Un looping, un par de tirabuzones y nos plantamos en el análisis de Sonic Mania, el juego que el desarrollador australiano Christian Whitehead ha desarrollado para SEGA y que es no sólo uno de los mejores juegos del erizo de los últimos años, sino que también es un serio candidato a colarse en las listas de »las mejores entregas de Sonic».
El erizo azul fue mascota de SEGA durante la era de los 16 bits, con una Mega Drive que se batía el lomo contra la Super Nintendo. SEGA se sacó de la manga un personaje que se convirtió en un icono. Era chulo, algo macarrilla, llevaba deportivas rojas y tenía un diseño que molaba un montón. Además, era la muestra perfecta de la superioridad técnica de una máquina capaz de recrear fondos muy ricos, poner bastantes cosas en pantalla y, además, hacer que todo se moviera a una velocidad de infarto. Sin embargo, con el paso de los años y, sobre todo, con el paso a las tres dimensiones, Sonic, aunque fue perdiendo tripa para adaptarse a los cánones de belleza de cada época, estaba como ese típico futbolista al que le gusta demasiado salir por las noches y montar fiestas en las que abunda la comida.
SEGA no daba con la tecla, pero menos mal que existe gente que aún creía el el potencial del erizo. El desarrollador independiente Christian Whitehead hizo sus pinitos con Sonic gracias a un motor llamado Retro Engine que él mismo desarrolló. Este motor imitaba los gráficos de los juegos originales de Sonic y consiguió llamar tanto la atención que la propia SEGA lo puso a trabajar en títulos del erizo azul. Ahora, de la mano de SEGA, Headcannon y PagodaWest Games, Sonic ha perdido esos kilos mentales y está listo para volver a correr. En realidad, está en mejor forma que nunca, como os contaremos en el análisis de Sonic Mania para Xbox One.
Déjate de historias, a correr
Sonic Mania, como todos los juegos de este género en la época de los 16 bits, no se anda con rodeos a la hora de contar una historia. Robotnik y sus secuaces metálicos han convertido a los animalitos del bosque en despiadados robots y, lo que es peor, está robando las Esmeraldas del Caos, unas piedras preciosas de un tamaño considerable que son las que permiten dar vida a las creaciones del Doctor, pero también las que producen brechas en el mundo si se tratan mal. También son capaces de convertirnos en Super Sonic, pero de esto hablaremos más adelante.
Tras una brevísima introducción, que variará ligeramente en función del personaje escogido (Sonic, Tails o Knuckles, todos controlables y con sus propias habilidades), toca ponerse las deportivas y comenzar a correr por niveles que están extraídos de los tres primeros juegos de la saga y algunos de Sonic CD. En total, nos encontramos 24 niveles distribuidos en 12 fases diferentes, 8 clásicas y 4 creadas para la ocasión), pero las clásicas nos depararán más de una sorpresa.
Y es que, aunque se trata de zonas perfectamente reconocibles, todas tienen elementos nuevos por los que podremos pasar y que están creados expresamente para aprovechar las habilidades de los protagonistas. La peculiaridad de Sonic Mania es que Whitehead no se ha dedicado sólo a crear niveles nuevos y meter los existentes dentro del juego, sino que trastoca los cimientos de los juegos originales de SEGA al mezclar no sólo mundos de los primeros juegos de la saga, sino personajes y habilidades. Esto significa que Sonic es rapidísimo y podrá pasarse los niveles clásicos como lo hizo hace un par de décadas, pero Tails tiene otras capacidades (puede mantenerse en el aire gracias a su cola) y Knuckles otras (puede planear y saltar entre paredes).
Esta mezcla de mecánicas permite afrontar cada pantalla de una forma distinta (algo que fomenta la curiosidad de los jugadores y, por tanto, la rejugabilidad) y, por tanto, los niveles necesitan adaptarse a las capacidades de los personajes. Además de las propias habilidades físicas del trío protagonista, en Sonic Mania nos encontramos 4 potenciadores diferentes que nos permitirán realizar diversas acciones. Desde rebotar hasta acabar con enemigos de forma más sencilla o hacer un dash en el aire con el potenciador de fuego, esto también está contemplado en las pantallas de Sonic Mania y, teniendo en cuenta las infinitas maneras de jugar diferentes zonas, dependiendo del personaje elegido y el potenciador activo en ese momento, no noto nada »extraño» en materia jugable.
Continuando con el diseño de niveles, aunque hay algunos que se echan en falta, los que están en Sonic Mania son fantásticos. Y no porque me guste más o menos a título personal, sino porque son muy variados, incluso dentro de la misma fase (cada fase está dividida en dos niveles) hay elementos que se sienten diferentes. Ahí están las tirolinas o el convertirnos en ondas de radio para darle algo nuevo a la jugabilidad. Y eso que no he mencionado las molestas estrellas que nos hacen rebotar sin cesar y sin control. Cada escenario es un mundo, nunca mejor dicho, y es una auténtica gozada comprobar lo bien que han envejecido unos y lo fabuloso que ha sido el trabajo de Whitehead con otros.
