En 2014 MachineGames y Bethesda sorprendieron con Wolfenstein The New Order, un juego con el que se recuperaba una de las licencias clásicas más veneradas por los jugadores, mediante un título que se apoyaba en algunos cánones actuales, pero que no tenía miedo de imponer sus propias ideas y mezclarlas con las clásicas. Ese carisma indiscutible fue el que hizo que, con sus más y sus menos, Wolfenstein The New Order se haya convertido ya, a pocos años de su lanzamiento, en uno de esos juegos de culto que hay que conocer. Unas ideas que se vieron reforzadas poco después con el lanzamiento de Wolfenstein The Old Blood. Por eso, y tampoco nos engañemos, por los alucinantes vídeos de gameplay presentados, Wolfenstein II The New Colossus ha sido uno de los juegos más esperados para estos últimos meses del año.
Análisis de Wolfenstein II The New Colossus – Xbox One
La lucha contra los nazis nunca termina. El mundo de Wolfenstein se basa en un pasado alternativo. Pero, ¿es realmente tan diferente este panorama del real, del nuestro? Vale, sí, hay más que evidentes diferencias, y aquí no suelen llovernos bombas nucleares cada dos por tres. Pero tampoco deja de ser cierto que el nazismo, como idea del mal, sigue estando presente en nuestra cultura. Si no de qué, a estas alturas, íbamos a estar hablando de un juego en el que, sin piedad alguna, nos dedicamos a aniquilar cientos de nazis de las formas más violentas posible. La diferencia entre los buenos y los malos será siempre un recurso infalible para contarnos historias y, en los juegos, para motivar nuestras acciones.
Y claro, cuanto más poder tengan esos malos, más poderosos nos sentiremos nosotros al lograr sobreponernos a ese mal que en este caso, cómo no, vuelve a estar representado mediante el nazismo, mediante caras desfiguradas y protegidas con máscaras y cascos que nos dejan siempre clara la diferencia entre los buenos y los malos. Tampoco es que Blazkowicz sea el héroe más expresivo de la historia, pero sí lo son sus amigos, por los que no duda en pelear ni por un segundo, aunque sea en silla de ruedas.
La narrativa es uno de los puntos mejorados. Las señas de identidad: violencia, humor negro, sangre y excesos, siguen estando ahí. Lo que ahora también tenemos es un mayor ahondamiento en los personajes y en el trasfondo de la historia, llevado a cabo tanto mediante abundantes cinemáticas, como mediante detalles y coleccionables de todo tipo repartidos por los escenarios.
Wolfenstein II The New Colossus continúa justo por donde lo dejó el primer juego (The New Order), con un Blazkowicz hecho polvo con el que ahora más que nunca MachineGames ha querido que empaticemos. No faltan las escenas de vídeo, sobre todo al principio, en las que se nos presentan cómo están las cosas, pero también la infancia de un Blazkowicz que deberá replantearse los motivos por los que merece la pena continuar con la lucha, para poner fin de una vez por todas al despiadado nazismo.
Unas ideas que se ven reforzadas una vez más con grandes dosis de humor negro y de fanservice. De eso van sobrados en Bethesda y MachineGames. En la línea de los anteriores, la violencia será una constante, y no para de ir a más conforme progresamos en la aventura. Algo parecido ocurre con los chistes y las constantes referencias, que encuentran su máximo exponente en los coleccionables, muy variados y numerosos, que rompen un poco el ritmo de la aventura, pero que contribuyen a entrar en situación y son lo bastante buenos para que merezca la pena detenerse en ellos por lo menos en una segunda partida.
El placer de matar… nazis
Ese gunplay, tan divertido como adictivo, vuelve a ser el principal valor de esta nueva entrega. Unos 60 fps estables son en parte los responsables de ese estupendo feeling que tenemos al disparar. Pero es sobre todo el buen trabajo realizado, una vez más (hay que reconocer que buena parte está reciclada de los anteriores juegos) en el control de cada arma, sus características y posibilidades. Sin ser un armamento muy variado, ya que tenemos una de cada tipo, MachineGames vuelve a saber cómo ofrecernos una amplia cantidad de posibilidades para afrontar los combates.
