The Division 2 es buen ejemplo de una segunda parte que se encuentra perfectamente justificada, a pesar de las posibilidades con las que todavía cuenta la primera entrega, y es que no se ha buscado retorcer la fórmula básica del looter shooter de Ubisoft, más allá de aportar lo justo y necesario para que tengamos un juego sólido tanto en contenidos como en su propuesta jugable desde el día 1. The Division 2 sigue la línea del primero en términos jugables, pero ha adquirido una mayor madurez, ofrece más posibilidades a los jugadores y, por supuesto, cuenta con infinitamente más contenido de inicio.
La División llega a Washington DC
Si había algo que le podíamos achacar al primer The Division, en gran parte iba en esa línea, ya que el endgame del juego en su lanzamiento se encontraba muy limitado, y era relativamente sencillo llegar a él para terminar cayendo en el hastío. La tardanza en la llegada de unas expansiones que estuvieron bastante bien, pero que también eran de pago, no ayudó demasiado. Y aunque con el tiempo, las numerosas actualizaciones de equilibrio y estas expansiones, terminamos teniendo un juego mucho más completo, The Division no fue un juego tan redondo como es su segunda parte.
La sensación con The Division 2 es que se trata de un juego más maduro, no solo en el sentido de que nos encontramos con unas mecánicas de progreso más pulidas, sino que se encuentra mejor orientado hacia lo que quiere ser. Esto, que explicaré un poco mejor ahora, repercute un poco a nivel de historia, y nos encontramos con producto un poco más liviano, sin el peso dramático de lo que ocurría en las calles de Nueva York, pero en el que la ambientación sigue contando con un peso importante en este sentido, ya que contamos con la posibilidad de explorar de forma libre (con ciertas limitaciones de nivel) un mundo que habla por sí mismo y de forma constante, y en el que también se esconden una serie de coleccionables en forma de grabaciones de radio o los ya conocidos echos, que nos cuentan un poco más sobre lo que está ocurriendo en Washington DC.
Cuando jugábamos en Nueva York, se encontraba más reciente la tragedia del virus que había asolado sus calles. La supervivencia de la sociedad era entonces todavía la máxima prioridad. Ahora, 7 meses después de la catástrofe, nos trasladamos a Washington DC, donde el peligro sigue encontrándose muy presente, pero hay algunos bastiones que resisten, a duras penas, contra las acciones de las bandas que acampan por las calles. The Division 2 no es ya tanto una historia de supervivencia, como una lucha por la esperanza de recuperar el control de la ciudad. Lo que desemboca en una trama menos oscura, y más centrada en ese espíritu de lucha que representan los agentes de The Division que protagonizan el juego.
El sello de Tom Clancy sigue estando ahí, pero la sensación en general es que contamos con una historia menos “seria” que en el anterior juego. Algo de lo que tampoco se esconde el propio juego, que se toma en serio a sí mismo en la justa medida, con enemigos bastante estereotipados, y diálogos o situaciones que no buscan ir mucho más allá de la habitual excusa para dar paso a la acción desmedida. Si cuento esto es porque sé que hay jugadores que buscarán en él una historia que, sin ser profunda, ponga esas bases para el desarrollo de la acción más pura de Tom Clancy. En este sentido The Division 2 no es el mejor exponente, pero si os gusta el género, tampoco lo necesita.
Que Washington DC, a título personal, no me parezca una ciudad con tanto carisma como Nueva York, no quiere decir que no vaya a encontrarse perfectamente representada, con todos sus lugares icónicos en el juego. Empezando, por supuesto, por una Casa Blanca que servirá como el asentamiento principal para el desarrollo de nuestras operaciones como agentes de The Division. Iremos mejorando poco a poco cada una de sus áreas conforme vayamos obteniendo piezas de tecnología SHD, realizando misiones y diferentes tareas por el mapa, como reclutando a nuevo personal, que a su vez nos dé acceso a más opciones.
Para ello también tendremos que ir visitando todos los campamentos que se encuentran repartidos por las diferentes zonas del mapa (divididas por nivel de dificultad/experiencia). En ellas conoceremos a los personajes que están al mando de cada campamento, que nos encargarán una serie de misiones principales para liberarlos del yugo de las bandas. Pero también se nos encomendarán en ellas misiones secundarias y tareas con las que ir mejorando los propios campamentos, en los que obtendremos algunas mejoras y también podremos comprobar visualmente como van prosperando.
