El 30 aniversario de PlayStation ha sacado a la luz interesantes historias de sus años dorados, incluyendo la decisión estratégica detrás de la exclusividad de Grand Theft Auto en PlayStation 2. Chris Deering, expresidente de PlayStation Europa entre 1995 y 2005, reveló en una entrevista con GamesIndustry cómo este acuerdo fue clave en la batalla contra la recién llegada Xbox.
Con el lanzamiento de Xbox en 2001, Sony veía una amenaza seria para su dominio en el mercado de consolas. Ante esto, decidieron asegurar alianzas con desarrolladores y editores terceros, ofreciendo acuerdos ventajosos a cambio de exclusividades temporales en los títulos más prometedores.
Nos pusimos en contacto con nuestros desarrolladores third-party favoritos y preguntamos: ¿Qué os parecería un trato especial por la exclusividad de vuestro juego de nueva generación en PlayStation durante dos años?
El temor a Microsoft impulsó las exclusivas por parte de Sony
Este enfoque resultó en un acuerdo con Take-Two Interactive para las próximas tres entregas de Grand Theft Auto, que fueron: GTA III, Vice City y San Andreas. Aunque la saga era conocida por su perspectiva cenital en sus entregas previas, el paso a las tres dimensiones con GTA III no garantizaba el éxito. Sin embargo, la apuesta dio frutos.
El lanzamiento de Grand Theft Auto III en 2001 marcó un antes y un después en la industria, catapultando a la saga al estrellato y consolidando a PS2 como la consola líder de su generación. Como comentó Deering, fue un golpe de suerte para ambas partes: «Ellos lograron una rebaja en los royalties, y nosotros obtuvimos una de las exclusivas más valiosas de la época».
Con este acuerdo, Sony logró amortiguar el impacto de Xbox en su debut, aprovechando la popularidad que tenía Grand Theft Auto para atraer millones de jugadores a su plataforma.

Conseguir exclusividades de este calibre hoy es casi imposible debido al coste y la escala global de franquicias como GTA. Deering concluye que el éxito de Sony en esta estrategia fue oportunista, pero también un reflejo de la ambición por proteger su liderazgo frente a nuevos competidores.