Volvemos a tener las armas conocidas, con alguna incorporación interesante como el dieselkraftwerk, con el que lanzamos una especie de bolas explosivas que podemos detonar cuando queramos, de forma instantánea o posterior. Una de las armas más interesantes, por las posibilidades estratégicas que brinda, pero también por su gran poder de destrucción: será de hecho fundamental contra los enemigos más tochos. Luego están las hachas, que sustituyen a los cuchillos (un buen ejemplo de cómo Wolfenstein II va un paso más allá), y que además de permitirnos romper cajas y abrir algunas trampillas, cumplen una función de sigilo, solo que más espectacular.
Mención especial merece la escopeta, que a mi gusto sigue siendo el arma más gratificante a la hora de acabar con nazis. Su poder lógicamente se encuentra en el combate cercano, lo que la hace especialmente útil para algunos niveles, pero nunca está de más sacarla en un momento dado para reventar un par de cabezas que se acercan más de la cuenta. Lo que me recuerda a que la rueda radial para cambiar de arma resulta un poco engorrosa en el control con mando cuando estamos en problemas. También porque se asocia con otro pequeño problema: lo poco representado que está en pantalla el daño que recibimos; es difícil averiguar desde donde proceden los disparos o cuánto daño nos están haciendo, lo que nos llevará a más de una muerte perfectamente evitable.
Son pequeñas torpezas que estropean un poco el genial gunplay que nos vuelve a presentar MachineGames, pero que quedan tapadas por su enorme carisma, como la vuelta de la posibilidad de usar a la vez dos armas, pudiendo variar entre cualquier opción, según nos convenga. También disponemos de hasta tres mejoras para cada arma, que podremos ir equipando conforme encontremos kits de mejora, para personalizar así un poco más nuestra experiencia según nuestros gustos. Es otra de las cosas buenas, que Wolfenstein II The New Colossus en ningún momento nos impone una forma correcta de afrontar los combates, sino que tanto escenarios como armamento siempre nos dejan libertad para elegir cómo actuar. Hay formas más fáciles que otras, claro, pero no siempre son las más satisfactorias. Y casi sin darnos cuenta es fácil que apostemos por la forma más espectacular, o la que nos lo parezca a nosotros, sin que sea la más sencilla de realizar.
El eterno retorno
El diseño de las fases vuelve a ser muy similar. Hay algo de variedad, sin pasarse, con algunos momentos más abiertos (ciudad de Nueva York en ruinas) y otros niveles más cerrados (un tren nazi a toda velocidad). Pero el resumen más o menos se basa en acabar primero con algunos enemigos, a poder ser con los comandantes, de forma sigilosa, y pasar a la acción más pura en cuanto nos pillan -llamadme si sois capaces de pasaros los niveles en completo sigilo. Que no digo que no se pueda, pero la tentación de formarla gorda es demasiado alta, y más con las nuevas ventajas que poco a poco vamos desbloqueando y que no quiero desvelar-.
La dificultad vuelve a ser otro elemento característico, con un selector que nos ofrece hasta 6 modos de dificultad, y uno extra que habrá que desbloquear. En lo personal, suele darme pereza el momento de decidir por qué dificultad decantarme a la hora de comenzar un juego. Suelo preferir que me dejen claro el reto correcto al que enfrentarme para no desvirtuar el juego. Sin embargo, casos como este justifican los selectores de dificultad. Wolfenstein II The New Colossus es muy rejugable, además de por lo divertido que resulta, por las posibilidades de su gameplay y por algunas decisiones que pueden variar un poco la historia. Con unos enemigos con una buena IA, aunque algo irregular, es un juego al que dan ganas de volver para enfrentarnos a un reto mayor o centrarnos en buscar los coleccionables.
Quizás otra de las cosas que se le puede achacar sea el ritmo. Hay en este sentido algunas decisiones cuestionables, y que se arrastran de los anteriores juegos pero se hacen un poco más palpables. Andar siempre rebuscando ente los restos de los soldados caídos para recuperar armadura y vitalidad, por ejemplo, contrasta con el ritmo frenético que proponen los combates. Pero son sobre todo las numerosas escenas de vídeo o coleccionables lo que choca más con ese estilo de juego. Quiero decir, se entiende que hay interés por mostrar unos personajes y un trasfondo que no son solo fachada, y que parar un poco entre los momentos más intensos viene bien, pero puede caer en eso a veces más de la cuenta. Te lo pasas tan bien pegando tiros, que se echan de menos que esas transiciones sean un poco más cortas.
