Assassin’s Creed es sin duda la saga pionera, al menos una de ellas, en cuanto a la trayectoria de Ubisoft como desarrolladora. Esta aventura, con claras influencias por parte del mítico Prince of Persia, inició su andadura allá en el 2007 presentándonos a Desmond, un joven barman de un establecimiento ubicado en New York que resulta ser el último descendiente de un invencible linaje de asesinos miembros de la Hermandad. En cada entrega, nuestro protagonista -gracias a un dispositivo llamado Animus- podrá acceder a los recuerdos de sus antepasados, aprender de ellos y revivir épocas tan importantes en la historia como las cruzadas cristianas del siglo XII, el Renacimiento italiano o la Guerra de la Independencia estadounidense. Todo ello con un único propósito: encontrar el preciado fruto del Edén.
Con una propuesta la mar de interesante y una jugabilidad que ha ido evolucionando y sufriendo algunos cambios durante los años, actualmente contamos con la friolera de 11 entregas principales, 8 spin-offs, infinidad de DLCs para estos, más de 11 entregas literarias, historietas, 2 entregas directamente canceladas y, por supuesto, la propia adaptación cinematográfica del universo Assassin’s Creed, entre otras cosas.
Demasiado para gran parte de la comunidad de jugadores, lo «justo» para otros… el caso es que tenemos saga para un gran rato. Y es que, esto ocurre como en otras franquicias, los creativos cambian, la opinión pública cambia… Una saga puede estar en el culmen de su trayectoria y tan fácil caer y pecar de repetitiva. Pero, si la fórmula funciona, ¿no es lógico que se siga con esta misma? O, por lo contrarío, ¿debería evolucionar y adaptarse a las demandas e intereses de los jugadores?
La saga Assassin’s Creed, tras ya casi más de 12 años, ha tenido que atravesar por infinidad de obstáculos y baches en su camino, hacer todo lo posible por permanecer de pie en cuanto a las duras críticas por parte de la propia industria y por los jugadores. Ha sido aclamada y a la vez tachada y es que, es lógico, cuenta con un gran recorrido a sus espaldas lleno de pros y contras. Vamos a repasar un poco pero cuidado, esto puede contener ciertos spoilers:
Empezó, como ya os hemos contado, con un título que, por desgracia, no llamaba demasiado la atención comparado con sus predecesores pese a que era bueno. Eso si, que este fuera necesario y una pieza clave para dar pie a las demás entregas eso lo sabe cualquiera. La aventura de Desmond encarnando a Altaïr Ibn-La’Ahad nos metía poco a poco en la historia de la franquicia; qué eran los Asesinos y los Templarios y cuál era el propósito de cada facción. Una lucha por la paz mundial que en cada entrega ha ido evolucionando en busca de la libertad del propio hombre y la protección del libre albedrío de este con la icónica frase de «Nada es verdad, todo está permitido.»
Tras Altaïr, le siguió Ezio Auditore da Firenze, uno de los protagonistas más queridos en toda la franquicia y que encabezó hasta tres entregas: Assassin’s Creed 2, Brotherhood y Revelations. Sin duda la aparición de este hizo que la saga llegara a su culmen, y es que contaba con todo lo necesario para triunfar: un protagonista carismático con el que se empatizaba desde el primer momento al verlo, ni más ni menos, que nacer. -Esto además, repartido en tres entregas y un más que emotivo corto final, intensificaba nuestra relación con este sin poder evitarlo-. Contaba con una ambientación con la que cualquiera soñaría como son las ciudades más emblemáticas de la Italia renacentista y con una trama llena de traición, venganza, acción e incluso amor con apariciones tan especiales como el gran Leonardo da Vinci o Nicolás Maquiavelo, pero es que además, los antagonistas eran nada más y nada menos que la famosa familia Borgia. ¿Qué más se podía pedir?
