Life is Strange fue una de aquellas rara avis capaces de hacerse un nombre entre el gran público pese a no tener tras de sí a un estudio de renombre ni un presupuesto alto. La premisa era simple pero efectiva: una joven con el poder de rebobinar el tiempo tenía que enfrentarse a un acontecimiento traumático. Menos de una década después, la obra de Dontnod Entertainment ya tiene algunas entregas más a sus espaldas, aunque la suerte ha sido dispar. El estudio parisino y Life is Strange separaron definitivamente sus caminos tras la ruptura con Square Enix y ahora la licencia ha quedado en manos de Deck Nine Games, que ya demostró su valía con el estupendo Life is Strange: Before the Storm, la precuela del título del que hablábamos.
Hoy, en ese sentido, tenemos algo muy emocionante entre manos. Y es que la saga crece con una cuarta entrega, la primera desde que Dontnod dio un paso atrás. Nosotros ya hemos podido jugarlo al completo (en esta ocasión el juego ha salido al mercado con todos sus episodios disponibles, ¡al fin!) y te contamos qué nos ha parecido en nuestro análisis de Life is Strange: True Colors para Xbox Series X. Vamos allá.
I’m a creep, I’m a weirdo
Life is Strange: True Colors nos pone en la piel de Alex Chen, una joven estadounidense de ascendencia china que lleva años atrapada en el sistema de servicios sociales para niños cuyos padres ya no están con ellos. Ahora, tras mucho sufrimiento, ha llegado el momento de salir e iniciar su nueva vida junto a su hermano Gabe, que lleva un tiempo viviendo en el apacible pueblo minero de Haven Springs. Sin embargo, dos asuntos complicarán su estancia: sus poderes empáticos, que le permiten conocer lo que piensan y cómo se sienten las personas al mismo tiempo que se ve afectada por esas emociones; y un traumático evento que cambiará su vida.
Los elementos comunes con los dos anteriores Life is Strange principales siguen intactos, por lo que desde un primer momento ya podemos apreciar que desde Deck Nine han querido respetar los pilares de la franquicia. Unos pilares que van mucho más allá en todo lo que rodea a esta propuesta cuyas banderas son la emoción y los personajes. El más importante de todos, la ya mencionada Alex, es una joven atormentada por lo vivido en sus años de acogida, pero también es risueña, dadivosa y una gran apasionada de la música.
El poder de la empatía
Alex visualiza las emociones de los demás con colores que les rodean: azul, morado, rojo; tristeza, miedo, ira. A lo largo de la aventura tendremos la posibilidad de interactuar con personajes afectados por estas y otras emociones y dependiendo de nuestros actos les ayudaremos o no. Conocer el funcionamiento del poder era una de las cosas que más me intrigaba. Era consciente de que la magnífica implementación del rebobinado del tiempo de Max Caulfield era inigualable. La forma en la que Maxine podía tomar una decisión y volverse atrás para ver las consecuencias inmediatas de sus actos en el primer Life is Strange era fantástica. La empatía de Alex se queda muy lejos de aquello, pero también es cierto que ofrece puntos de vista nunca antes presenciados en la saga y supera con crecer a lo visto en Life is Strange 2, cuyo principal poder ni siquiera dependía de nosotros como jugadores.
Si hay algo que reprocharle a este poder es que algunas de las decisiones más difíciles que tenemos que tomar durante el juego no se sienten como elecciones, sino como un acierto o un fallo. Hacerlo bien o mal influirá en algún punto de la historia y será entonces cuando sabremos si hemos “acertado”. Gracias a este poder también tenemos la capacidad de localizar objetos con gran carga emotiva para desbloquear recuerdos y así conocer en mayor profundidad a los personajes que nos acompañan en esta aventura.
Los personajes, los verdaderos colores
La franquicia Life is Strange siempre se ha sostenido, en última instancia, por su narrativa. Un punto fundamental a este respecto es contar con un gran elenco de personajes y no cabe ninguna duda de que Life is Strange: True Colors lo tiene. De hecho, es su mejor aspecto. Ya hemos mencionado a Alex, pero todos los habitantes de Haven Springs con los que nos relacionamos están verdaderamente bien escritos y aportan lo necesario en momentos determinados de la historia. Desde nuestro hermano Gabe hasta el dúo Ryan y Steph (que regresa tras su aparición en Before the Storm), con los que podemos tener un romance. Sí, también podemos escoger la sexualidad de Alex a nuestro antojo.