Recogiendo anillos
Si en Mario recogemos monedas, en Sonic hacemos lo propio con los anillos. Los anillos son la »moneda» del juego y tienen una función bastante importante dentro del mismo. Para empezar, son una forma de activar las fases de bonificación que nos permiten desbloquear a Super Sonic. Juntando 25 anillos y golpeando un poste de guardado accederemos a esa pesadilla tridimensional con forma de tablero de ajedrez en el que tenemos que tocar las bolas azules y no rozar las rojas. Otro bonus será esa especie de circuito tridimensional en el que recogeremos bolas azules que nos harán más rápido, lo suficiente como para atrapar al ovni que lleva una de las 7 Esmeraldas del Caos. La entrada a este tipo de niveles de bonificación la encontraremos escondida en ciertos puntos de los niveles.
Además de para acceder a los bonus, los anillos funcionan como vida. Cuando un amigo nos toca perderemos todos los anillos, pero nunca moriremos si tenemos, al menos, uno en la recámara. Si nos caemos o nos ahogamos sí daremos con nuestros huesos en el cementerio y tendremos que volver a empezar desde el punto de control en el caso de tener vidas, o desde el principio de la fase si no tenemos caritas sonrientes en la parte inferior izquierda de la pantalla.
Otro cantar son los enemigos finales. Hay más de una veintena de jefes finales y los anillos aquí funcionarán de la misma manera. Eso sí, si jugamos con Sonic y Tails, aunque a Tails lo controle la CPU, si un segundo jugador coge el mando podrá unirse a nuestra partida y golpear sin miedo al jefe, ya que no perderá anillos. Y esto es interesante, ya que, además del modo duelo que podremos jugar con un amigo, completar los niveles en cooperativo es un auténtico gustazo aunque, y hay que hcer un inciso, el jugador que controle a Tails estará perdido en más de una ocasión. Cuando la cosa se vaya de madre y el ritmo se vuelva tan vertiginoso que sólo Sonic sea capaz de aguantar en primer plano, Tails se quedará rezagado por unos segundos.
Retro Engine
Todo esto se sustenta en el Retro Engime de Whitehead, un motor que imita lo que vimos en su día en Mega Drive, pero con efectos que le dan una nota de color y espectacularidad al conjunto. Los efectos del potenciador de fuego sobre algunas superficies son dignos de ver. Los píxeles de los escenarios están colocados de forma magistral), las animaciones son una gozada (sobre todo la que se produce cuando rebotamos en ciertas superficies y Sonic da una vuelta en el aire de forma bastante graciosa) y los escenarios están cargados de detalle.
Y no me refiero sólo a detalles estéticos como cuadros, ventanas y ese tipo de elementos, sino referencias a juegos como Streets of Rage, una referencia al Club SEGA (Club Spin AGES), a la máquina de palomitas (esta no es nada sutil) o a personajes de otros juegos de la saga. Y, si hablamos de referencias, no hay que olvidarse de la fantástica banda sonora chiptune o los efectos de sonido que nos devuelven a los juegos clásicos del erizo. En definitiva, Sonic Mania es un deleite audiovisual tanto para el fan, que verá su juventud plasmada en este juego, como para los que descubran ahora este tipo de plataformas. Es precioso, os guste el píxel… o no.
Eso sí, hay un par de detalles que hay que señalar. Mientras que los minijuegos 3D ahora van muy fluidos, algo que no ocurría en la época, hay ciertos momentos, en los que Sonic va a toda pastilla rompiendo cristales y caminos a su paso, en los que notaremos una bajada de frames. No es nada que afecte a la jugabilidad, porque suelen ser fases casi automáticas, pero ahí están.
Para terminar, desde el menú principal podremos seleccionar diferentes filtros de imagen, desde uno que acentúa más el pixel hasta otro que emula la señal de un monitor CRT.
Sonic con aroma a clásico
Sonic Mania ha sido una sorpresa… a medias. Desde las primeras pantallas, los fans del erizo esperamos muchísimo del juego desarrollado por Whitehead, pero éramos conscientes de los errores que se han cometido en la saga últimamente. Tras poder catar el juego del desarrollador australiano, y sin haber probado aún Sonic Forces, queda claro que la competencia para el »nuevo Sonic» de 2017 va a ser dura. Sonic Mania es un videojuego que bebe muchísimo de los clásicos, pero lo hace sin tapujos. Whitehead ha metido los 4 mejores juegos en una coctelera, la ha agitado y ha ordenado las piezas resultantes añadiendo elementos nuevos o recuperados de algunos materiales que nunca vieron la luz.
SEGA, los Sonic buenos parece que habrá que encargárselos a Whitehead. Vaya maravilla nos encontramos en Xbox One, una consola con muy buenos plataformas en 2D, pero donde destacan un Ori and the Blind Forest para quienes quieran un juego de saltos ajustados, combates complicados y morir muy a menudo y, ahora, Sonic Mania, un plataformas de los de antes que se siente más fresco que nunca. Está claro que SEGA creó algo atemporal para Mega Drive y, aún con sus retoques, Sonic Mania lo demuestra. Su jugabilidad es algo extraña y »dura» para los jugadores que se acerquen por primera vez a un Sonic, sobre todo si están acostumbrados a los saltos muy medidos y precisos, pero al final quedarán prendados por la magia del erizo.