Tras quedar fascinados por la cultura Tarahumara, os traemos el análisis de Mulaka, uno de los títulos que puede que no pase a la historia como uno de los mejores juegos de PS4, pero que seguro os dará varias alegrías al ser un vehículo de exportación cultural que juega realmente bien sus cartas.
Mulaka es un juego que llega gracias al estudio mexicano Lienzo. Se anunció hace ya unos cuantos años y es a comienzos de 2018 cuando el título, con un cambio bastante notable a nivel visual, ha conseguido ver la luz. La industria del videojuego en México está en un estado incipiente en estos momentos, algo que se nota en algunos de los sistemas del juego que nos ocupa. Sin embargo, la inexperiencia, por decirlo de alguna forma, en cuanto a mecánicas y sistemas se suple con un trabajo de documentación envidiable que, además, funciona de maravilla a la hora de »enseñar» al jugador. Acompañadnos en nuestro análisis de Mulaka para Xbox One.
Corre como el viento, Sukurúame
En el juego encarnamos a Mulaka, un chamán de la tribu Tarahumara. Algo importante, chamán se escribe Sukurúame en su lengua y, como tal, podemos utilizar ciertas habilidades para recorrer los escenarios y ser más efectivos en el combate. Sin embargo, nos estamos adelantando. La tribu Tarahumara prácticamente es desconocida en nuestra parte del globo, así como su mitología y resto de cultura y Lienzo ha explotado esa faceta para dibujar un juego que, sin ser educativo, logra que nos interesemos por los Tarahumara.
Nuestra gente está siendo atacada por criaturas oscuras que no permiten que desempeñen sus tareas cotidianas con normalidad y, por eso, Mulaka da un paso al frente. Nuestra misión como gran guerrero es detener a un ser del Inframundo, pero para eso necesitaremos la ayuda de los dioses, quienes nos otorgarán sus espíritus animales para lograr superar las dificultades y enfrentarnos a nuestro destino.
Mulaka es un juego de acción y plataformas que está dividido en diferentes fases. Cada una es bastante extensa y variada (desde desiertos a zonas más verdes o montañosas) y para recorrerla tendremos que correr. Correr es muy importante en este juego para hacer que el paso por las zonas no se haga pesado y, además, tiene que ver con la propia cultura Tarahumara (apodados »pies ligeros» no en vano). Otro punto importante es que no tenemos minimapa y hay que guiarse mediante la visión Sukurúame. Esto es como el »modo detective» y podemos utilizarlo cuanto queramos para ver objetos, recursos y enemigos ocultos.
¿Qué frente abordamos primero? Iremos con los enemigos, ya que combatiremos bastante en Mulaka. Podemos utilizar una lanza para golpear cuerpo a cuerpo (con un sistema de combos muy sencillito de golpes débiles y uno fuerte, además de otro cargado cuando acumulamos poder). La variedad de enemigos no es demasiado grande en cuanto a diseño, pero sí en cuanto a mecánicas y tendremos que enfrentarnos a enemigos que caen fácil, pero también a otros que requieren que les rompamos la guardia o les derribemos con la lanza antes de atacar en tierra.
También encontramos puzles. Son muy sencillos y poco inspirados y consisten, básicamente, en unir el punto A con el B para crear un canal de agua. Para hacerlo, tenemos que dar golpes a las rocas para que giren y así creen la senda adecuada. Al principio serán anecdóticos y, poco a poco, se irán complicando más. Sin embargo, lo más complicado es que no salgan a la primera, ya que a veces alguno de los mecanismos se atranca y no gira, lo que nos obliga a dar más y más golpes hasta que se soluciona.
Tanto los combates como la exploración y los puzles nos recompensan con unas rocas especiales que debemos juntar (tres por nivel) para abrir la puerta de piedra que nos da acceso a la siguiente fase. Los jefes finales también nos darán una de estas rocas especiales y, si los enemigos »normales» no son nada del otro mundo, en el caso de los finales sí tenemos cosas buenas que contar. Cuentan con varios patrones de ataque que debemos aprender, pero lo más interesante es que, antes de cada combate se nos cuenta la historia de por qué ese ser es… bueno, como es. Hay una especie de modo foto para que exploremos su diseño, algo que también resulta bastante interesante.
El »low poly» también es muy bonito
Si el apartado jugable nos deja algunas dudas, el artístico, sin ser redondo, convence bastante más. El rendimiento, en una Xbox One X, es bastante estable y la distancia de dibujado nos permite ver las amplias zonas de la Sierra Tarahumara con bastante detalle. Todo está creado con un estilo poligonal que nos permite ver las aristas de personajes, enemigos y objetos del mundo. La escena independiente apuesta mucho por el pixel art, es normal, está de moda, pero el low poly también es efectivo y deja resultados curiosos.
A Mulaka, desde luego, le sienta muy bien y tanto la paleta de colores como el modelado de todo lo que vemos en este mundo, con ese aspecto »a medio hacer» de los polígonos, nos gusta. De hecho, recuerda a algunas de las formas de la película El emperador y sus locuras, de Disney. Sin embargo, a nivel técnico, falta un poco de pulido para solucionar algunos bugs (como que te eche de la partida de buenas a primeras).
El apartado sonoro, por su parte, es bellísimo y cuenta con melodías inspiradas en los cánticos y temas de los Tarahumara. Son preciosas y terminan de redondear una ambientación espectacular que nos transporta a la Sierra de esta gran cultura. Los efectos sonoros son algo pobres, pero no logran empañar una banda sonora original más que notable.
El videojuego como vehículo cultural
Al final, el mayor logro de Mulaka es conseguir que el jugador se interese por la cutura Tarahumara. Todo tiene un por qué y frases como »el gran oso marrón no es bueno, ni malo, simplemente es» infunden buen rollo y una filosofía perteneciente a una etnia de la que queremos saber más y más. Como decíamos en los primeros compases del análisis de Mulaka, no se trata de un juego educativo, en ningún momento pretende serlo, pero sí hace bien su trabajo a la hora de suplir carencias jugables con otros valores.
Otro de los puntos interesantes del juego es la manera en la que recuperamos salud o contamos con »pociones» que actúan como armas. En los mapas hay diferentes zonas en las que recoger plantas como aloe o chía y, precisamente, son estas las que nos permiten crear pociones. Recogiendo tres aloes se crea, de forma automática, una poción de curación, por poner un ejemplo. Si queremos curarnos, tendremos que pulsar el botón de la danza para que una de nuestras tres almas perdidas vuelva a nuestro cuerpo. Sï, nos deja vulnerables durante unos 4 segundos, pero es algo que, de nuevo, respeta la cultura Tarahumara.
Si esto no es arte, yo ya no sé qué puede ser. Sí, no os enamorará por sus combates, ya que son demasiado simples, ni por algún que otro fallito de diseño, pero sí por todo lo demás. Si podéis, dadle una oportunidad. Por cierto, aunque esto no influye en absoluto en la nota, parte de los beneficios que el estudio obtenga con el juego serán donados a ciertas organizaciones que protegen y conservan la Sierra Tarahumara. Hasta ese punto llega el compromiso de Lienzo con la cultura de una parte de su país.