Este comienzo de año está siendo una auténtica locura en términos de calidad, con videojuegos de la talla de Elden Ring, Dying Light 2 y demás ofreciendo cientos de horas de pura diversión y entretenimiento a miles de usuarios. Muchos títulos AAA han ido lanzándose desde enero de 2022, y han tapado a muchos otros lanzamientos mucho más pequeños y modestos que, sin lugar a dudas, tienen una calidad increíble.
Pero de esos «títulos más modestos» hay uno que lleva destacando desde que se mostró por primera vez durante el E3 2017, y ese es Tunic. Desarrollado por Andrew Shouldice, esta persona ha estado los últimos 7 años de su vida trabajando duramente por llevar a cabo uno de los títulos indies más bonitos y nostálgicos que hemos podido ver en mucho tiempo. De ahora en adelante, desgranaremos todo lo que esta aventura nos tiene preparado, en este análisis de Tunic.
Cuando los primeros Zelda y las obras de Hidetaka Miyazaki tienen un hijo…
Desde su primer tráiler, Shouldice prometía una experiencia al más puro estilo de las primeras entregas de Zelda, pero desarrollada en estos tiempos. Nada más empezar, muchos de sus aspectos nos transporta décadas atrás, a esos juegos en los que Tunic se ha inspirado: su cámara cenital, su entramado, pero genial, diseño de niveles, y su modo de combatir, y sobre todo, la manera en la que nuestro pequeñajo protagonista progresará en su aventura.
Pero no solo coge aspectos de los títulos de la franquicia estrella de Nintendo, si no que también se da el lujo de introducir mecánicas que nos recordarán mucho a las obras de From Software y Miyazaki (Dark Souls, Elden Ring, etc.) como el tema de descansar en estatuas, recuperar las pociones de vida y la salud, pero que los enemigos derrotados se vuelvan a generar. También, las estatuas que nos sirven de «hoguera» servirán para mejorar nuestra vida, defensa, ataque y varias estadísticas más.
Artísticamente, es una de las experiencias indies más bonitas que podemos encontrar
Sabemos que lo más importante no es el apartado gráfico, ni el artístico, aunque muchas veces estos apartados hagan sombra a otros mucho más importantes. Pero Tunic es un caso aparte, ya que, como se puede ver a simple vista, su apartado artístico llama mucho la atención, gracias a su mezcla entre lo minimalista de sus modelos low-poly (modelos que cuentan con poca geometría) con una iluminación y unos efectos la mar de cuidados.
Muchas veces, nos quedamos totalmente boquiabiertos de la cantidad diferente de niveles que recorremos junto a nuestro protagonista, y más cuando visualmente son tan bonitos. Desde cuevas oscuras, pasando por zonas boscosas, y pasando por cimas de montañas nevadas, la cantidad de registros que Tunic nos tira a la cara durante toda la aventura es algo digno de alabar, ya que Shouldice ha conseguido su objetivo principal con Tunic: darnos esa sensación de exploración algo que jamás lo había sido.
Tunic cuenta con un registro sonoro que será difícil de superar este año
Para alguien que no había visto casi nada del título, el primer contacto con el juego fue fijarme en su apartado visual, ya que es algo en lo que es muy difícil de no fijarse. Pero al poco tiempo, su banda sonora te atrapa de una manera que, al momento, estás tarareando todas las canciones que vas escuchando, ya que el trabajo musical que hay en Tunic es algo que, personalmente, me pilló desprevenido, y sorprendió, para bien.
Incluso musicalmente sigue siendo un título muy minimalista, sin grandes composiciones como en las entregas de Zelda o los títulos de From Software (es obvio, no cuentan con el mismo apoyo económico), pero como siempre, la industria indie sabe sacar todo el provecho necesario con las herramientas más modestas que se pueden permitir. Sin adelantar ninguna pieza musical, solo diremos que después de estar horas jugando, tendréis las melodías pegadas en la cabeza durante horas y horas… Y eso es sinónimo de un trabajo excelente.
Aunque no todo es perfecto, ya que Tunic sufre en varios aspectos…
Ningún juego es, ni ha sido, ni será perfecto, ya que la perfección no existe. Y después de haber repasado los puntos más fuertes de esta pequeña aventura, también hay que mostrar los aspectos donde el juego falla, o que al menos se deberían haber cuidado más. El primero, y más importante, es que hay veces que el título se vuelve muy frustrante, debido a que su jugabilidad no responde del todo bien en muchas ocasiones (a la hora de esquivar y atacar, por ejemplo).
Además, hay situaciones donde el juego pega un subidón de dificultad extremo inesperado e innecesario, ya que después de «X situación» el juego vuelve a estabilizarse. Por último, hay algún que otro jefe que su mecánica se vuelve repetitiva a la par que frustrante, y que se agradecería algún que otro cambio en mitad de la pelea, ya que hay ocasiones que simplemente se trata de spammear el botón de atacar hasta derrotarlo, quitándole esa «magia» de los jefes.
Tunic es, sin lugar a dudas, una joya indie por pulir
Andrew Shouldice ha dejado muy claro su inmenso talento al haber creado por su cuenta esta maravillosa aventura, que tantos recuerdos nos trae de títulos que marcaron época, mientras que recoge otras ideas de juegos más modernos para implementarlas en su pequeña historia, protagonizada por este simpático zorro, y que nos ha dejado un gran sabor de boca, aunque hay que decir que aún tiene cosas que estaría bien pulir más.
Tunic es una de las grandes sorpresas de este año en el panorama indie, y no es una locura decir que podría competir con los pesos pesados de este año como Elden Ring para el premio a «Juego del año» ya que lo que el juego ofrece, lo hace muy bien. Shouldice ha demostrado que con pasión, trabajo duro y objetivos claros puedes crear una obra que haga frente a grandes proyectos. Si no estáis muy seguros de haceros con el título, podéis echarle un vistazo gracias a Xbox Game Pass.