Metro Exodus es la tercera entrega de una de las más notables series de acción en primera persona de la pasada generación de consolas. Metro 2033, basado en la obra homónima del escritor ruso Dmitry Glukhovsky, puso en primera plana mediática al modesto equipo ucraniano de 4A Games. Su historia de supervivencia nos enseñó los momentos más bajos del ser humano, su propuesta jugable coqueteaba con la exigencia y la tensión de un survival horror y su puesta en escena por los oscuros túneles del metro de Moscú, nos hizo temer aún más a la oscuridad.
Metro: Last Light pudo ver la luz en 2013 tras el cierre de THQ de manos de Deepsilver y Koch Media, todavía para la pasada generación de consolas. Una secuela directa continuista con más metro, más oscuridad y más de una acción exquisita que seguía puliéndose en una fórmula que premiaba la supervivencia y el sigilo.
Metro Exodus por fin ve la luz al final del túnel y llega a nuestros sistemas con una propuesta genuinamente metro en su conjunto que opta por romper moldes y dar un paso hacia una concepción que intercala zonas de mundo abierto con diferentes localizaciones y objetivos, donde Moscú se queda a lo lejos y la misión es encontrar una zona de Rusia sin radiación para asentarse. Un éxodo hacia la supervivencia fuera del metro.
Éxodo a través de Rusia
Los juegos de mundo abierto están de moda, pero en Metro Exodus no se trata de un recurso más para alargar artificialmente una trama intrínsecamente lineal, sino que también responde a una obediencia del guion. La historia, esta vez inspirada en la última novela de la serie, Metro 2035, comienza dos años después de los acontecimientos de Last Light, entre los oscuros túneles del metro y los escombros de una ciudad desolada por la radiación de una guerra nuclear.
De nuevo, Artyom es el principal protagonista, nuestro particular héroe silencioso no pierde la esperanza de encontrar vida en la superficie o, al menos, una señal de que hay vida fuera de Moscú. No vamos a entrar en demasiados detalles para no arruinar uno de los primeros puntos álgidos del guion, pero podemos resumir en que nos encontramos a lomos de una locomotora, la Aurora, junto a Anna (ahora esposa de Artyom), Miller y el resto de Comandos. El objetivo es doble, descubrir qué ha sido del gobierno tras la guerra y encontrar un lugar seguro donde vivir fuera del metro.
Como seguramente has podido deducir, los niveles de Metro Exodus se basan, en parte, en las diferentes paradas que la Aurora hace por su viaje a través de Rusia. En nuestro viaje visitamos el río Volga, el mar Caspio o las espesuras de los bosques del Taiga. Esto no quita que Metro Exodus sea un juego con una trama lineal, al igual que las anteriores entregas. En parte, esta concepción semi-abierta nos deja un doble efecto a nivel argumental. Por un lado, el desarrollo de los personajes y sus relaciones tiene más peso que nunca, por el otro, enriquece el trasfondo argumental de la serie al descubrir el destino de la gente de las diferentes partes del país tras la guerra. Como consecuencia, la trama principal avanza más despacio, pero es una de las concesiones que había que adoptar con este patrón.

La Aurora a través del modo foto de Metro Exodus
Reinventando la fórmula
Metro Exodus no es enteramente un sandbox, alterna niveles lineales y escenarios de mundo abierto y, aun así, nos encontramos en un juego lineal. Es decir, aunque en determinadas ocasiones contamos con grandes escenarios a nuestra disposición, no estamos ante un RPG, no hay misiones principales y misiones secundarias. Solo hay un objetivo, el principal. Nuestros compañeros y la gente de la zona (si no quieren matarnos, claro) nos brindarán la localización de diferentes puntos de interés que conviene visitar. En nuestras manos está correr el riesgo o no. No son misiones al uso, ni tienen una trama propia, aunque si tiene un impacto simbólico en la zona y su gente, y es una de las principales maneras de encontrar nuevo equipo y recursos.
Esta libertad jugable, inédita en la serie, está estrechamente relacionada con la otra gran novedad, el sistema de creación de objetos y mejora de armas, ya que cuanto más exploremos, más recursos y componentes encontraremos para pertrecharnos.