Resulta gratificante comprobar como los campamentos y asentamientos van prosperando a nuestro paso y con nuestras acciones dentro de una Washington DC, que está asolada, pero llena de vida en comparación con la invernal Nueva York que recorríamos en el primer juego. Y es que la ambientación, y el trabajo audiovisual realizados son totalmente espectaculares.
Lo que no ha cambiado ni un ápice ha sido el sistema de coberturas y el gunplay, que, sin lugar a dudas, era el aspecto más excelente de la primera entrega, y con el que Ubisoft ha repetido rotundamente. La acción continúa siendo igual de divertida y adictiva, pero cuenta ahora con más alicientes: un sistema de progreso mejorado, un mayor número de habilidades, más modificaciones y personalización, y un diseño de enemigos más robusto. Todo esto ayuda a crear un gameplay más orgánico, en el que todos los elementos se van sumando y nutriéndose unos de otros para que la experiencia como looter shooter sea más gratificante.
The Division 2 se ha convertido en un juego más exigente, pero de una manera mejor. Mientras que en la primera entrega el modo de añadir la dificultad en las misiones se reducía a enemigos que hacían más daño y aguantaban más balas, ahora contamos con un mayor equilibrio en este aspecto. Por ejemplo, ahora los enemigos más poderosos suelen contar con armaduras, que justifican (relativamente, claro), la cantidad de impactos que son capaces de soportar. Y una vez que vamos rompiendo esas piezas de armadura vamos descubriendo sus puntos débiles.
Los enemigos también han ganado en inteligencia, se cubren o presionan, dependiendo de sus armas y la situación en la que nos encontremos, de manera más eficiente. Esto hace que cubrirnos las espaldas y coordinarnos con nuestros compañeros de equipo, si jugamos en cooperativo (también se puede optar por jugar en solitario, aunque se pierde gran parte del potencial de The Division 2) sea fundamental para sobrevivir en los niveles de dificultad más altos, o en las misiones más complejas. Estas son las fortalezas, a las que podremos acceder cuando estemos cerca del endgame, y en las que la acción es todavía más intensa que en las misiones principales.
Si algo se le puede achacar en este aspecto es el desarrollo de misiones, que, si bien cuenta con una estupenda ambientación que nos lleva a recorrer todo tipo de lugares emblemáticos de la ciudad, todas vienen a contar con una mecánica similar, en la que vamos limpiando zonas de enemigos, y defendiendo en otros momentos. Cierto es que hemos venido aquí a pegar tiros, pero algo más de ingenio podría haberle sentado muy bien al juego. Se coquetea un poco con con el diseño de escenarios en ocasiones, con elementos como la verticalidad, pero no hay mucho más donde rascar. Quizás en futuros contenidos veamos algunas cosas algo diferentes.
Como contrapartida, el aumento de habilidades ha hecho que el abanico a la hora de crear nuestra build sea más amplio, pero también menos estratégico, ya que casi todas las habilidades cuentan con variantes de apoyo, ataque o defensivas. Por lo que, si jugamos en equipo, no será tan importante que cada jugador busque una especialización en concreto, sino que se puede jugar de forma más libre en este sentido. Esto era algo en lo que ya la primera entrega se quedaba a medio camino, y parece que Ubisoft ha optado por liberar al juego de ese componente táctico casi por completo. De esta manera las estrategias cuando jugamos misiones de mayor dificultad o Zona Oscura se reducen a cubrirnos las espaldas unos con otros y flanquear a los enemigos, más que en combinar las habilidades. O, en todo caso, combinarlas por tiempo, para no dar descanso a los enemigos ni oportunidad a que nos presionen más de la cuenta. Para eso esta vez se ha implementado desde el principio un sistema de clanes muy útil para buscar compañeros con los que compartir aventuras, y de nuestras mismas afinidades.
¿Qué es lo positivo de este nuevo sistema de habilidades? La espectacularidad que se ha ganado a nivel visual. Los momentos en los que cada agente comienza a desatar su tecnología, mientras a su vez los enemigos van lanzando granadas, o usando sus propias utilidades, nos dejan escenas de los más espectaculares. Lo que combinado con los detallados y emblemáticos escenarios que visitaremos durante las misiones, y un excelente diseño de sonido, nos deja un juego con momentos de acción tremendamente estimulantes y gratificantes a nivel audiovisual. Cosa que ayuda a que repetir misiones, cuando toque, dado el tipo de juego del que se trata, sea mucho más apetecible.
