El primer State of Decay se estrenó en Xbox 360 sin hacer apenas ruido, pasando desapercibido para muchos jugadores afines a su propuesta. Muchos que, como yo, terminarían descubriendo el juego un poco más tarde con su versión para Xbox One (State of Decay: Year-One), que además de diversas mejoras técnicas incluía todo el contenido adicional lanzado para el juego -bastante interesante, por cierto-. Una de esas remasterizaciones que tienen todo el sentido del mundo, por traer de vuelta y contribuir a dar a conocer un juego que bien merecía llegar a más jugadores.
Al igual que ocurría con la entrega original, State of Decay 2 no se trata de una gran producción, como ya podemos intuir por el precio al que sale al mercado: 29,99€ o 49,99€, según la edición. Sin embargo, también se trata de un juego que recoge todas las buenas ideas y mecánicas de la primera entrega y, como si se tratase de una especie de extensión del trabajo de remasterización que se hizo con State of Decay, se nos presenta con un aspecto renovado y algunas novedades más como el multijugador. Lo que nos queda es un título totalmente fiel al original, que llega para continuar haciendo crecer la franquicia y darla a conocer a quienes todavía no hayan llegado a probarla. Tanto si sois de estos últimos, como si estáis aquí porque ya os encantó el primer juego, os contamos todo con más detalle las virtudes del juego de Undead Labs en nuestro análisis de State of Decay 2 para Xbox One.
¿Qué es State of Decay?
La temática zombi es una de las más explotadas en juegos, y también la podemos ubicar dentro de diferentes géneros, según el juego del que hablemos. Aunque al final, de un modo u otro, la idea principal suela ser la de afrontar un apocalipsis zombi. En este sentido en Xbox One tenemos más o menos fresco también Dead Rising 4. A pesar de que en ambos juegos son frecuentes esas situaciones de vernos rodeados por montones de zombis e intentar salir airosos a base de desmembramientos o atropellos, ambos juegos son como la noche y el día, y por eso me parece interesante compararlos, para entender mejor el valor de State of Decay 2 y lo que viene a aportar al catálogo de Xbox One.
Mientras que Dead Rising 4 es un juego que basa su fuerza en consumir de forma desmesurada todo lo que se pone frente a nosotros en pantalla, State of Decay 2 es justo lo contrario. En Dead Rising 4 cuanto más mejor, más armas, más objetos, más zombis muertos y más puntos. Tanto es así que en esta entrega de la saga de Capcom desaparecía por completo el cronómetro, para dejarnos hacer a nuestro antojo, sin ningún tipo de límite; bajo la premisa de machacar zombis de mil y una maneras diferentes solo por el espectáculo visual, y perdiendo cualquier respeto al enemigo al que hacemos frente.
En State of Decay 2 en cambio es precisamente la mesura, previsión y precaución lo importante. Un entorno que, dentro de la fantasía, busca resultar lo más realista posible y basarse en la pura supervivencia. Y esos momentos de patear zombis o destrozar pequeñas hordas atropellándolas con nuestro vehículo, se pasan a un segundo plano: y se encuentran siempre supeditados al objetivo que estemos llevando a cabo en cada momento, ya sea mera exploración, la búsqueda de algún tipo de recurso que nos sea necesario o ayudar a algún superviviente. El tiempo es fundamental, al igual que los recursos, que se van gastando conforme jugamos o los objetos que vamos usando. Por eso, aunque siempre hay alguna salida, una opción para volver a recuperar lo aquello que necesitemos, no existe esa recreación en asesinar zombis.
La acción es algo que terminamos llevando a cabo por necesidad, porque cualquier ruido alertará a los monstruos de los alrededores, cualquier descuido puede ponernos en problemas, y al final suele ser mejor no matar mucho más de lo necesario. La muerte es permanente, y no es nada agradable ver cómo uno de nuestros supervivientes, al que habíamos cogido especial cariño y habíamos procurado hacer evolucionar, cae de pronto preso dentro de una horda de zombis de la que será imposible escapar si nos quedamos sin estamina. O si un juggernaut (el enemigo más poderoso del juego) logra ponernos la mano encima. O si en un enfrentamiento con otros personajes humanos termina mal parado.
