El pasado 28 de enero llegó a Xbox One, PS4, PC y Switch Kentucky Route Zero: TV Edition. Tras su revelación en 2011 a través de una discreta campaña en Kickstarter y separada en cinco capítulos que se han ido lanzando a lo largo de siete años, llega por fin la edición definitiva de esta obra de culto instantánea que no deja a nadie indiferente.
En Kentucky Route Zero nos enfrentamos a una aventura narrativa y conversacional plagada de elementos surrealistas. Elementos extraordinarios cobran un carácter normal en este mundo cuando para nada lo son. Dejándose llevar por estos preceptos del realismo mágico, la obra de Cardboard Computer es al videojuego lo que Cien años de soledad a la literatura, siendo este estado de Kentucky el equivalente de Macondo en la obra de García Márquez.
Con este contexto de realidad alternativa vemos con el título distribuido por Annapurna Interactive no es un juego al uso, en esta aventura no tenemos peligro de errar o encontrar un game over. Todas las respuestas o acciones que llevamos a cabo son aceptadas como buenas por el juego, realmente su propósito es que conozcamos a los personajes, sus historias y, ante todo, que flexionemos sobre los temas que el juego aborda como el alcoholismo, la muerte, la crisis económica o el abandono.
Para introducirnos en estos temas no daremos vida solamente a un protagonista, como parece que el juego apunta en un principio, sino que iremos conformando un grupo a lo largo de nuestro viaje por esta ruta Zero. En ese grupo se encontrarán artistas, ingenieros, niños e incluso animales.
Kentucky Route Zero no es un juego al uso, y como tal utiliza distintos recursos para comunicarse con el jugador que van más allá de lo común. Lo primero que choca son sus conversaciones, plagadas de mensajes entre líneas donde el jugador “elige su propia aventura”. Además, en determinados momentos, en lugar de mostrarnos en pantalla los sucesos que ocurren el juego recurre a amplias descripciones en texto dejando que sea el jugador quien conforme en su mente las escenas del juego.
Como se puede deducir a estas alturas del texto Kentucky Route Zero no es un juego apto para todo el mundo, cargado de líneas de texto sus mecánicas puramente jugables son escasas, aunque existen. Tendremos que seguir indicaciones para movernos por las carreteras, habrá momentos de exploración libre y, sobre todo, podremos elegir qué hacer en cada momento.
Esto resulta en una amplia rejugabilidad, porque a pesar de que el juego intenta darte algunas pistas de que ha ocurrido en la opción que no hayas seleccionado, las distintas opciones no anulan a la otras y son, más bien, complementarias. Realmente hacerte una idea de lo todo lo que Kentucky Route Zero tiene que ofrecer podría llevar hasta tres pasadas.
Si algo destaca de Kentucky Route Zero es el hecho de que sus creadores (Jake Elliott, Tamas Kemenczy y Ben Babbitt) son artistas en diferentes disciplinas. Y esto es algo que el juego emana por los cuatros costados. El teatro se hace palpable no solamente en alguno de los interludios entre capítulos que incorpora esta TV Edtion, sino que es algo radical en la propia estructura del juego compuesta por cinco actos y distintas escenas dentro de cada uno de ellos.
También tendremos las debidas referencias a la arquitectura y arte moderno y, por supuesto, no podrán faltar algunas actuaciones musicales que nos van a poner los pelos de punta, así como nos harán preguntarnos que significado tienen en el conjunto del videojuego. El tratamiento del sonido en Kentucky Route Zero es especialmente reseñable. Sin música ambiental en prácticamente todo su desarrollo, el juego se centra en el uso de unos minimalistas, pero resultones efectos de sonido que, lejos de lo que puede parecer, consiguen atrapar el jugador por completo.
Kentucky Route Zero hace uso de gráficos low-poly en dos dimensiones que, a pesar de sus limitaciones, consiguen trasmitir una gran belleza visual tanto en sus personajes como en los entornos que visitamos durante el juego. Estos gráficos low-poly se alternan a veces por gráficos vectoriales para representar los distintos caminos y carreteras que podremos ir siguiendo.
El juego no cuenta con voces que den vida a sus personajes, todas las palabras quedan reservadas al texto en pantalla y aquí se agradece el enorme trabajo de traducción que se ha hecho con un título extensísimo en líneas de diálogo y complejo en su forma de comunicar que nos llega completamente traducido al castellano y al español neutro. Un ejemplo de accesibilidad del que muchas producciones de alto presupuesto podrían tomar nota.
En definitiva, Kentucky Route Zero es un indie sorprendente, un juego que no es para todo el mundo por la cantidad de líneas de texto que se muestran en pantalla y, de alguna manera un título muy diferente a todo lo demás que hayamos jugado en los últimos años. Su narrativa es en ocasiones algo compleja, pero la inmersión que logra por parte del jugador en las 10 o 12 horas que lleva completarlo es total. Sin duda es una experiencia muy recomendable para aquellos que busquen una aventura introspectiva que les haga reflexionar.