Un sistema de progreso mejorado
A día de hoy, todavía no he contado con la ocasión de jugar a Anthem, que vendría a ser la comparación más reciente que podríamos hacerle a The Division 2. Pero sí puedo decir que el sistema de progreso de The Division 2 es una de las cosas que mejor se ha calculado para esta nueva entrega, con un equilibrio mayor tanto en el progreso personal como en el loot. En cuanto a lo primero, hay que tener en cuenta que The Division 2 es un juego con una enorme cantidad de contenido, y muchas tareas diferentes que realizar, que aunque a grandes rasgos se reducen a disparar y acabar con enemigos, repercuten de diferentes maneras en lo que vamos obteniendo durante la aventura. Es por eso que hay que tomarse con cierta paciencia las primeras horas de juego, para ir comprendiendo todas las opciones que tenemos a nuestra mano y lo que podemos hacer por la ciudad.
En cuanto al loot, es bastante generoso con el jugador, y en todo momento contamos con nuevas piezas o armas que ir cambiando, desmantelando, vendiendo o crafteando. Los jugadores que más disfruten de esta parte se van a frotar las manos de forma casi constante. A quienes no les importe tanto, sencillamente pueden pasar más de puntillas por todo ese proceso hasta llegar al máximo nivel, cuando comienza una nueva forma de comprender el juego: un endgame considerablemente más nutrido.
En primer lugar tenemos las Zonas Oscuras (ahora han sido divididas en tres), que si bien no son endgame en sí mismas, ya que podemos acceder desde pronto, sí será entonces cuando más lleguemos a disfrutarlas. Las Zonas Oscuras vuelven a ser el lugar donde mejor botín podemos conseguir, pero también el más arriesgado, por la dificultad de los enemigos como por los otros jugadores que pretendan robar lo que es nuestro. Además de dividirse en varias áreas, cosa que aporta cierta frescura para no repetir siempre el juego en las mismas zonas, se han implementado algunas dinámicas nuevas. La figura del renegado (ese agente que se vuelve malo y al que podemos atacar con todas las de la ley) sigue estando presente, pero ahora podemos volvernos renegado de diferentes modos, y obtener recompensas extra; por ejemplo, hackeando la red SHD. Esto que al principio puede sonar extraño, se encuentra integrado de forma bastante eficiente en el juego, que ahora también se encarga de “proteger” más a los jugadores novatos dentro de la Zona Oscura, para que no encuentren tantas trabas a la hora de entrar en el PvP del juego.
Aunque esta vez también contamos desde el principio con los modos de juego PvP más directo, fuera de la Zona Oscura. Modos más o menos clásicos como escaramuza o dominación, en los que podemos jugar en partidas de 4 vs 4, que suponen un buen añadido a la hora de desconectar de lo habitual, pero no ofrece nada particularmente atractivo respecto a otros títulos multijugador. No obstante, su añadido no está demás, porque son un lugar perfecto para practicar los enfrentamientos frente a otros jugadores antes de pasar a la Zona Oscura, que sí puede resultar más hostil para el jugador poco experimentado.
No quiero destriparos en el endgame más de la cuenta, ya que Massive esta vez se ha guardado un par de sorpresas (algunas más en realidad) con las que seguir dando continuidad al juego, y que además han sentado fenomenal a la fórmula principal. Comenzando por la aparición de una nueva facción una vez nos acabamos el juego por primera vez. Cuando ocurre esto el mapa de Washington DC se transforma, y la forma de entender la exploración, tanto la libre como la realización de misiones, cambia, y es cuando nos damos cuenta de que lo que hemos jugado hasta ahora pasa por ser un entrenamiento para lo que se avecine. Lógicamente el valor de todo lo jugado hasta entonces es mayor, pero es interesante referirse a ello como entrenamiento por dos razones.
La primera de ellas es el desarrollo del personaje. Una vez que hemos cambiado de equipo, de piezas, de habilidad y nos hemos hartado de disparar con todas las armas del juego, llega el momento de construir de forma más consciente la build, o builds, que vamos a querer usar con nuestro personaje. Aquí nos damos cuenta de que la segunda parte de un juego mejor pensado y equilibrado que el primer The Division, y que esta segunda entrega, como decíamos, tiene todo el sentido del mundo. Ahora, además de las habilidades de tecnología, contamos con muchas otras ventajas que desbloquear mediante nuestro equipo, ya sea crafteando o looteando, e ir perfeccionando a base de modificaciones.
