de las luces
Durante la Revolución francesa aún faltaba un tiempo para que la capital de Francia recibiese ese título, pero a pesar de no haberse instalado el alumbrado eléctrico que se lo concede, el París de Assassin’s Creed Unity brilla con luz propia. Hoy mismo os mostrábamos una comparación del París del videojuego con la ciudad real, y no es para menos. El diseño artístico de este juego es, en pocas palabras, fas-tu-oso. Quien conozca la ciudad reconocerá fácilmente algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como pueden ser la catedral de Notre Dame, los Inválidos o el Palacio de Luxemburgo. Aunque mientras algunos de los monumentos más importantes de París han perdurado, otros se han perdido, como el Palacio de las Tullerías, devorado por un incendio en 1871, o la propia Bastilla, símbolo de la revolución y que fue demolido para aprovechar las piedras de ésta. Y no sólo algunos de los monumentos de la época han desaparecido. Muchas viviendas fueron demolidas durante la remodelación de París llevada a cabo por el barón Haussmann, y el estilo de la ciudad cambió mucho entonces. Assassin’s Creed Unity nos brinda una oportunidad perfecta de visitar el París revolucionario, entre calles sinuosas atestadas de parisinos, barricadas, carteles revolucionarios, patíbulos con guillotinas en las plazas, carretas aparcadas y un largo etcétera. Sin duda el trabajo artístico hecho para crear un París inmenso es digno de mención.
El lujo de la aristocracia
Y la cosa no queda en los exteriores. Hasta ahora en la saga habíamos visitados unos cuantos interiores, aunque como regla general se trataba de edificios importantes o misiones que sucedían dentro de los mismos y a los cuales no podíamos acceder una vez completada la misión (a menos que repitiésemos el recuerdo). En Assassin’s Creed III se añadió la posibilidad de atajar por el interior de las casas, entrando por una ventana y saliendo por la otra, pero esto no era más que una animación. Assassin’s Creed Unity amplía esto, y lo hace a lo grande. Una gran cantidad de edificios de París se pueden visitar por dentro en cualquier momento y libremente. De esta manera podemos entrar tanto en tabernas, restaurantes o las casas de los habitantes de París, así como los fastuosos palacios y mansiones repartidas por la ciudad donde la riqueza y belleza de sus interiores deja de manifiesto las diferencias que había entre el tercer estado y los demás. También podemos acceder al interior de varios templos, entre los que destaca la Sainte-Chapelle en la que los vanos entre columna y columna están cerrados por fabulosas vidrieras (y que suponen uno de los principales causantes de la bajada de tasa de cuadros por segundo).
¡Canta el pueblo su canción!
Lo sé, esa canción es de Los Miserables, un musical que a Shaun Hastings parece desagradarle, y que se sitúa años después de la Revolución francesa. Pero junto a la Marsellesa, el actual himno de Francia, no he podido sacarme de la cabeza ese tema del musical. Tal vez porque encaja a la perfección con la temática revolucionaria del juego, y sobre todo porque aunque la banda sonora original de Assassin’s Creed Unity es más que correcta, no incluye ningún tema que parezca encajar con el ambiente revolucionario, y que a menudo da la sensación de ser un refrito de temas de juegos anteriores, recordando muchas veces al tema principal de Assassin’s Creed IV: Black Flag. En lo que a efectos sonoros se refiere, al igual que el diseño artístico visual del juego, está lleno de detalles y matices que hacen la experiencia todavía más inmersiva, como en la mayoría de juegos actualmente.
Sin embargo, hay un detalle que enturbia un poco este apartado, aunque obviamente es algo propio únicamente de la edición española del juego. Se trata nada más y nada menos que del doblaje de Napoleón Bonaparte, el cual corre a cargo de Cristian Galvez. Por desgracia su trabajo dista mucho de ser aceptable, ofreciendo un doblaje pobre con un tono que no pega en absoluto con la situación. Obviamente es lo que pasa cuando se le ofrece a un presentador de televisión hacer el trabajo de un actor de doblaje, que no tiene por qué saber hacerlo bien. Por lo demás, el resto del elenco de Assassin’s Creed Unity tiene un doblaje al castellano estupendo como de costumbre, y quien no quiera sufrir el mono-tono diálogo de Napoleón, siempre puede jugar el juego en versión original.
Que el padre del entendimiento os guíe
Concluyendo, Assassin’s Creed Unity parece dar una de cal y otra de arena constantemente. Tiene apartados magníficos como la historia, la variedad de misiones, el diseño artístico y en lo viva que parece la ciudad de París, pero que se ven empañados por asuntos como los bugs, el popping o la bajada de cuadros por segundos, cosa que se podría haber solucionado lanzando el juego con unos meses más de desarrollo, así como por la desaparición inexplicable de algunas mecánicas que resultan básicas para el juego.
Aún así es un juego muy recomendable y que puede proporcionar muchas, muchísimas horas de diversión a quienes sepan ver que lo importante está en el juego y no en la resolución y los cuadros por segundo.
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Lo bueno
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- La historia
- El diseño artístico
- Lo viva que está la ciudad
- El multijugador cooperativo
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Lo malo
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- Desaparición de algunas mecánicas de sigilo
- El parkour sigue necesitando un pulido
- Bugs, framerate, popping
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[clear]
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