Si habéis jugado al juego original no os estoy contando nada nuevo, y ya conoceréis de sobra las mecánicas en las que se basa State of Decay 2. Que son fundamentalmente las de su primera entrega, ya que en este aspecto el juego apenas ha evolucionado y Undead Labs ha decidido recuperar prácticamente todo lo que hacíamos en el anterior. Algo no necesariamente negativo, si tenemos en cuenta que era uno de los principales atractivos de un juego que no llegó a tantos jugadores como merecía, por lo que muchos las descubrirán ahora.
Un legado de sangre
El objetivo principal en State of Decay 2 es el de guiar a un grupo de superviviente en el apocalipsis. Procurando que no les falte ninguno de los recursos principales (comida, medicinas, materiales…), ni caigan enfermos o mueran en alguna batalla. Conforme la partida se desarrolle irán sucediendo una serie de acontecimientos, unos aleatorios y otros más predeterminados, que nos pondrán en relación con otros personajes e irá forjando el destino de nuestra propia comunidad. La forma de resolver cada una de estas situaciones podrá ser hostil o amistosa. En el primer caso es probable que tengamos que terminar haciendo frente a una pequeña guerra, que puede ser letal si no estamos lo suficiente preparados; en el segundo, puede que podamos terminar reclutando nuevos supervivientes para hacer crecer nuestra comunidad.
Esto último es interesante, y recomendable, porque cada superviviente cuenta con unas habilidades y características únicas. Además de las básicas, relacionadas con el físico o sus cualidades para la lucha, cada uno puede aprender alguna especial mediante los libros, como medicina, cocina, química… que nos proporcionarán una ayuda extra y distintos beneficios al aprovecharlas junto a alguna instalación de nuestra base u objetos. El desarrollo de los personajes es uno de los puntos fuertes de State of Decay 2. Es bastante básico y no se pierde en estadísticas, pero sirve como excusa para hacernos jugar con diferentes personajes, que les cojamos cariño, que todos sean útiles a su manera, y que la muerte de alguno de ellos sea una pérdida lo suficientemente importante como para afectar a nuestra partida.
Pero la evolución de las habilidades no es lo único que tenemos que tener en cuenta en el desarrollo de nuestros personajes, ya que estos también puede caer enfermos, heridos o cansarse si jugamos mucho con ellos. Esto hace que su salud sea menor y también su estamina, lo que nos puede acarrear problemas en los momentos de acción. Para curar las posibles lesiones, necesitamos determinadas medicinas o construir una enfermería en nuestra base, que es el centro sobre el que debe girar nuestra partida en todo momento, siendo conscientes de qué tipo de instalaciones disponemos y las posibilidades que nos ofrecen para desarrollo.
La moral es otro aspecto a vigilar, y esto afecta tanto de forma individual como a la comunidad. Cada individuo cuenta con su propia moral, y cuando es baja puede llevarlo a provocar peleas o tener conductas que le perjudiquen. Según el carácter de cada uno podemos llevar a cabo diferentes acciones para mejorar su moral. Por ejemplo, habrá algunos que echen de menos contar con un taller en la base o un lugar de entrenamiento. El caso de la moral en la comunidad es un poco diferente, ya que depende más de los recursos, o de las malas noticias, como haber perdido un compañero.
Los recursos será algo que deberemos vigilar en todo momento, no solo por la moral del grupo, sino porque son necesarios para que los supervivientes no entren en inanición, caigan enfermos o padezcan otros males. Por eso la tarea principal será la de organizar expediciones en busca de ellos. Para esto es conveniente ir descubriendo el mapa poco a poco y prestar atención a los edificios que pueden contener el tipo de recursos que necesitemos en cada momento. También ser previsores y partir en cada expedición con cualquier cosa que vayamos a poder necesitar: munición, gasolina, medicinas… y por supuesto el mayor espacio posible.
