Los aficionados al género de terror siempre están hambrientos de nuevas experiencias que se introduzcan en sus pesadillas. En el día de hoy tenemos entre nosotros una de esas propuestas. Hablamos de MADiSON, un videojuego de terror que viene de la mano del estudio argentino Bloodious Games y que nos ha sorprendido por su opresiva atmósfera y por proseguir con esta nueva línea de títulos de terror que inició P.T. Demo y que, en cierta medida, también ha dado forma a los últimos Resident Evil. Acompáñanos en las siguientes líneas para conocer qué nos ha parecido esta obra en nuestro análisis de MADiSON para Xbox Series X (aunque en otras plataformas ha salido en old-gen y el título luce como tal).
Dispara primero, pregunta después
MADiSON empieza de forma precipitada y abrupta. Estamos en la piel de Luca, un joven cuyo padre está aporreando la puerta de la habitación contigua, queriendo darle caza y recriminándole actos terribles. Es entonces cuando Luca inicia una huida desesperada por su casa y sus alrededores mientras trata de encontrar respuesta a las preguntas que le mortifican. Bajo esta intrigante premisa, MADiSON pronto nos introduce en unas mecánicas de juego tan simples como efectivas. Nuestro personaje puede interactuar con objetos, abrir puertas, leer documentos y, lo más importante, hacer fotos con una cámara Polaroid que encuentra en los primeros compases de la aventura.
Precisamente esa cámara es la que da nombre al encabezado de este apartado de nuestro análisis. Porque sí, MADiSON es un juego de terror atmosférico que nos pone los pelos de punta en más de una ocasión, pero para avanzar en su historia debemos resolver toda una ristra de puzles y acertijos. Algunos de ellos son verdaderamente ingeniosos e intrincados y nos retrotraen a la época de Silent Hill, en la que incluso podía venirte bien un papel y un lápiz para tomar notas que pudieran serte de utilidad o hacer probaturas. No obstante, existe un contraste contradictorio. A veces MADiSON es demasiado guiado y en otras es todo lo contrario, hasta el punto de que tu progreso puede depender de que hayas encontrado un objeto minúsculo escondido en un rincón oscuro de la casa.
Muchas otras veces, sin embargo, la clave de la resolución de los puzles está en la cámara. Hacer fotos a determinados lugares u objetos desencadenará una serie de consecuencias que podría suponer nuestro avance en el juego. Es por ello que nuestro humilde consejo es que si alguna vez te quedas atascado (algo que te ocurrirá a buen seguro algunas veces) pruebes a hacer alguna que otra fotografía para ver si esa era la respuesta. Sea como fuere, los puzles son sin duda alguna una de las mejores partes de MADiSON, si bien algunos de ellos pueden llegar a ser frustrantes.
Una casa, muchos miedos
Otro de los puntos fuertes del título de Bloodious Games es su ambientación. Recorrer la casa y sus laberínticas estancias, adentrarnos en la oscuridad y resolver acertijos con la tensión constante de que un mal nos acecha tras cada esquina es una sensación muy conseguida. Es precisamente por eso por lo que me apena que durante el 90% del juego el verdadero terror se acabe sustentando en jumpscares de baratillo. MADiSON no logra transformar su espeluznante atmósfera en genuino terror, sino que opta por hacer uso del recurso más recurrente del género: el de las apariciones repentinas de una figura tenebrosa acompañadas de un efecto sonoro punzante a todo volumen.
No diremos en qué momento lo consigue, pero lo cierto es que MADiSON sí tiene una fase absolutamente terrorífica. Terrorífica y frustrante, para más señas. Solo te diremos que merece la pena seguir avanzando para llegar hasta ella. La historia, que antes hemos avanzado pero que, por supuesto, se va complicando a medida que progresamos, no es la más original del mundo, pero se sostiene bien a lo largo de las seis o siete horas que puede durarte el juego y acaba resolviéndose con solidez, aunque sin un impacto de esos que dejan huella.
A la ambientación de la casa que recorremos contribuyen muchos elementos, pero los sonidos de base de datos no son uno de ellos. Bueno, en realidad lo son, pero el uso y abuso de ellos acaba molestando más que ayudando. Sonidos de puertas que se abren o de objetos que ruedan por el suelo se acumulan. El problema es… que nada de eso sucede en el juego. Son solo eso: sonidos. Al principio empiezas girándote para ver si tienes algo detrás. Luego acabas pasando de ellos porque sabes que no son más que artificio.
Más problemas técnicos que demoníacos
Como comentábamos al inicio de este texto, MADiSON no cuenta con versión optimizada para Xbox Series X|S, por lo que al final hemos jugado a la versión de Xbox One. Y se nota. El título corre a una baja tasa de fotogramas por segundo y tampoco cuenta con una resolución demasiado boyante, especialmente notorio en los subtítulos, que se muestran excesivamente pequeños y no del todo nítidos. Unos textos que, por cierto, son en español latino. En la otra cara de la moneda tenemos una actuación más que convincente del actor que pone voz a Luca y que nos ofrece una interpretación angustiosa y muy verosímil.
Los problemas técnicos, por desgracia, no han terminado ahí en nuestra experiencia. MADiSON es un juego muy oscuro, como sucede con la mayoría de obras del género. El asunto es que sorprendentemente no cuenta con una herramienta que nos permita ajustar el brillo y el contraste, al contrario que el 100% de los videojuegos que se lanzan al mercado a día de hoy. Es decir, si en tu televisión se ve tan oscuro que apenas puedes ver por dónde te mueves tendrás que personalizar los ajustes desde tu propio dispositivo o aguantarte. No podemos cerrar sin reportar un bug que ha perjudicado enormemente nuestra experiencia. Al hacer uso de una Polaroid, MADiSON nos invita a tomar fotos y a agitarlas para ir revelándolas. Sin embargo, en nuestra partida las fotografías no se revelaban y permanecían perpetuamente negras. La solución se encontraba al consultar el álbum, pero hacerlo una a una ha sido un proceso engorroso y que ha empañado nuestra partida.
Conclusiones
MADiSON capta toda la atmósfera opresiva y agobiante de su referente, P.T. Demo, y lleva la experiencia más allá con una historia atractiva y una mecánica de fotografías muy ingeniosa. Sin embargo, se deja llevar demasiado por el susto fácil del jumpscare en lugar de aprovechar la fantástica ambientación que se había logrado construir. Los problemas técnicos se suceden, especialmente en consolas, donde el título no cuenta con una versión de nueva generación que se echa en falta a nivel de rendimiento, resolución y otros errores que deben ser subsanados con la máxima urgencia. Pese a ello, MADiSON es una experiencia más que recomendable para los aficionados al terror, sobre todo para aquellos que disfrutan del terror psicológico y menos centrado en la acción.