Pero lo más importante aquí es que este proceso no se hace tan pesado como en otros juegos, ya que The Division 2, junto a la nueva facción y tareas disponibles, se las apaña para volverse más exigente con el jugador, que se las tienen que apañar para adaptarse a los nuevos combates, más difíciles, y poder afrontar los nuevos retos exprimiendo su equipo y habilidades. Una vuelta de tuerca bastante fresa y que recompensa muy bien todo ese trabajo de farmeo.
Junto a un sistema de progreso dentro del endgame, así de progresivo y estimulante, hay muchos más elementos que ir descubriendo, como enemigos especiales que buscar por el mapa para obtener piezas únicas, o el desbloqueo de un arma extra para nuestro agente, especialmente poderosa, que pude ser lanzagranadas, ballesta o rifle de francotirador pesado. Más todo lo que llegará a lo largo de los próximos meses, incluyendo una raid para hasta 8 jugadores, de la que esperamos grandes cosas, y más misiones, fortalezas y equipo. The Division 2 es un juego que sabe recompensar muy bien el tiempo del jugador, y eso es lo más importante que hay en su género.
Más luces que sombras
En el aspecto técnico, The Division 2 no es un juego que brille por igual en todos los sentidos. Y de hecho, teniendo en cuenta la magnitud de la producción, y el tiempo transcurrido desde el anterior juego, se lo podría achacar la falta de un mayor salto técnico en algunos elementos gráficos. Pero es que el trabajo de ambientación y representación visual tanto de los lugares más emblemáticos de Washington DC; como de cualquier esquina del mapa por la que pasemos, que cuenta con una cantidad abrumadora de detalles, que es difícil cuestionar el trabajo de Massive en este sentido. Hay cosas mejorables, y algunos bugs gráficos y de sonido que corregir todavía, pero es que el cariño puesto en el apartado audiovisual es tan grande que se nos olvida muy rápido cualquier desperfecto para meternos de lleno en el juego, los tiroteos. Y, al final, nos quedamos con esos detalles, como el humo saliendo de nuestra ametralladora después de haber vaciado un cargador de 100 balas de una sentada, o un inteligente y efectista uso de la luz.
En cuanto a lo que hablábamos sobre ese cambio de tono, que sin ser radical, es menos oscuro, tiene que ver bastante también la ambientación. Hemos pasado de las nevadas y vacías calles de Nueva York, a un Washington DC que presenta una cara más amable y salvaje, con mucha vegetación y animales, y en general más vida y color. Hay bastante más vida en Washington DC, tanto de enemigos como de aliados que patrullan las calles procurando mantener el orden. También dejamos la ropa de invierno en el armario para sacar a pasear la ropa de corto.
La nieve ha dejado paso a una paleta de colores más amplia. Esa basura, con la que bromeábamos (pero con toda la razón) en The Division, con que era de lo más bonito del juego, sigue estando ahora presente, pero en forma de unas calles devastas que cuentan con todavía más nivel de detalle. Por no hablar de unos interiores, los que nos encontramos en cada misión, que son completamente espectaculares. Incluso el uso de algunas habilidades, tanto aliadas como enemigas, ayudan a llenar de color también los momentos de acción, con humos rosas o verdes.
A esto debemos sumarle un diseño de sonido excepcional, con una banda sonora que se integra a la perfección con la acción, o unos efectos de sonido como los de las armas realmente estimulantes a la hora de disparar.
Conclusión
The Division 2 es un blockbuster de los pies a la cabeza. Con la primera entrega nos encontrábamos un juego que ya lo era, pero que bajo la etiqueta de Tom Clancy parecía buscar un poco más ese apoyo en un juego más táctico y concienzudo, y enfocado hacia un tipo de jugador más exigente. La segunda entrega, directamente, no se esconde, y a cambio nos ofrece un juego mucho más equilibrado en todos los aspectos de gameplay, y probablemente el mejor looter shooter que hemos tenido hasta ahora.
Es un juego más difícil, pero también más centrado en satisfacer a todo tipo de jugadores. Esto no es malo, ya que con tal cantidad de contenido desde el inicio, y todas las actualizaciones gratuitas que irán llegando, cada jugador va a poder encontrar aquello que vaya buscando: disfrutar tranquilamente de su historia mientras farmea con calma más y mejores objetos, o embarcarse en los momentos más tensos de la Zona Oscura y el nutrido endgame.
Más allá de esto, quizás no cuenta con esa “aura” del primero, pero también es cierto que es un juego más honesto con el jugador, equilibrado y satisfactorio. Poco más podíamos pedirle a Massive.