Wolfenstein: Youngblood es la cuarta entrega de la serie tras su reboot de 2014. En estos años nos ha dado tiempo a conocer su fórmula al tiempo que veíamos cómo se pulía con cada lanzamiento, pero todavía quedaba un poco de margen para innovar. Algo que trata de hacer esta nueva entrega protagonizada por las gemelas Blazkowickz.
Siguiendo el juego de palabras, tras Wolfenstein: The Old Blood, en este segundo spin off de la serie le toca a los jóvenes repartir leña y acabar con los nazis en Wolfenstein: Youngblood. En este análisis desgranaremos todas las virtudes de esta refrescante propuesta veraniega que deja varias alegrías, con algún tropiezo de por medio.
Lo mejor de cada casa
Bethesda parece dispuesta a volver probar suerte con los desarrollos conjuntos, lo hizo hace poco tiempo con Rage 2 y ahora lo hace con Wolfenstein: Youngblood, que desarrollan Machine Games y Arkane Studios. Son muy evidentes los puntos fuertes de cada equipo y consiguen un resultado la mar de interesantes. Es como un híbrido entre lo mejor de Wolfenstein y lo mejor de Dishonored.
Disparar sigue siendo uno de los grandes placeres de Wolfenstein: Youngblood porque Machine Games no ha perdido un ápice de maestría a la hora de presentar un gunplay frenético, satisfactorio y realmente divertido, pero la acción logra una nueva escala gracias a la mano de Arkane Studios. Tanto el diseño de escenarios, como la progresión de personaje recuerdan tanto a los creadores de Dishonored que es inevitable acordarnos del bueno de Corvo.
Como en el caso de Rage 2, la colaboración de dos referentes de su respectivo campo brinda una jugabilidad original que dista bastante de su anterior entrega. Lo mismo pasa con este Youngblood, en el que la propuesta multijugador de mundo semiabierto y acercamiento arcade, ha relegado la narrativa tradicional de la serie a un segundo plano.
¿Cuál es el plan? Encontrar a Papá y matar Nazis
La historia de Wolfenstein: Youngblood se sitúa en 1980, diecinueve años después de los acontecimientos de lo visto en Wolfenstein: The New Colossus. América está ya libre del yugo nazi, pero Europa sigue ocupada por los invasores. Jessica y Sophia Blazcowickz son las hijas gemelas de “Terror Billiy” y Anya Oliva, y pronto se convertirán en los miembros más jóvenes de la resistencia mundial. Concretamente, cuando su padre, el hombre que mató a Adolf Hitler, desaparece por sorpresa en una misión en París, que ahora es la nueva central del ejército nazi tras la caída de Berlín.
Con esa ansía de aventuras típica del cine de los 80, las gemelas Blazcowicz se embarcan en una misión de rescate en el corazón de Francia junto a Abby, hija de Grace Walker. Allí contactarán con la resistencia local, ubicada en las catacumbas de París, y liberarán la ciudad en busca de su padre.
Aunque el marco argumental es uno de los más interesantes que ha propuesto la serie, Wolfenstein: Youngblood funciona de otra manera, ya que se trata de un juego de mundo semiabierto que prescinde de la narrativa lineal de las entregas anteriores.
La acción tiene lugar en varios distritos independientes que forman escenarios de mundo abierto de gran tamaño. Se desarrolla a través de misiones principales y secundarias que los jugadores podrán manejar a su gusto desde el diario de juego y las catacumbas de París funcionan a modo de centro neurálgico de la resistencia. Es lugar de descanso y aprovisionamiento donde conseguir nuevas misiones y echar un ojo a los desafíos de la comunidad, una de las novedades que llegan gracias a su componente online.
Los lobos cazan en manada
El resultado de este nuevo concepto de juego es una propuesta arcade mucho más desenfadada que lo visto en anteriores entregas de la serie, pensada para el juego cooperativo de hasta dos jugadores. Las gemelas Blazcowicz eran la oportunidad perfecta de acercar la serie a un componente multijugador y que mantuviera un sentido coherente con el resto de entregas.
Prácticamente todo el concepto del juego gira entorno a este objetivo, conseguir una experiencia multijugador satisfactoria. Para ello, se ha reducido la carga narrativa, tal y como comentábamos, pero también se han creado escenarios de juego más grandes, con objetivos dinámicos y múltiples rutas que obligan a rejugar los mapas con nuevos artilugios para descubrir secretos. Además, cuenta con un sistema de progresión inédito en la serie.
A estas alturas no sorprende ver un shooter con un sistema de progresión con niveles, mejoras de armamento y habilidades activas, pero el acierto de Wolfenstein: Youngblood es lograr que sí tengan impacto en su jugabilidad. En los niveles de dificultad más elevados y contra los enemigos más difíciles, no solo habrá que tirar de estrategia entre compañeros, sino que el componente táctico de qué armas y mejoras utilizar contra cada objetivo dependiendo de sus debilidades es un factor a tener en cuenta.
Es innegable que Wolfenstein: Youngblood tiene buenas ideas y talento detrás que logra un gunplay divertido, una propuesta desafiante y un diseño de niveles atractivo. Pero no puedo quitarme la sensación de que falla en algo importante, en darle sentido y continuidad a sus aciertos.
Si bien el diseño de los escenarios, evidente trabajo de Arkane, ofrece múltiples rutas al más puro estilo metroidvania e introduce un nuevo enfoque de verticalidad a la acción, al principio de la aventura es fácil que resulte confuso tanto el funcionamiento de sus distritos, la orientación en los mismos o el propio viaje rápido. Nada nos librará de alguna que otra caminata, culpa también de la poca variedad en el desarrollo de sus misiones.
Mientras tanto, la progresión jugable se queda realmente escasa para tratarse de una propuesta multijugador. Más allá de su campaña principal, un factor casi testimonial que puede llevar poco más de 10 horas, la motivación jugable cae en picado por falta de objetivos. Hay muchos secretos que descubrir en sus paredes, pero no hay un endgame propiamente dicho en el que conseguir mejor armamento o habilidades más allá de mejorar el existente. Tan solo se desbloquean nuevas misiones, con el mismo patrón de siempre.
Conclusiones
Decir que Wolfenstein: Youngblood es una oportunidad fallida es estar muy lejos de la realidad, es una propuesta veraniega muy a tener en cuenta para jugar a pachas con un amigo y disfrutar de un shooter cooperativo con un acabado fenomenal en Xbox One X gracias a sus dos modos de configuración (gráficos o rendimiento).
Mezcla aciertos de dos series consagradas y logra hacerlo con cierta originalidad. Se siente genial a los mandos y es divertido, muy divertido. La acción sigue siendo trepidante, cuesta no engancharse a su gunplay, y probablemente sea la entrega con mejor ambientación y diseño de escenarios gracias a la colaboración de Arkane Studios. La única pega es que al final no se ha sabido dar una continuidad a su propuesta lo sufiencetemente motivadora.
Como un amor de verano, al principio confunde con sus nuevas propuestas, pero tardas poco en aclimatarte y disfrutar del momento. Su experiencia es rápida e intensa, pensada para disfrutar en compañía, pero al poco tiempo la llama acaba apagándose. Es una aventura que no tardas en disfrutar, que presenta un futuro dudoso, pero nunca te arrepentirás de haber. Porque un amor de verano es eso, un momento de pasión y coger un par de escopetas y liarse a tiros con un ejercito de nazis es uno escenario de pasión difícil de superar.