El sistema de creación y mejora añade un nuevo enfoque táctico a la acción
El sistema de creación y mejora es realmente sencillo, pero efectivo. Disponemos de dos tipos de recursos con los que podremos crear consumibles como medicinas o filtros de gas, y aparte, encontraremos piezas completas de equipo. Esto quiere decir que no creamos las distintas mejoras de armas, sino que hay que ir buscando y despedazando las que encontremos para conseguir nuevas piezas, ya sea un cañón largo, una empuñadura o una mira laser. Todas las armas son personalizables y desde el taller improvisado de la mochila podremos editar sus componentes en tiempo real para adaptarnos a cualquier contratiempo.
Un detalle excelente es que cualquier nueva arma que cojamos pasa automáticamente a formar parte de la mesa trabajo de nuestro refugio, y allí podremos elegir la base de cualquier tipo de arma para construir nuestro juguete desde cero. También habrá que echar un ojo a las condiciones del arma porque un arma sucia se ve penalizada en sus estadísticas.

Habrá que enfrentarse a numerosos peligros, incluyendo mutantes y anomalías ambientales
Belleza postnuclear
A los mandos se siente en todo momento que estamos ante un Metro. El control es firme y preciso, aunque no me ha gustado del todo el menú de acceso rápido para el uso de armas arrojadizas, igual que el movimiento de Artyom, que peca en ocasiones de lento y tosco ante algunos obstáculos. La velocidad de apuntado también nos resulta algo lenta, incluso con la sensibilidad al máximo de su capacidad. Sin exigir tampoco el frenetismo de un shooter multijugador, la limitación de 30 fps en Xbox One también contribuye en esa sensación.
En materia visual Metro Exodus es todo lo que podríamos esperar de un juego a estas alturas de la generación, es todo un espectáculo disfrutarlo a 4K en Xbox One X. Puede que a nivel de detalles no se acerque a los pesos pesados de la carrera tecnológica, pero el diseño artístico de esta visión del desastre nuclear es una de sus grandes bazas y su factura gráfica es casi impecable. En Metro Exodus contamos con más variedad de escenarios y diseños, pasando por diferentes estaciones y condiciones climáticas en su ciclo día/noche.

Los niveles abiertos representan diferentes entornos de Rusia en una estación determinada del año
A la hora de crear una atmósfera es donde los chicos de 4A Games sacan pecho, ya sea bajo la nieve y los rayos del Volga o en un oscuro túnel bajo tierra. El juego de la iluminación es sobresaliente y combina de sobremanera con las partículas de polvo, telarañas, vapores, vegetación o la misma condensación y grietas de la máscara de gas para crea estampas bellísimas a la par que estremecedoras.
El diseño de los personajes y las animaciones mejoran en todos los sentidos respecto a entregas anteriores, pero al mismo tiempo se nota cierta desincronización labial en el doblaje español que afea un poco los momentos argumentales. El doblaje a nuestro idioma, como siempre, es notable y muy de agradecer. Igual que la banda sonora, siempre acorde al momento de la acción y con piezas de grandísima calidad, desde una leve melodía melancólica a una pieza realmente cañera en pleno tiroteo.
Donde sí que hay que darle un pequeño tirón de orejas a Metro Exodus es en los tiempos de carga al entrar por primera vez a la partida, sobretodo si nos encontrábamos en uno de los niveles de mundo abierto. Son demasiado largos.

Por primera vez contaremos con vehículos para movernos rápidamente
Conclusiones
En fin, llegados al final de este viaje, pocas pegas se le pueden achacar a Metro Exodus. No es un juego perfecto, ni viene a revolucionar un género, tampoco lo pretende. Hay que verlo como un viaje, uno que comenzó en 2010 en lo oscuros túneles del metro de Moscú con una propuesta sobrecogedora que ha sabido llegar a nuestros días manteniendo intacta su base, al mismo tiempo que perfecciona su fórmula jugable hasta el extremo de aventurarse con una aproximación de mundo abierto y no fallar en el intento.
En todo momento se siente como una evolución natural de la fórmula jugable de la saga Metro, que en esta entrega despliega todo su potencial mejorando en todos los sentidos y proponiendo nuevas experiencias bajo una factura técnica casi impecable.
Metro Exodus es considerablemente más grande, más variado e igualmente divertido que anteriores entregas. Aunque se echa de menos la claustrofobia del metro en ocasiones, los escenarios abiertos le sientan como anillo al dedo a la propuesta y nos permite conocer mucho más del trasfondo de este futuro nuclear que parece tan real que da miedo solo pensarlo.