Tunic fue presentado en el E3 de 2018 como un juego exclusivo en consola de Xbox One. Su propuesta, con un diseño adorable y un gameplay que nos recordaba a The Legend of Zelda llamó por completo la atención de todos. Desarrollado solamente por una única persona, Tunic se ampara en el programa id@Xbox para llegar a todos los usuarios de la consola de Microsoft. Gracias a ese patrocinio hemos podido probar el juego durante 20 minutos en una demo presente en la Madrid Games Week además de una pequeña charla realizada por un miembro del equipo que se está encargando de la banda sonora del juego.
La vida del zorro
El mayor ejercicio de reflexión que realicé mientras jugaba a este juego era el de pensar que todo, absolutamente todo lo que estaba viendo en la pantalla lo había realizado una sola persona. Andrew Shouldice se ha encargado de desarrollar Tunic, desde los niveles a los personajes, pasando por la inteligencia artificial y cualquier aspecto del gameplay. Una vez asimilado ese concepto me lo iba repitiendo cada vez que algo del juego me asombraba, hecho que pasaba muy a menudo.
Tunic es un juego precioso, incluso la palabra «precioso» se queda corta. Los juegos independientes son los que estos últimos años han potenciado los diseños arriesgados, donde no hay una persona por encima de ti que te corta las alas sobre tus propuestas en los niveles y personajes o te pone condiciones para financiar tu juego. El protagonista del juego es un zorro que despierta en nuestra demo en la orilla de una playa. Sin armas y sin un tutorial que nos facilite los controles debemos probar cómo funciona el juego para dominarlo. Con un botón saltamos, con otro fijamos a un enemigo, con uno esquivamos hacia la izquierda y con otro hacia la derecha. Hasta ahí todo bien, pero claro, a medida que avanzamos nos encontramos con peligros y por mucho que probemos botones nuestro zorro no ataca, ¿qué debemos hacer?
En mi caso me vi algo agobiado por el hecho de no tener con qué defenderme de unos extraños enemigos que aparecían en el mapa, así que iba lo más rápido que podía por varias zonas hasta que llegué a una especie de ruinas abandonadas, allí, volviendo a esquivar a unos cuantos enemigos llegué a una sala donde un rayo de luz iluminaba una espada, posada en un pedestal. Una escena que me recordó a uno de los mejores momentos de The Legend of Zelda: Twilight Princess. El zorro cogió la espada, así que gestionando el inventario la equipé, además al entrar al inventario me di cuenta que podemos utilizar hasta tres botones (X, Y, B) para colocar objetos o armas, de manera que sirvan como acceso directo. Ahora, ya podía atacar, ya me sentía seguro, era momento de explorar.
Gameplay de Tunic en Xbox One X, el viaje de un zorrito inspirado en Zelda
Pese a parecerme de primeras un mapa pequeño, debo reconocer que me sorprendió el tamaño. Además el juego hace «trampas» para esconderte salas gracias a su vista isomérica y la mecánica retro de crear salas con puertas «invisibles». De esa manera fue como llegué a una sala donde encontré lo que parecía ser un manual de juego, escrito en un lenguaje extraño pero con las indicaciones suficientes como para entender los botones y algunas mecánicas del juego, como la del dinero que obtenemos derrotando enemigos.
Cortando árboles y explorando el gran mapa que tenemos ante nosotros seguimos encontrando secretos, derrotando enemigos y avanzando, hasta llegar al final de la fase en la que nuestro zorro despierta a una extraña construcción que nos ataca.
Sí, los videojuegos son arte
Hay gente que no comprende por qué un videojuego puede ser arte. Hay muchos ejemplos con los que se puede rebatir esa frase, entre ellos Tunic. El diseño de este juego así como la fluidez y el detalle que aporta el motor Unity hace que nos quedemos embobados mirando los curiosos paisajes en 2.5D, con un estilo que mezcla la caricatura con lo real.
Las físicas son otro de los aspectos a destacar, viendo como se mueve la hierba cuando pasamos entre medio, como los árboles caen por la mitad cuando los cortamos al igual que las jarras y demás objetos. El combate por otro lado resulta simplón pero efectivo, de manera que debemos dominar muy bien los tiempos si no queremos morir. Atacar y esquivar cuando sea necesario será -obviamente- la clave, ya que los rivales nos ponen las cosas difíciles desde buen principio.
Si acabamos muriendo reapareceremos en unos puntos de guardado que previamente activamos, algo que parece obvio y que escribo aquí como si yo en su momento supiese que aquella figura rara que activé durante mi partida iba a ser un checkpoint al uso. En eso también reside la gracia de Tunic, en la de ir descubriendo poco a poco el mundo que te rodea, juego incluido.
Impresiones de Tunic en Xbox One
Tunic me llamó personalmente la atención en el E3 2018 pero se ha ganado mi compra a pulso tras saber que todo el trabajo de programación y diseño corre a cargo de una misma persona. Un héroe que ha querido hacer su juego, un producto que recoge mucho de una leyenda de los videojuegos como es The Legend of Zelda, pero con un diseño especial y único así como un protagonista de lo más adorable.
Desconocemos cuando llegará Tunic a Xbox One. En Madrid nos dijeron la pasada semana que el juego llegaría sí o sí en 2019. El caso es que me da igual cuando llegue si mantiene el nivel de detalle de la demo que jugué. Que Andrew Shouldice y la distribuidora Finji se tomen su tiempo, en sus manos está lo que puede ser una de las próximas joyas de Xbox One.