Por supuesto, mientras recorríamos las calles italianas, también avanzábamos con la historia del presente de Desmond, el cual había presenciado en unas de sus escapadas en busca de respuestas la aparición de una especie de proyecciones de las primeras civilizaciones que habitaron el mundo. Estas, vaticinaban que el fin del mundo llegaría muy pronto y que Desmond era el único capaz de remediarlo. Como si no estuviera bastante interesante la cosa ya.
Assassin’s Creed 3, la quinta entrega principal, fue para muchos jugadores el principio del fin, aunque no dejó de ser buena. Y es que tenía muchos elementos en su contra: los jugadores venían de vivir las aventuras de Ezio, un protagonista muy difícil de superar, y conocerían a Ratonhnhaké:ton, más conocido como Connor Kenway, totalmente diferente al anterior en cuanto a personalidad, raíces, historia y demás. Y por otra parte teníamos en el presente a Desmond, el cual tomaría una grandísima decisión al final del juego.
El juego en si fue querido y odiado a partes iguales, mientras que dio pie a todos los títulos siguientes sin olvidar su spin-off Assassin’s Creed: Liberations, el primero de la saga protagonizado por una mujer. En los siguientes, hasta el más reciente Assassin’s Creed: Odyssey, se eliminó casi que por completo la trama del presente, con apenas unos atisbos de alguien que controla a sus antecesores pero sin ningún peso en la historia, una mala decisión en boca de muchos. Y se intentó jugar y moldear en cada entrega con la trama -que esta vez era ascendente, en vez de descendente-, trayéndonos aventuras piratas, un amor prohibido, una aventura entre hermanos asesinos, un amor que va más allá de la pérdida o la fidelidad hacia un rey y un drama familiar que deberemos solucionar.
Cada historia ha sido única y disfrutable, sólo había un problema: la jugabilidad, así como el apartado gráfico no varió mucho, es por ello que la franquicia se ganó la fama de repetitiva. Aunque Ubisoft por supuesto nunca tiró la toalla, estuvo experimentando añadiendo novedades como por ejemplo los saltos en el tiempo de Assassin’s Creed: Unity o el cambio de personaje en Assassin’s Creed: Syndicate, pero lo que los jugadores de verdad ansiaban era con un pequeño lavado de cara, no obstante, no se podía contentar a todo el mundo por igual:
Assassin’s Creed: Origins fue sin duda un soplo de aire fresco. Contaba con nuevas características, un apartado gráfico renovado, nuevas habilidades para nuestro protagonista y posibilidades casi infinitas de transporte, innovación en las misiones secundarias añadiendo un modo investigación, entre otras cosas. Por poner alguna pega: ya no eramos un famoso assassin de la Hermandad, es más, el credo ya ni existía, pues eramos una especie de mercenarios. Algo que quizás hizo perder esa esencia tan propia de la marca. Eso si, contábamos con horas y horas de juego al igual que su predecesor Assassin’s Creed: Odyssey, un claro ejemplo de que Ubisoft ha encontrado la clave para hacer las cosas cada vez mejor y así redimirse de sus supuestos errores del pasado ofreciendo aventuras que no les falta absolutamente de nada, así como combinando lo mejor de cada aspecto.
Ahora, tras este incesante resumen, ¿debería la compañía de origen francés seguir con la saga? Muchos dirán que no, que ya está demasiado desgastada y que deberían centrarse en proponer nuevas IPs a los usuarios, pues esta ya ha perdido la gracia. ¿Personalmente? Pienso que Assassin’s Creed como saga se creó en un principio con un objetivo: promover la historia del mundo y enseñar a los jugadores cosas que quizás no sabían y conseguir algo maravilloso como es aprender mientras jugamos y disfrutamos a la vez. Por lo que lo justo sería que abarcaran las épocas históricas más importantes que han existido como bien puede ser la Época Vikinga o la primera y segunda Guerra Mundial por poner ejemplos. Una vez cubiertos, darle un fin como se merece.
Y vosotros, ¿qué opináis?