Dishonored es una franquicia que nació en los últimos coletazos de la pasada generación de consolas, allá por 2012. Un juego de acción y sigilo que puso de nuevo a Arkane Studios en el club de los desarrolladores con más talento del panorama. Consiguieron un juego único que mezclaba la acción más visceral con el sigilo más inteligente, las sucias y negras calles de una ciudad post industrial con las creencias y rituales paganos sobre dioses terrenales. Un juego que llevaba a su máxima expresión la libertad de acción, que nos permitía jugar a nuestra manera gracias a sus mecánicas y su sofisticado diseño de escenarios. La escala de grises que pintan la ciudad, el azul resplandeciente del aceite de ballena y su detallismo casi enfermizo grabó en nuestro recuerdo el nombre de Dunwall, una ciudad que se codea junto a Rapture y la Ciudad 17 como uno de los mejores escenarios creados en un videojuego.
Pero hace tiempo que dejamos Dunwall atrás. Arkane Studios escuchó las suplicas de sus fans y nos brindó una segunda parte en la que nuestro amigo Corvo por fin hablaba y había ejercido sus labores de padre, la pequeña Emily ahora era toda una mujer de armas tomar, y cambiábamos las húmedas y frías calles de la capital del imperio, por las terrazas y el sol de Karnaka, en la isla más meridional de este mundo ficticio.
Dishonored 2 fue un juego notable, casi sobresaliente. Traía de nuevo todo lo que hizo grande a su predecesor, acción desmedida, ingeniosos poderes sobrenaturales y un planteamiento que daba rienda suelta a nuestra imaginación. Pero no supo captar el espíritu de la primera entrega. A los mandos se sentía igual, pero podía pecar de demasiado continuista. Karnaka, aunque cuenta con escenarios y diseños realmente logrados y sorprendentes en algunos de sus emplazamientos, parecía perder el carisma de Dunwall.
Pensamos que habría que esperar unos años para volver a ver otra entrega de esta saga que Arkane trabaja con tanta maestría, pero no. Hace poco más de dos meses, en el E3, Bethesda sorprendió con el anuncio de un juego, otra entrega de Dishonored, continuación directa de la segunda parte. Como en su día lo fueron El puñal de Dunwall, donde se nos cuenta el pasado de Billie Lurk y Daud, y Las brujas de Brigmore para la primera entrega . Pero esta vez se lanzaba de forma independiente y no como un complemento, además nos proponía una misión suicida, la muerte de un Dios. La muerte del Forastero.
Logra lo imposible
En esta entrega controlaremos a Billie Lurk, conocida también como Megan Foster en Dishonored 2, hoy en día una marinera venida a menos, antes, despiadada asesina a sueldo, miembro de los Balleneros y mano derecha de Daud, el puñal de Dunwall, asesino de la emperatriz Jessamine Kaldwin, dotado de la marca del Forastero. Muchos años después de pasado en común, Billie se decide a encontrar a su antiguo maestro, que es como un padre para ella, quien la rescató de las calles y enseñó a ganarse la vida.
Daud se encuentra en Karnaka, es un espejismo de quien antaño fue, retenido, viejo y enfermo, tiene un último encargo para Billie, matar a “ese cabrón de ojos negros”. El Forastero. Un dios que habita el Vacío, causante del mal en el mundo, que juega con los hombres como marionetas.
Nuestra misión ahora es averiguar cómo matar a un dios y cómo entrar en el Vacío, mientras, vamos investigando la historia de esta figura misteriosa del folclore pagano de Dishonored. Para ello, volveremos a los barrios de Karnaka, exploraremos nuevos lugares, visitaremos otros ya conocidos, para finalmente adentrarnos donde habita la magia oscura, en el Vacío.
La trama del juego tiene un planteamiento muy interesante. Profundizar en el trasfondo de una figura de la importancia del Forastero es todo un acierto, pero al final sientes que la historia está un poco desaprovechada para la premisa tan evocadora que presenta al principio. Le falta esa chispa de ambición que nos muestre que de verdad estamos en una misión tan épica como parece y no un simple procedimiento rutinario. El Forastero es un personaje que podría haber dado mucho más juego, y al final se queda relegado. Presenta momentos muy originales, pero da la sensación de que va demasiado acelerado para caber en un juego que no supere las 8 horas de duración en un recorrido normal.
Siempre podrás rejugarlo con la opción Nueva partida + que añade la posibilidad de jugar al título con parte de los poderes de Emily y Corvo que vimos en las anteriores entregas.