No contamos así con una línea argumental típica, aunque el objetivo principal esté más o menos centrado en el tema de las plagas (y la búsqueda de una cura para la infección) sino que conforme juguemos irán surgiendo misiones de forma espontánea. Cumplir con todo es una tarea imposible. Esto no trata de ir resolviendo cada icono del mapa, como en otros juegos de mundo abierto, sino de atender a nuestras necesidades básicas y, en la medida de lo posible, ganarnos nuevos aliados ayudando cuando podamos. Así poco a poco se irán abriendo nuevas opciones, como la de cambiar de mapa (tenemos hasta tres disponibles de momento), pero también más peligros; como los juggernauts, temibles por su capacidad para truncar nuestros planes en un segundo si se cruzan con nosotros.
La toma de decisiones irá marcando nuestra partida. Y algunos, como tener que desterrar a un aliado, sacrificarlo o vernos en la situación de ejecutar a un enemigo a sangre fría, son tan duros como cabría esperar. Pero si finalmente conseguimos salir airosos, tendremos la posibilidad de dejar un «legado», que podremos aprovechar para comenzar una nueva partida con nuestros mismos supervivientes, si queremos, y algunas bonificaciones. Olvidaos de esas 12 horas de las que se habían hablado, porque una primera partida a State of Decay 2 dura perfectamente el doble (y de hecho puede durar cuanto queráis), y el juego está pensado para que repitamos, encontrándonos con diferentes situaciones cada vez que juguemos.
El multijugador de State of Decay 2
Uno de los principales alicientes de esta segunda entrega era la opción multijugador, de la que carecía por completo el primero y que se echaba en falta, siendo un juego que se prestaba a ello bastante bien. Un multijugador que finalmente no llega como una opción trascendente, pero sí a tener en cuenta.
Su funcionamiento consiste en ir a la partida de un amigo, o viceversa, con alguno de nuestros supervivientes para ayudarle en el progreso de su propia partida. Algo bastante interesante si tenemos en cuenta las exigencias del juego, y que contar con otro jugador siempre viene bien a la hora de realizar tareas rutinarias, como explorar, quitarnos infectados de en medio o incluso conseguir un nuevo vehículo. El anfitrión es quien hace de host, y la distancia a la que ambos jugadores puede separarse no es ilimitada, pero si lo suficiente como para no tener que preocuparnos de esto en absoluto. Tened en cuenta que el principal objetivo del multijugador es el de ofrecer ayuda y colaborar, por lo que en principio no tiene demasiado sentido jugar separados.
El problema en cualquier caso lo que encontramos en los pocos beneficios que el jugador invitado recibe a cambio de prestar su tiempo. Su personaje podrá evolucionar, ganar influencia e incluso llevarse algunos objetos útiles consigo de vuelta a su partida. Pero esto se antoja demasiado escaso para un mulijugador que termina siendo más anecdótico y circunstancial que una opción real para desarrollar nuestra partida.
Sin un respiro
Los zombis no paran de aparecer a poco ruido que hagamos, las armas se rompen, la gasolina se agota o peor, destrozamos el coche, y los personajes se empiezan a cansar. State of Decay 2 no da ni un respiro al jugador, que ni siquiera puede poner en pausa la partida aunque esté jugando offline. Volviendo a la comparación con Dead Rising 4. La desaparición por completo del cronómetro en la cuarta entrega de la saga de Capcom, hacía que pelear con cientos de zombis se fuese convirtiendo poco a poco en una tarea vacía y banal, que iba aburriendo una vez habíamos hecho uso de los gadgets y combinaciones más locas posibles. Un puro espectáculo, con poca o ninguna trascendencia detrás. State of Decay 2 busca ser todo lo contrario. Y si bien en seguida nos descubriremos acabando con una horda de zombis a bordo de un vehículo, absolutamente nada tiene que ver esta misma situación en un juego y en otro.
En State of Decay 2 no hay un segundo de respiro, todo cuenta y nada está ahí para ser desperdiciado: para consumirse sin más, porque sí. Si decidimos usar un coche para acabar con un grupo de infectados (cosa bastante eficaz), los daños causados en el propio vehículo pueden suponer una pérdida importante. Igual que lo es el tiempo, porque tened en cuenta que el ruido del coche en marcha no parará de atraer a otros zombis, con lo que continuaremos gastando recursos y tiempo en acabar con ellos. Por eso también que el multijugador no se haya hecho de otro modo tiene su sentido, ya que se estropearía la experiencia en cierto modo si existiese la posibilidad de que un jugador pudiese hacer progresar su partida rápidamente entrando en la de un amigo que estuviese más desarrollada.
