Arquitectura, escultura, pintura, música, literatura, danza y cine… Estas son las consideradas siete bellas artes del mundo. La humanidad ha avanzado de tal grado que las artes se han expandido, evolucionado y redefinido a lo largo de los siglos desde las prehistóricas pinturas rupestres hasta el contemporáneo cine. Desde los 90 hasta ahora comienza a surgir el polémico dilema de si los videojuegos pueden considerarse un nuevo arte, más concretamente el octavo de la humanidad.
Los videojuegos, detractores o no de ellos, hay que reconocer que el pasar de los años ha logrado que su expansión sea más próspera y rentable que la suma económica de varias de las artes como la música o el propio cine. Las consolas se han arraigado tanto en la vida de aquellos que vivieron el boom de los 90 que el número de consumidores de productos de ocio electrónico ha ido creciendo exponencialmente entre cientos y millones de usuarios con el pasar de los años.
La pregunta que hoy intentaremos responder es básica y compleja a partes iguales, ¿pueden los videojuegos haberse convertido en un octavo arte con el pasar de los años?, ¿cuándo algo puede considerarse arte? Creo que lo más conveniente es ir explicando los conceptos básicos.
(artwork de Final Fantasy de la mano del artista Yoshitaka Amano)
¿Qué es el arte?
Según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) el arte es: “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Aunque sería difícil encajar a los videojuegos en esta definición si la tomamos de forma literal debemos tener en cuenta que las artes son adaptables a la propia definición en sí, para que se pueda entender a lo que me refiero tenemos que dar un salto a 1911 dónde, un dramaturgo y periodista llamado Ricciotto Canudo describió, en su libro “Manifiesto de las 7 Artes” que el cine encajaba como arte dado que se podía interpretar como “artes plásticas en movimiento”. De este modo podríamos definir a los videojuegos como “artes plásticas, lingüísticas y sonoras interactivas” dado que el usuario es partícipe de un producto interactivo que muestra secuencias (plásticas), lingüísticas (guion) y sonoras (banda sonora).
Si volvemos la vista aún más atrás, durante el Renacimiento, las seis artes sólo podían considerarse como tal si eran capaces de transmitir sensaciones, sentimientos y emociones a las personas. Ahora estamos en pleno siglo XXI, ¿qué sentisteis con la muerte de Aerith?, ¿con el desenlace de Final Fantasy X? o ¿con el final de Alan Wake o Metal Gear Solid 3?.
Llegados a este punto es indudable que los videojuegos son arte ya que, muchos de los títulos que jugamos, comparten lo mejor de las concepciones de las dos épocas: son capaces de manifestar determinados estados de ánimo o sensaciones que ni el cine es capaz de hacer y se puede moldear a la definición actual de “arte”.
(Desenlace de FFX, uno de los muchos juegos considerados obra de arte)
¿Entonces los videojuegos son arte?
Sí, dado que si partimos de la premisa de la definición anterior en lo que respecta a la “manifestación de la actividad humana” podemos determinar que el proceso para crear un videojuego pasa previamente por las manos de alguien que lo ha concebido desde la nada, como el novelista que coge un lápiz y un papel con el fin de escribir una historia real o inventada que se desarrolla en su mente.
La significativa evolución de los videojuegos ha permitido que estos puedan contener elementos comunes a las siete bellas artes o ¿alguien me puede negar que los juegos actuales no tienen pequeños atisbos de cine, literatura, pintura o música? Si coges un título como Rise of the Tomb Raider ves su puesta en escena, muchas veces superior al cine, con un guion sólido con varios giros argumentales y esa acorde banda sonora que te “toca la fibra sensible”. Estás en tensión cuando Lara se agarra a una cornisa y pierde el equilibrio, cuando está a punto de caer y lo único que puede salvarla es pulsar el botón adecuado en los escasos segundos que se te dan para hacerlo.
Para leer un libro tienes que imaginar la situación y el contexto en dónde se desarrolla y, si te metes de lleno en él, es porque te gusta. Los videojuegos es distinto, la situación no te la imaginas sino que la vives, la ves y eres partícipe de la misma. Los videojuegos podrían hasta considerarse una evolución del cine, la literatura y la música dado que no disfrutas de ella desde la distancia como mero espectador sino que debes tomar la iniciativa e interactuar. Una ficción tangible dónde los límites son tan grandes como la imaginación humana.
El problema reside en el rechazo que un pequeño sesgo de la sociedad tiene con respecto a los videojuegos y su supuesto perjuicio para la salud de aquellos que los disfrutan. Este injusto muro se quiebra con el pasar de los años por lo que el reconocimiento está llegando de forma paulatina y tardía de manos de aquellos que se negaban a ver la verdad.
(Unravel: un juego que te tocará la fibra sensible)
Estudios e instituciones que avalan la hipótesis
Todo modelo de trabajo expansivo está ligado a la rentabilidad y los videojuegos no son una excepción. Desde la década de los 90 hasta hoy día los videojuegos no han mostrado apenas flaquezas económicas ni siquiera pasando por la crisis que aún golpea algunos países. Tan sólo en España los usuarios totales se gastaron, en el pasado 2015, un total de 1083 millones de euros entre hardware y software relacionado con las consolas.