Mata a un dios
Poco podemos añadir a la jugabilidad de La muerte del Forastero que no hallamos comentado en la clásica formula de acción y sigilo de los anteriores Dishonored. Todo está hecho por y para la infiltración, desde los poderes, los artilugios, hasta, por supuesto, el diseño de los niveles. En su conjunto, crean un juego sobresaliente que premia la libertad de acción y la originalidad para enfrentarse a las situaciones.
El cambio más significativo de esta entrega respecto a los anteriores es que controlamos un personaje que no posee la marca del forastero, es decir no tiene poderes por sí mismo. Billie Lurk obtiene su poder a través de viejas reliquias del Vacío que le confieren poderes sobrenaturales. Son limitados en su cantidad, solo contaremos con tres, pero ilimitados en su uso. Estas reliquias obtienen su poder de la energía del vacío, que se regenera automáticamente. Así que, jugablemente hablando, no tendremos que preocuparnos de recoger los viales azules de poder típicos en la saga.
Lo bueno de estos poderes es que, aunque alguno presente alguna función ya conocida, ofrecen originales variaciones jugables que potencian en gran medida el elemento estratégico del juego. Entre ellos podemos encontrar, por ejemplo: Desplazar, que crea un punto de teletransporte para desplazarse rápidamente; Presagio nos permite parar el tiempo, explorar el escenario de forma fantasmal y seleccionar puntos de teletransporte; Semblanza nos permite aturdir a un NPC y hacernos con “su cara” para pasar desapercibidos en lugares. Solo tres son los poderes activos de Billie Lurk, aparte de un ataque con la espada cargada con la fuerza del Vacío, y una habilidad pasiva para escuchar a las ratas. También obtendremos diferentes bonificaciones equipando los ya conocidos talismanes de hueso.
La limitación de los poderes de Billie Lurk, nos plantea un reto jugable más elevado que en anteriores entregas, ya que tampoco se pueden mejorar. Tendremos que hacer frente a un planteamiento de sigilo e infiltración más tradicional, buscando diferentes rutas y aproximaciones ante una situación complicada, ya sea pasar desapercibido en una zona o enfrentarnos a un nuevo y poderoso tipo de enemigo.
Para hacer más fácil nuestra tarea contaremos con armas y artilugios. Esta vez cambiaremos la ballesta y la pistola por un cañón de muñeca que dispara proyectiles, tanto letales como paralizantes. Las grandes novedades en este caso son la mina garfio, una mina que engancha a los enemigos como si fuese un imán, y la granada hiperbárica, que detona una onda expansiva. Ambas no letales, pero que se pueden combinar con otros elementos para conseguir resultados salvajes y violentos.
Las tiendas del mercado negro que vimos en la segunda entrega de la serie nos ofrecerán también contratos, otra de las novedades más significativas de este juego. Los contratos son pequeños encargos que se nos pide realizar durante las misiones a cambio de una recompensa. Es una manera muy acertada para aprovechar al máximo las posibilidades de cada misión.
Arkane Studios demuestra de nuevo su maestría a la hora de ofrecer libertad al jugador. El otro gran protagonista de este juego, aparte de nuestro personaje jugable, es el propio diseño de los niveles. Siempre presentará un abanico de posibilidades. En un momento de la aventura se nos pide entrar en un sitio y explorando los alrededores nos daremos cuenta de que hay hasta tres formas de acceder, cada una con sus pros y contras que nos hacen abordar distintos preparativos secundarios.
En líneas generales, ofrece una propuesta continuista, pero con las suficientes novedades jugables como para que merezca la pena el cambio de personaje.
El final de todas las cosas. Y el principio
Visualmente el juego no ha cambiado mucho respecto a Dishonored 2, usa de nuevo el mismo motor gráfico propiedad de Arkane, el Void Engine, que nos ofrece un fantástico acabado en iluminación y físicas, y un rendimiento más que aceptable en Xbox One. Es un juego realmente bonito, que deslumbra a luz del atardecer y perturba en sus escondrijos más oscuros. Como sello de la casa, podemos encontrar un diseño muy detallado, lleno de elementos y matices. Un trabajo admirable.
A nivel sonoro juegan un papel fundamental los efectos de sonido, parte indispensable en las mecánicas de sigilo, como el sonido de los pasos o la respiración de los enemigos. La banda sonora presenta piezas ambientales que acompañan la exploración y los momentos de clímax. El juego viene completamente doblado a nuestro idioma a un nivel más que decente, algo muy de agradecer a la editora. Bethesda en este caso.
La muerte del Forastero es una fantástica expansión independiente que nos sumerge de nuevo en el oscuro mundo de Dishonored centrando su atención en uno de los personajes más icónicos de la serie. Un juego altamente disfrutable en cada momento que hereda lo mejor de la saga, su brutal jugabilidad y la libertad de acción, pero del que esperábamos más ambición y profundidad en su propuesta.