Dicho de otra forma, State of Decay 2 no va de matar zombis como Dead Rising 4, sino de sobrevivir. Y en eso, Undead Labs se ha encargado a fondo de que no tengamos ni un respiro. Aunque al comienzo de cada partida las cosas están un poco más calmadas, en seguida nos empecerán a escasear recursos, y los zombis no pararán de acecharnos, apareciendo además los tipos más peligrosos (por cierto, se echan en falta más tipos respecto al anterior juego).
Prácticamente siempre nos falta algo por hacer, y cualquier expedición va complicándose y nos obliga a ir resolviendo diferentes situaciones. Cosa que está muy bien para aportar variedad e intensidad, si tenemos en cuenta que las mecánicas no van a variar desde el comienzo, pero que a veces puede llegar a frustrar si no tenemos la paciencia necesaria. Todo lo que hagamos cuenta, y eso es por otra parte lo que hace que sea tan gratificante cuando logramos volver de una expedición cargado de recursos y habiendo cumplido nuestros objetivos sin pérdidas. Lo mismo ocurre con la sensación de progreso que vamos teniendo a lo largo de la partida.
Lo imperfecto de lo bonito
Donde State of Decay 2 sí que ha dado un paso adelante obvio es en el apartado técnico. Hay carencias obvias aun en Xbox One X, un poco de popping o algunas caídas más pronunciadas y palpables al recorrer la ciudad en coche. O un blur demasiado pronunciado que molestará bastante a quienes no les guste este tipo de efectos. Sin embargo, su apuesto por un aspecto gráfico un poco más alejado del realismo de la primera entrega, le sienta genial. Hay detalles que dejan que desear, como las caras de los personajes o el efecto de trasluz cuando tenemos el sol de frente. Pero pocas pegas se le puede poner al trabajo de diseño artístico de personajes, zombis y escenarios. Hay un buen trabajo tras el diseño de los zombis, las animaciones al acabar con ellos, la sangre, los desmembramientos, los pequeños detalles de los escenarios o incluso la ropa de los personajes (curiosamente he echado bastante de menos la posibilidad de personalizarlos estéticamente). Hay mimo puesto en State of Decay 2.
En cuanto a la cuestión del idioma, si sois de España, el juego viene doblado en inglés, y por el momento solo contamos con subtítulos y textos en español si cambiamos la región de la consola a algún país latinoamericano. Algo que esperamos que se solvente próximamente, ya que el idioma español se incluye en la instalación del juego, pero en la versión que nos ha llegado a España de momento no contamos con la posibilidad de ponerlo en español a través de alguna opción dentro del propio juego, por lo que de momento hay que hacerlo del modo que hemos comentado.
Conclusión
State of Decay 2 es un juego con capacidad para hacerse apasionante conforme más jugamos, y esa es su mayor cualidad. También, por cierto, una de la que carecen muchos otros títulos con mayor presencia y presupuesto que el de Undead Labs. Cierto es que recoge, puede que demasiado, ideas, mecánicas y situaciones del primer juego, pero vuelve a mezclarlas de forma original y muy acertada casi siempre.
Tampoco es uno de esos juegos para todo el mundo. Aunque tiene una apariencia sencilla y en realidad manejarnos dentro del juego no guarda mucho misterio, también tiene una capacidad sorprendente para agobiar o incluso frustrar en ocasiones. Pero si sois jugadores pacientes, os gusta la temática, la gestión o la exploración, es un juego exquisito. Hay que perdonarle algunos errores técnicos (no solo gráficos), y si ya jugasteis al primero, que no aporte nada especialmente novedoso. Pero a cambio esta segunda parte también cuenta con un rediseño artístico que le ha sentado fenomenal.
Por otro lado, puede que State of Decay 2 no sea el gran exclusivo que todavía estamos esperando para Xbox One X, pero viene a ocupar un lugar único y muy especial en el catálogo de Xbox One. Un juego que nadie debería perder la oportunidad de, al menos, probar, teniendo en cuenta además su inclusión en Xbox Game Pass desde el primer día.