En la cuestión del ritmo es precisamente donde más se diferencia de DOOM, con el que comparte tantas similitudes. Ambos juegos funcionan bajo el motor iD Tech 6, y ambos basan sus virtudes en la acción más pura y bruta, pero mientras uno no duda en llevarnos al más profundo infierno, Wolfestein II The New Colossus no se olvida de que, aunque su mundo esté dominado por los crueles nazis, todavía hay humanidad en él. No se trata aquí de elegir si es mejor la fórmula de DOOM o la de Wolfenstein II The New Colossus, porque son dos de los mejores shooters de los últimos años, sino simplemente de mostrar como ambos juegos comparten tanto presentando a su vez sus propias ideas de manera firme.
Otra influencia interesante es la de Fallout, que no solo se deja ver en ese característico humor, sino también en algún que otro escenario, como una nueva York arrasada por explosiones nucleares o una Roswell dominada por el Ku Klux Klan -sencillamente genial-. En cuanto a diseño, la marca Bethesda está ahí, y parece cada vez más reconocible. DOOM, Dishonored, Prey, Fallout 4 o Wolfenstein, tienen marcas personales muy claras, pero también similitudes, tanto en ideas más profundas, como en cuestiones más visibles, como puede ser la paleta de colores o diseño de personajes. Wolfenstein II The Colossus no apuesta por ejemplo por ese toque acuarela propio de Dishonored y que recogía en cierta medida Prey, pero tiene claro que por encima del realismo está el carisma, el que desborda cada cara o diseño de enemigo que encontramos en el juego.
Comparativa de Wolfenstein II The New Colossus entre Xbox One, PS4 y PC
A nivel gráfico no es lo más destacable que hemos visto, por lo menos en Xbox One y Xbox One S (todavía falta por ver qué tal le sientan las mejoras en Xbox One X), pero el carisma que desprende cada rincón es indudable. Peca de mayor variedad o particularidad en algunos escenarios, pero lo compensa con creces a través de cada detalle extraído de toda la imaginativa que desprende en cada panfleto, referencia, chiste, expresión o, en definitiva, en cada esvástica. Es Wolfenstein en estado puro, y si a eso le sumamos una buena cantidad de efectos (alguno un poquitín más pobre, como las explosiones de granada), un correcto manejo de luces y sombras y unos 60 fps firmes, nos queda un título excelente a nivel técnico que encierra todo tipo de situaciones memorables, y alguna que otra sorpresa. También acompañan una excelente banda sonora y doblaje al español.
Wolfenstein II The New Colossus tendrá mejoras en Xbox One X
Conclusión
Cada vez me cuesta más puntuar un juego, y Wolfenstein II The New Colossus es un perfecto ejemplo de esos juegos que me ponen en el apuro. Porque quizás, intentando mirarlo con ojos objetivos y valorando por igual cada apartado, no debería obviar aquellos pequeños errores o cosas que podrían ser mejores. Pero mirándolo con los ojos de quien se ha terminado el juego recientemente, lleva ya unas cuantas horas de una segunda partida en mayor dificultad, y continúa disfrutando de cada tiroteo y coleccionable, resulta difícil pararse a atender esos pormenores.
Es lo que tienen los buenos juegos, los que terminan convirtiéndose en títulos que seguiremos recordando años después a pesar de no rozar la excelencia en todos sus aspectos. Y no, Wolfenstein II The New Colossus no tiene alma aunque por momentos parece que la busque, porque no le importa venderla a cambio de un poco más de diversión, un poco más de fanservice, a cambio de otra patrulla más de nazis machada. Aquí nadie ha venido a buscar lo trascendente, sino, como diría el propio Blazkowicz: a acabar con todos los cerdos fascistas nazis blancos. Y si por el camino tenemos mucho cachondeo y carisma, pues mejor. Los juegos pueden ofrecernos muchas experiencias diferentes que merece la pena explorar, pero nunca nos olvidemos de que matar nazis seguirá siendo siempre uno de sus principales valores.
Wolfenstein II The New Colossus es desde ya otro juego de culto que se une a la saga. En el que, mientras se han mantenido los puntos fuertes, se ha buscado profundizar en algunas cosas, como una narrativa que quizás tampoco era tan necesaria. Pero es curioso esto, porque a pesar de mostrar una narrativa más profunda y unos personajes más humanos, me sigo creyendo por completo a Blazkowicz acabando con miles de nazis. Me lo sigo creyendo, incluso, haciéndolo en silla de ruedas. Eso también tiene mérito.