En los anteriores Life is Strange pasábamos la mayor parte del tiempo relacionándonos casi exclusivamente con personajes de una edad similar a la de nuestro protagonista. True Colors también da un giro en este sentido. Estamos en un pueblo, de modo que muchos de los habitantes son personas mayores con las que Alex también tiene contacto. Este aspecto aporta un punto diferencial con respecto a entregas previas y dota a nuestra protagonista de una profundidad mayor, pues tenemos la oportunidad de verla relacionarse con personas de distintas edades y de hablar de muy diferentes temáticas.
Explorar tiene recompensa
Más allá del desarrollo de la historia, que cuenta con sus altibajos, Life is Strange: True Colors también es respetuoso con otra seña de identidad de la serie: la exploración de los escenarios que visitamos. De hecho, muy al estilo del primer Life is Strange, muchas veces recorremos una y otra vez el mismo lugar en momentos distintos de la historia. Lejos de hacerse repetitivo, siempre hay nuevos objetos con los que interactuar y Alex nos cuenta cosas inéditas sobre aquello que se le pasa por la cabeza.
Explorar adecuadamente da sus frutos. Además de los ya comentados ítems con carga emocional extra que nos encontramos en el juego, también contamos con objetos que desbloquean conversaciones nuevas y, por lo tanto, nueva información sobre los personajes que nos rodean y sobre la investigación que Alex tiene en curso. Igualmente, Alex tiene a su disposición un diario, una red social para los habitantes del pueblo y conversaciones por una aplicación al estilo WhatsApp. El resto de personajes se comunicarán con nosotros a través de estas herramientas y nosotros podemos leerlo todo para conocerles mejor y también al personaje que encarnamos. Ah, por los escenarios encontraremos máquinas recreativas que nos permitirán desconectar siempre que queramos. Arkanoid incluido.
Momento zen
Si quitamos los momentos de tensión por las decisiones difíciles y las fases en las que las emociones salen a flor de piel por la historia que se nos cuenta, Life is Strange siempre ofrece momentos para el relax. En True Colors se les conoce como momentos zen. Aquellos en los que podemos sentarnos en un banco, tumbarnos en la cama, reflexionar en la azotea de nuestro piso o contemplar el horizonte en el puente que da acceso al pueblo. Cualquier lugar en bueno para que Alex nos cuente qué tiene en mente y para que, una vez finalizados esos pensamientos, podamos escuchar música relajada, tranquila, sosegada y bella.
Siempre fue una de las partes que más me gustan de Life is Strange y en True Colors Deck Nine las ha mantenido intactas. Además de contar con una magnífica banda sonora y una selección musical del más alto nivel, la música forma parte de esta historia como nunca antes lo había hecho. Alex toca la guitarra y canta; Steph trabaja en una tienda de discos y es la DJ del pueblo; y en el bar local tenemos una gigantesca gramola. La música es el vehículo por el que transita Life is Strange: True Colors. Una forma magnífica de hacernos disfrutar mientras avanzamos en una historia que recorrer unos derroteros completamente diferentes.
La nueva generación tendrá que esperar
Pese a que hemos jugado Life is Strange: True Colors en Xbox Series X, lo cierto es que Deck Nine se ha quedado muy corta en este sentido. El framerate (sin ser inestable) es insuficiente para los estándares a los que nos está acostumbrando la nueva generación de consolas. El juego también cuenta con algunos problemas técnicos no demasiado molestos aquí y allá y tiempos de carga cada vez que cambiamos de escenario. No son muy extensos, pero no todo lo instantáneos que podrían (deberían) ser.
Donde sí se ha notado un evidente avance es en lo tocante al apartado visual. Aunque True Colors mantiene la esencia de “no realismo” de la saga, los personajes, sus facciones y expresiones y sus detalles son más minuciosos y precisos que nunca. Las caras han dado un salto adelante considerable y eso siempre es algo de agradecer. Queda trabajo por delante para futuras entregas (crucemos los dedos), pero Deck Nine ha comenzado con buen pie su segunda internada en la franquicia.
Conclusiones
Life is Strange: True Colors no es un juego perfecto y está lejos del nivel de perfección que alcanzó la franquicia en su primera entrega. No obstante, el título es respetuoso al extremo con las bases de la saga: la presencia de música indie, la exploración, el buen tratamiento de los personajes, las decisiones complicadas, la tensión creciente, los momentos emocionales. Todo raya a un gran nivel y hacen de True Colors una de las historias imprescindibles de este 2021. Es cierto que su trama tiene altibajos, pero lo compensa con creces con su mayor éxito: Alex Chen, el personaje del año.