Todo este conjunto hace que las instituciones se cuestionen sobre la importancia de los videojuegos en el medio que rodea a las personas pero, sobre todo, la rentabilidad de un mercado que antaño era muy sectorial y que ahora se muestra más globalizado. De este modo comienzan a salir carreras o máster de índole pública y privada que consideran que los videojuegos deben ser tratados como arte (concepto más socialmente aceptado) como la presente en la U-tad denominado Máster en Arte y Diseño Visual en Videojuegos.
En abril de 2013 el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York adquirió 13 títulos de consolas antiguas y modernas con el fin de exponerlas en sus galerías. En palabras de Paola Antonelli (conservadora del museo) era “una nueva categoría de obras de arte” que, a su vez “esperarían ampliar en un futuro”. Los títulos afortunados eran clásicos como Pac- Man, Tetris o Portal. Si alguien tan representativo de una institución tan importante de arte determina que un juego de consola puede ser parte imprescindible de dicho arte, ¿quién es capaz de negar la rotundidad de estos hechos? La decisión de Antonelli levantó ampollas entre el sector más conservador del arte por lo que, en esta pequeña historia, también encontramos uno de los hándicaps que batallan injustificadamente contra los videojuegos como arte.
¿Qué tenemos hasta ahora? Instituciones que reconocen a los videojuegos como arte, universidades que avalan que los videojuegos son arte, definiciones antiguas y modernas dónde los videojuegos pueden ser integrados como arte. ¿Cuál es el impedimento para considerar a los videojuegos como un arte de la humanidad? Las reticencias de una pequeña (aunque influyente) sociedad temerosa de aceptar lo que ya va siendo obvio.
(Fachada del Museo de Arte Contemporáneo de NY)
¿Arte u obras de arte?
Del mismo modo que el cine es arte pero no todas las películas podemos considerarlas obras de arte, los videojuegos son arte (aunque actualmente no reconocido) pero no todos los juegos son obras de arte. Cuando ves una película analizas el conjunto al igual que cuando juegas a un juego y, si eres objetivo, valorarás también otros factores a tener en cuenta como el tiempo (no es lo mismo un juego de los 90 que uno de ahora).
Todos nosotros tenemos en nuestra memoria recuerdos imborrables de multitud de videojuegos: la belleza plástica y emotividad de Ori and the Blind Forest o Child of Light; la apuesta acertada y arriesgada de Okami o Alice Madness Returns; la gratificante dificultad de la saga Souls; el sobresaliente guion de Alan Wake; o la banda sonora de la saga Metal Gear, por citar algunos ejemplos. Estremecimiento, alegrías, tristezas, sorpresas y decepciones. Hemos sentido y padecido, a partes casi proporcionales, un compendio de sensaciones y sentimientos gracias a este arte interactivo.
Eso sí, es cierto el refrán que dice que “no llueve siempre a gusto de todos”. Es difícil llegar a una unánime conclusión general que determine que una representación del arte (videojuego «x») es, en sí misma, una obra de arte (que se podría definir como su encumbración), es decir, aunque muchos piensen que el primer Bioshock es una obra de arte siempre habrá alguien que cuestione esta conclusión por factores diversos (duración, gusto por otros géneros, estilo gráfico, banda sonora, guion, etc.) y que, por lo tanto, no lo considere como tal sino como mejorable.
(Gráfica de las ventas de videojuegos en España durante el pasado 2015)
Y llega el reconocimiento perdido…
Creo que si has leído hasta este punto habrás llegado a la misma conclusión que yo: los videojuegos son arte pero, ¿contribuyen de alguna forma al mundo entero?. Tan sólo faltaba el reconocimiento oficial de instituciones de renombre para aquellos maestros que son capaces de crear de la nada un mundo que luego podremos jugar desde nuestro hogares. En 2012 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades fue a parar a las manos de Shigeru Miyamoto, padre creador de Mario y Link (The Legend of Zelda). Aunque dicho reconocimiento no está ligado al concepto de los videojuegos como arte, cabe destacar que el mero reconocimiento a un creativo japonés por parte de un selecto jurado no vinculado al sector de los videojuegos, deja entrever el cambio que comienza a darse en la mentalidad de algunas personas, antes reacias a admitir que el trabajo de un desarrollador era digno de valor alguno y más aún de motivo de galardón.
Del propio acta del jurado que otorgó el premio a Miyamoto extraemos el siguiente fragmento: “Miyamoto no solo es el padre del videojuego moderno, sino que ha conseguido, con su gran imaginación, crear sueños virtuales para que millones de personas de todas las edades interactúen, generando nuevas formas de comunicación y de relación, capaces de traspasar fronteras ideológicas, étnicas y geográficas”. Si una de las múltiples contribuciones al arte de la humanidad por parte de Miguel Ángel fue su David o Cervantes en la literatura con su Quijote, ¿no es también destacada la contribución e inspiración a la humanidad que ha realizado Miyamoto si tan sólo un ápice de lo que se dice en el acta anterior es verdad?
Ya sabemos que los videojuegos son arte pero nos faltaba saber si también contribuye de alguna forma positiva en la humanidad. Miyamoto, al igual que muchos otros conocidos y anónimos, así lo hacen a diario. Contribuyen a crear desde cero una bella obra de arte, cincelada con el duro trabajo diario, desde el aparente simple código fuente hasta el siempre complejo resultado final. El videojuego, un arte que no sólo es arte sino que debería estar reconocido como un “bello arte”, el octavo, por su contribución a la humanidad y por ser el resultado de diferentes factores que lo consideran como tal.