Hace cosa de un mes se cumplieron 15 añazos —que se dice pronto— de la salida al mercado de uno de los títulos más especiales y redondos de Rare. La continuación del también aclamado Banjo-Kazooie no decepcionó a nadie y el estudio británico supo dar lo mejor de sí en tiempos de la Nintendo 64. Al leer la noticia no pude sino correr como un lunático tarjeta de crédito en mano a comprar el Rare Replay, la compilación para Xbox One de 30 títulos clásicos de Rare —entre ellos los Banjo, por supuesto—.
Unos pocos y vagos recuerdos eran, hasta ahora, el único vestigio que quedaba en mi memoria de aquellos coloridos y fantásticos mundos por los que hacía corretear a mi oso y pájaro favoritos. Recuerdos que, como si En busca del tiempo perdido se tratara, han ido apareciendo durante muchos años a través de viejos cartuchos, noticias o comentarios de mi madre.
Sí, mi madre. Por alguna extraña razón (ya que no es precisamente una aficionada a esto del videojuego) le encantaba sentarse a mi lado simplemente a observar cómo jugaba a Banjo-Tooie, cómo pensaba y cómo llegaba a resolver esos intrincados puzzles. Así que, de buenas a primeras, algún día le venía a la mente el dichoso Banjo e, incapaz de encontrar en la punta de su lengua el nombre del juego, me preguntaba: «Mario, ¿cómo se llamaba ese juego tan difícil que jugabas cuando eras pequeño?».
Volver a mi infancia y valorar nuevamente esta obra de Rare como adulto con cierto sentido crítico fue lo que me impulsó a rejugarlo de principio a fin, lleno de curiosidad y temeroso de que las bondades que recordaba sólo fueran fruto de la imaginación de un chaval.
La conclusión no pudo ser más clara y rotunda: Banjo-Tooie es una masterpiece.
Búscate la vida
Siempre me ha resultado interesante el relativamente reciente debate sobre las ayudas en los videojuegos de los últimos años: aquellos dicen que ahora se da todo muy mascado y los de más allá acusarán a los primeros de exagerar. Lo cierto es que, a pesar de aparentar ser un título relativamente simple, Banjo-Tooie nunca te trata como un tonto y, por supuesto, no esperes que te tienda la mano al más mínimo signo de frustración.
El juego es consciente de que eres una persona y que, como tal, tienes capacidad de razonar. Parece mentira que haya que resaltar como punto positivo precisamente esta afirmación, pero tristemente hay que echar la vista atrás para recordar la vida antes de tutoriales interminables, personajes que te ofrecen ayuda cada dos pasos y, por supuesto, micropagos. Para jugar a Banjo-Tooie hay que darle al coco, ejercicio bien recompensado con abundantes dosis de autosatisfacción.
Papel y boli
Los puzzles de Banjo-Tooie son fruto de un diseño exquisito y en ocasiones enrevesado, pero que nunca se tornan diabólicamente imposibles ni dejan ningún elemento al azar. Y no es que sean especialmente sesudos, pero beben de unos escenarios medidos al milímetro y enormes para la época. Se palpa desde el minuto uno que el diseño de los mundos y de los desafíos ha sido un único trabajo, en contraste con muchos desarrollos actuales que, después de haber creado el escenario base, lo llenan de misiones por aquí y por allá; un poco «al tun tun».
Otro de los aspectos que más me sorprendió al respecto es la interconexión que hay entre los diferentes mundos y la Isla de las Brujas, que hace las veces de nexo. Alabamos en muchas ocasiones a títulos como Dark Souls por la brillantez con la que enlazan secciones y áreas, pero no caemos que antigüedades como Banjo-Tooie (salvando las distancias, los años y las máquinas) ya contaban con un trabajo similar e igual de sobresaliente.
Lo más curioso de todo es que, por muy lioso y enredado que sea el mapeado, el jugador se orienta con enorme facilidad. No es necesario un mapa que consultar ni un GPS que nos guíe; lo memorable de los escenarios que visitamos hacen que las localizaciones se graben a fuego en nuestra «memoria caché» cerebral.
La potencia sin control no sirve de nada
No recuerdo cuántas veces pude morir a principios de año jugando a The Witcher 3, simple y llanamente por no poder nadar en condiciones. Es curioso como un plataformas del año 2000 tiene un sistema de control en el nado y buceo a años luz del título de CD Projeckt, que es de lo más puntero actualmente
Y no sólo es el nado, cada uno de los más de 40 movimientos (una auténtica barbaridad) que podremos llegar a realizar con Banjo y con Kazooie es constante y preciso. Tanto las habilidades más básicas como un simple salto hasta otras más complejas como el pico-taladro destacan por su fiabilidad: si mueres es por tu culpa.
La música calma a las fieras
Cada mundo, cada situación, cada personaje y muchas de las diferentes estancias cuentan con una melodía propia. Pistas increíblemente pegadizas, intencionalmente apuntando a todas las edades que se amoldan de maravilla al conjunto del juego. Y lo mejor es que, a pesar del tono infantil de las mismas, no sentiremos nunca hastío; se mantienen animadas y frescas toda la partida.
¿Un juego dentro de un juego?
Todo lo anterior no serviría de nada si no estuviera endulzado con unos personajes que llegan a la patata, amigables y cargados de humor. La pájara —en más de un sentido— Kazooie tiene varios comentarios muy locuaces, usando tan bien la retórica que a veces nos extraña que no sea una serpiente la que use esa lengua viperina.
Sin embargo, lo más raro de los diálogos de Banjo-Tooie (y de Banjo-Kazooie) es el hecho de que todos los personajes son conscientes de su existencia dentro de un videojuego. Esta especie de meta-juego crea divertidas y curiosas situaciones a las que no estamos acostumbrados hoy en día. De hecho, y de nuevo teniendo en cuenta las diferencias, fue Sunset Overdrive el último recuerdo de un título «triple A» que intenta hacer uso de la llamada cuarta pared.
Y, en fin, se trata de un juego creado con el mimo de uno de los estudios de desarrollo más míticos de todos los tiempos. La impronta de Rare está presente en cada esquina, tanto por el diseño como por los mil y un guiños y referencias esparcidas por la Isla de las Brujas.
Shut up and take my money
Después de este viaje atemporal a Banjo-Tooie, espero que por lo menos os entre el gusanillo y busquéis más información sobre uno de los grandes clásicos del videojuego. Aunque llegó inicialmente a Nintendo 64, ahora lo podéis jugar (baratillo) tanto en Xbox 360 como en Xbox One a través de la retrocompatibilidad.
¿Y el futuro cómo pinta? La promesa de un Banjo Threeie sigue siendo eso, una promesa. No obstante, Microsoft parece tener intención de devolver a Rare a la posición que ostentaba anteriormente en la industria, así que no podemos descartar una secuela.
Lo más claro ahora mismo, sin embargo, es Yooka-Laylee. Esa especie de sucesor espiritual de la saga Banjo-Kazooie que se financió a través de Kickstarter y que está en desarrollo por Playtonic Games, estudio creado a partir de ex-empleados de Rare. Hablamos de sucesor pero con ver unos segundos de gameplay está claro que es todo un calco. Quién sabe cómo acabarán siendo las aventuras de este dúo formado por un camaleón y un murciélago, sólo esperemos que esos dos millones de libras se usen adecuadamente.