Apenas conocido en vida, H.P. Lovecraft se ha convertido por méritos propios en uno de los autores más influyentes del género fantástico y de terror psicológico. Si bien su influencia se ha dejado notar en decenas de libros y películas, cada vez son más los videojuegos que toman como referencia la obra del autor estadounidense para ambientar sus historias. Es el caso del título que hoy nos ocupa: Moons of Madness. Este juego de terror de corte narrativo ha sido publicado por Funcom (Conan Exiles, The Park, Mutant: Year Zero) y desarrollado por Rock Pocket Games, un pequeño estudio noruego que ha dado un giro radical a su registro. Y es que su primer juego, Shiftlings, era una colorida y simpática aventura cooperativa. Ahora, cinco años después, nos adentramos en la oscuridad y la soledad de Marte con Moons of Madness.
Life on Mars
Moons of Madness nos pone en la piel de Shane Newehart, un técnico de bajo nivel destinado en una misión en Marte que debe hacerse cargo de las luces y de otras tareas menores. Newehart no está al corriente de todo lo que se está cociendo en esta misión, pero pronto lo sabrá. Y es que el planeta rojo oculta mucho más de lo que parece y es posible que Shane y sus compañeros de misión no estén tan solos como creían. Bajo una premisa interesante, el título de Rock Pocket Games nos va introduciendo poco a poco en una historia de ciencia ficción y terror que comienza por todo lo alto. Un sueño. Una pesadilla, más bien. Tras ello, iremos haciendo trabajos rutinarios y conociendo a nuestros compañeros, aunque lamentablemente solo a través de la radio.
Algo extraño comenzará a ocurrir y Shane, algo que nadie hubiera esperado, tendrá que ser el encargado de ir poniendo remedio a todos los problemas que vayan surgiendo. Moons of Madness sabe arrancar con fuerza a pesar de su pausado inicio en términos jugables. Su historia, no obstante, en lugar de generar gran interés, tan solo va lanzando preguntas al aire que más tarde no sabe responder. Por si fuera poco, la inspiración lovecraftiana se pierde por el camino. Son tantos los temas que el estudio noruego quiere abarcar que no le da tiempo a desarrollarlos todo lo que hubiéramos necesitado. Lo peor, además, es la forma de narrarlos. No exageramos al decir que cerca de un tercio de Moons of Madness nos lo pasaremos leyendo. Terminales, documentos, papeles, escritos, garabatos ininteligibles.
Hay decenas de archivos que leer y no hacerlo te impedirá conocer la historia a fondo y enterarte de qué va el asunto. Muchos juegos usan este elemento como forma de narración, pero hacerlo de una manera tan abusiva no solo rompe el ritmo de la acción, sino que llega a aburrir. Algunos documentos son interesantes y nos revelan detalles fundamentales, pero la inmensa mayoría son textos incomprensibles para el común de los mortales o, al menos, para los desconocedores de la obra de Lovecraft. Pero más allá del ingente texto en el que nos ahoga Moons of Madness, su historia survival horror también se pierde en pasajes oníricos, psicodélicos, alucinógenos. Cualquiera que no sea fan de las “fumadas” se encontrará con un juego que no parece saber muy bien hacia donde se dirige hasta su mismísima recta final.
Dar cera, pulir cera
No hay muchas mejores cosas que decir de Moons of Madness a nivel jugable. Las tareas rutinarias y cotidianas (para alguien que vive en Marte, claro) que tenemos que realizar al comienzo del juego y que nos ayudan a irnos metiendo en su atmósfera se extienden a lo largo de toda la obra. Muchas veces, incluso con tres o cuatro horas a nuestras espaldas nos preguntaremos ‘¿para qué estaba haciendo esto?’. El problema es que casi nunca encontraremos una respuesta. Rock Pocket Games parece empeñado en hacer que nuestra profesión, la de técnico, se haga notar a lo largo de toda la historia. Y vaya si lo hace.
Como el señor Miyagi y su “dar cera, pulir cera”, Shane Newehart se mira en el espejo de Daniel LaRusso: recoloca esto, busca aquello, repara no sé qué, transporta lo de más allá. Casi todo lo que hacemos a lo largo de las algo más de cinco horas que dura Moons of Madness es terriblemente banal. Todo lo opuesto se da en los puzles. Aunque algunos son simples y poco elaborados, otros son de lo más sesudos. Nos obligan a investigar el entorno y encontrar pistas para dar con la solución. También son variados y, por ende, se trata de lo más positivo que se puede decir del título a nivel jugable.
Moons of Madness desaprovecha su premisa survival. Nada más comenzar el juego deberemos salir al exterior de nuestra base y para ello tendremos que ponernos el equipo adecuado, incluida una botella de oxígeno que nos permite respirar en Marte. El oxígeno se muestra mediante un porcentaje que nos demuestra que podemos llegar a quedarnos sin. Lamentablemente es otro elemento desperdiciado. En las fases en el exterior encontramos un sinfín de puntos de recarga de oxígeno (a veces separados por, literalmente, un minuto de juego), por lo que nunca llegamos a sufrir a este respecto.
Survival… a medias
Si bien en lo jugable y lo narrativo Moons of Madness nos ha dejado muchas dudas, estéticamente estamos ante un juego estupendo. Dado que sus responsables son un estudio pequeño no podemos pedir mucho más en cuanto a potencia gráfica, pero lo cierto es que el título de Rock Pocket Games es una maravilla en lo ambiental. Los exteriores de Marte, los interiores de la base y otras localizaciones que no desvelaremos. Todas ellas lucen increíblemente bien y nos permiten desde el mismísimo comienzo meternos de lleno en la historia… una historia que a nosotros, personalmente, nos ha acabado perdiendo con el paso de los minutos.
Las pocas fases de huida, de survival, de jumpscares son de lo mejor del título. Y aunque precisamente lo espaciadas que son hacen de ellas algo sorprendente, hemos echado en falta algo más de acción terrorífica. El sonido no se queda atrás: el viento, la respiración de nuestro protagonista, la música ambiental y también las voces (dobladas al inglés; el juego cuenta con una estupenda traducción al castellano en sus textos). Todo ello suma positivamente en un apartado, el audiovisual, que también se ve perjudicado por un rendimiento irregular, especialmente a partir de la mitad del juego. Es en ese momento cuando la tasa de fotogramas por segundo empieza a sufrir y a ofrecernos fragmentos de varios minutos con una inestabilidad incómoda.
Moons of Madness es un videojuego de luces y sombras, que nunca llega a satisfacer las expectativas que genera en sus primeros minutos. El toque survival horror pronto se desvanece para dar paso a una aventura narrativa de inspiración lovecraftiana que se pierde en sus temas y que, por consiguiente, pierde al jugador. A pesar de que Rock Pocket Games intenta ir más lejos en lo jugable que casi cualquier otro walking simulator, su intento es vano: la exploración, los objetivos a cumplir y muchos de sus puzles son, sencillamente, muy aburridos. No obstante, su apartado ambiental salva un conjunto que, por el precio de 29,99 euros, puede ser muy interesantes para los amantes del género y especialmente para los de H.P. Lovecraft.