No sabemos muy bien si es por su fría pero acogedora ambientación nórdica, por los dragones, que son probablemente las criaturas mitológicas más atrayentes del folklore, su prácticamente interminable contenido jugable, o probablemente una mezcla de todo lo anterior, pero Skyrim es un juego especial. Dice mucho que un título tan antiguo sea capaz, por alguna razón, de hacernos sentir tan cómodos viviendo dentro de él a un nivel inalcanzable hasta la fecha por ningún otro juego. Las calles de Carrera Blanca son más conocidas a lo ancho y largo de todo el mundo que la mayoría de capitales de cualquier país, se sigue incorporando contenido a un nivel masivo de forma diaria gracias a su exquisito soporte para mods (y su increíble comunidad de creadores) y aun a día de hoy mantiene sobre su cabeza la corona de ser el RPG más vendido de toda la historia, por encima de otras obras maestras más modernas como The Witcher 3.
Y como hay mucho que apreciar en Skyrim, en Somosxbox nos hemos puesto un poco nostálgicos de cara a su 11 aniversario, que fue hace dos días, y hemos regresado a las frías tierras nórdicas de Tamriel, de donde hay quien dice que nunca puedes irte del todo.
Para este aniversario nos hemos propuesto demostrar las razones por las que Skyrim es el RPG definitivo, donde verdaderamente podemos meternos hasta en el papel más estrafalario del medievo. Con esta premisa, nos hemos propuesto aprovechar la ocasión para rolear a un monje, y dedicarnos simplemente a pasear por el mundo propagando la palabra de los 9 Divinos en una partida mayormente pacifista (que no totalmente pacifista, pues Skyrim es una tierra eminentemente hostil)
Así que después de instalar algunos mods gráficos (estamos en la nueva generación al fin y al cabo), el mod de supervivencia del Creation Club, que añade hambre, sueño y frío para hacer la experiencia más realista, y un interesante mod que nos permite rezar a cada uno de los Divinos. Con estos añadidos, esta vez nuestro viaje por Skyrim deja de lado todo el tema de ser Sangre de Dragón, de recorrer mazmorras, robar, matar (lo mínimo posible) y todas esas cosas que la gente puede creer (erróneamente) que se deben hacer en este videojuego.
De primeras, obtener comida no fue algo sencillo. Las tierras de Skyrim no son generosas para los pacifistas, no obstante, cortar leña en Lecho del Río es un negocio bastante aceptable para que un adorador de los 9 se pueda permitir una cama y comida. Nuestro destino principal fue Riften, como principal cobijo para ladrones, criminales y todo tipo de granujas y semidelincuentes, que sin duda necesitan que alguien rece por sus almas. Los NPCs de Skyrim no son especialmente reactivos a nuestra inclinación por la religión, pero si somos capaces de lograr un poco de abstracción en nuestra mente el roleo es lo suficientemente convincente.
Nuestro máximo objetivo para esta partida fue el de peregrinar a todos los altares de los 9 Divinos, junto a las diferentes piedras guardianas esparcidas por la región. Parte del disfrute viene de desactivar el viaje rápido (a través del modo supervivencia del Creation Club), obligándonos a planificar las mejores rutas para nuestro recorrido, a conseguir abrigo lo bastante cálido para las zonas más norteñas, y a establecer paradas durante el camino, en posadas y asentamientos, donde poder dormir y comer, especialmente estofados y comidas calientes para combatir el frío. Este enfoque convierte al RPG de Bethesda en un digno sucesor de la jugabilidad de Death Stranding.
Conseguir superar este reto no solo ha supuesto una experiencia desafiante, si no que ha encajado a la perfección con el inusual rol que habíamos establecido para nuestro personaje en un viaje de lo más divertido. Y lo mejor de todo es que demuestra la facilidad con la que Skyrim te permite crear tu propia diversión con cualquier arquetipo de personaje que se te pase por la cabeza. Todo es posible, desde ser un vampiro hasta dedicarte a ser un padre de familia que vive de las rentas y se dedica a ir de la posada a su casa. Siempre hay un mod capaz de complementar la idea de personaje que podamos tener en mente, una región específica del mapeado en la que queramos vivir o una build específica que no hayamos probado. Y es esto, esta libertad para vivir en su mundo como queramos, dedicarnos a la profesión que nos apetezca y verdaderamente hacer un personaje y una historia a nuestra elección lo que convierte a Skyrim en un juego único, no importa el tiempo que haya pasado.
Por otros 11 años más de Skyrim.